Desde Ciudad de Vaticano
A partir de las 5.30 de la mañana, cientos de miles de personas comenzaron a llegar a la Plaza de San Pedro por la Vía de la Conciliazione, la calle principal que conduce al Vaticano. Se acercaban bajo un claro cielo primaveral para despedir a Francisco, el primer argentino y latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica en convertirse en Papa. A las 7, las calles y pasajes ya estaban completamente bloqueadas y a las 8.30, una gran multitud había colmado el lugar donde recién unas horas más tarde comenzaría la misa exequial a cargo del cardenal Giovanni Battista Re. Viajaron hasta Roma desde todas partes del mundo. Más de 160 delegaciones: reyes, príncipes, presidentes, ministros, representantes de las Naciones Unidas. También referentes de distintas religiones: budistas e induistas, valdenses, ortodoxos, metodistas, luteranos. Además, numerosos miembros de países musulmanes y, por supuesto, de la propia Iglesia Católica. Como un fiel reflejo de su papado, la presencia de pobres, migrantes y jóvenes terminó de transformar la masiva ceremonia en un acontecimiento histórico a nivel global.
En la primera fila estaba ubicada la delegación Argentina, con el presidente Javier Milei y su hermana Karina a la cabeza, además de varios ministros como el de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein y la de seguridad, Patricia Bullrich. En segundo lugar estaba la delegación italiana con el presidente Sergio Mattarella, la primera ministra Giorgia Meloni y el presidente del Senado, Ignazio La Russa. Más allá se vio también a los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump; de Ucrania, Volodimir Zelensky; de Brasil, Luis Inacio “Lula” da Silva; de Francia, Emmanuel Macron; y al ey de España, Felipe de Borbón, entre otros. Algunos de ellos, como Milei y Trump, posaban cerca del Papa con el gesto solemne mientras con sus políticas contradicen a diario los valores que el sumo pontífice pregonó en vida.
Antes de comenzar el funeral, varios mandatarios se acercaron al féretro para saludar a Francisco dentro de la basílica. El propio Trump y su esposa Melani –vestida completamente de negro y con mantilla–, el italiano Mattarella, Milei, el primer ministro inglés, Keir Starmer; Macron y su esposa Brrigitte, y Zelensky, quien tuvo un inusual un diálogo con su par estadounidense previo al inicio de la ceremonia.
También los cardenales dieron un último adiós en la basílica, antes de comenzar con el funeral. El sencillo ataud, de madera color marrón claro y sin más decoraciones que una cruz en la parte superior, se encontraba custodiado por dos guardias suizas en sus tradicionales trajes medioevales.
Los aplauzos de la multitud recibieron la llegada del féretro cuando, sobre la espalda de varios empleados vaticanos, cruzó la puerta de la catedral para ser colocado frente al altar. Los helicópteros que por razones de seguridad sobrevolaban la plaza de San Pedro, se hacían sentir. El operativo programado para este día por las fuerzas policiales incluyó el cierre de numerosos accesos hacia la zona vaticana para proteger la presencia de numerosos jefes de Estado.
Había que caminar varias cuadras y hacerse espacio entre los peregrinos amontonados para llegar hasta los distintos lugares asignados en la plaza. Según datos oficiales, más de 250 mil personas habían vistado la capilla ardiente del Papa Francisco mientras estuvo durante tres días en la basílica vaticana. Otras 200 mil participaron el sábado por la mañana del funeral. La mayoría de ellas esperaron de pie durante horas para compartir la ceremonia.
El funeral
El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, fue el encargado de celebrar la misa. Lo acompañaban otros 220 cardenales, 750 obispos y sacerdotes, según infomó el Vaticano. Duante la ceremonia, Re agradeció la presencia de todas las delegaciones, destacó los puntos más importantes del papado de Francisco y remarcó cómo su mensaje “tocó la mente y los corazones” del mundo. Recordó cuando ocurrió por última vez, el domingo pasado. A pesar de sus graves problemas de salud, quiso impartir la bendición y luego bajar a la plaza para pasar con el papamóvil entre los miles de peregrinos que habían ido a celebrar la Pascua. Aún con su sufrimiento eligió estar entre la gente “hasta el ultimo dia de su vida”.
Re también recordó los 21 años de Bergoglio en la diócesis de Buenos Aires y explicó que la decisión de tomar el nombre Francisco apareció inmediatamente como símbolo del estilo que quería para su pontificiado, recuperando el espiritu de San Francisco de Asís. Llevó su fuerte personalidad como impronta en la Iglesia, tomando contacto directo con las personas y los pueblos, diciendo que quería estar cerca de todos y en especial los últimos de la tierra. Francisco fue un Papa “con el corazón abierto a todos y profundamente sensible a los dramas actuales”. También insistió para crear una iglesia “capaz de arrodillarse ante cualquier hombre para curarle las heridas” y destacó su compromiso a favor de los pobres, refugiados y migrantes.
El cardenal recordó el primer viaje de Francisco como Papa. Fue a Lampedusa, la isla italiana a donde cientos de migrantes intentaban llegar y morían en el mar. También recuperó la histórica misa que brindó en México, donde muchos migrantes fallecieron tratando de cruzar la frontera con Estados Unidos. La plaza estalló de aplausos ante la memoria de aquel momento.
El cardenal decano también reflejó la postura de Francisco frente a lo que él denominó la “cultura del descarte”, en alusión a quienes no tienen en cuenta a los ancianos, los enfermos y los pobres. Contra ella, Francisco alentó la “cultura del encuentro, de la solidaridad, la fraternidad”. “El papa Francisco ha estimulado la fraternidad en todo el mundo, porque ha recordado que pertenecemos todos a la misma familia humana. Nadie se salva solo”, dijo el cardenal, en referencia la encílica “Laudato si”, y a que el Papa argentino siempre habló de “construir puentes y no muros entre la gente”. A pocos metros lo escuchaba Trump, impulsor del muro en la frontera con México.
El ultimo tema que tocó el cardenal en su homilía fue la postura de Francisco contra las guerras. “Incesantemente ha elevado su voz implorando por la paz e invitando a una honesta negociación para encontrar solucionas posibles porque la guerra es solo muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra deja siempre el mundo peor de como era precedentemente. Es una dolorosa derrota”, dijo. “Querido Papa Francisco, usted que le pedía a la gente siempre que rezara por usted, ahora somos nosotros quienes te pedimos rezar por nosotros, y te pedimos que desde el cielo bendigas a la Iglesia, a Roma, al mundo entero, como has hecho el domingo pasado, como un gran abrazo a todo el mundo”, concluyó mientras la plaza estallaba nuevamente en aplausos.
La misa terminó poco después de las 12 hora italiana y las campanas vaticanas empezaron a sonar. El centro de Roma estaba prácticamente cerrado para permitir la procesión de autos que acompañó el féretro de Francisco desde San Pedro hasta la basílica de Santa María la Mayor, donde pidió ser enterrado, en un lugar simple, sin decoraciones, donde sólo estuvierra escrito su nombre “Franciscus”.
La fila de autos, encabezada por el “papamovil”, que ahora transportaba el féretro, recorrió lentamente seis kilómetros del centro de Roma, pasando incluso por la histórica zona de Plaza Venecia, el Foro Romano y el Coliseo. Después del entierro, el domingo, la Iglesia permanecerá abierta para que los fieles puedan visitar su tumba.