Como primera medida, antes de otorgarle una identidad a su equipo y asegurar la clasificación para la Copa Libertadores 2025, el nuevo técnico boquense, Fernando Gago, deberá retomar el control del vestuario. Un espacio arisco que el presidente Juan Román Riquelme puso a cargo de jugadores de mucho recorrido (Marcos Rojo, Edinson Cavani y Sergio Romero) y que en los últimos tiempos de su gestión, a Diego Martínez, el entrenador saliente, se le había tornado casi ingobernable.
Gago sabe lo que se le viene. Y ya ha marcado el territorio. En sus conversaciones con Riquelme y el Consejo de Fútbol, dejó en claro que será inflexible con el peso de los futbolistas (todos los días deberán pasar por la balanza) y la puntualidad de los horarios. La idea es mantener el plantel bajo estricto control. Y que no le suceda lo que le sucedió este fin de semana a Leandro Romagnoli, que por la razón opuesta (haber perdido el mando del vestuario) dejó de ser técnico de San Lorenzo el domingo por la noche.
A Romagnoli le pasó lo que Gago no quiere que le pase: dio una orden (que el vasco Iker Muniain ejecute los penales) y los jugadores se la incumplieron. Con el agregado de que quien finalmente remató el penal en la última jugada ante Godoy Cruz (Francisco Fydriszewski) lo hizo de manera burlona e irresponsable, picando el tiro y errándolo, como si estuviera en una práctica y no en un partido por los puntos, aunque se haya jugado a puertas cerradas. Si el problema en Boca es que hay demasiados líderes, en San Lorenzo es que no hay ninguno. El sábado en Mendoza quedó la sensación que cada jugador hace lo que se le antoja, lo primero que le viene en gana. Lo contrario a lo que un director técnico pretende.
Alinear las voluntades del plantel con los objetivos deportivos de un equipo en cada momento es la primera y acaso mas esencial tarea que debe encarar un entrenador. Pero no siempre es posible. A veces da la impresión de que hay jugadores que no son plenamente conscientes de lo que está en juego (un título, la clasificación a una copa, un ascenso o un descenso) o preferirián en ese momento estar navegando en un velero por el Mar Caribe en compañía de sus familias o sus novias. El gran desafío es que el mensaje del entrenador perfore las mentes de sus dirigidos. Quedó en evidencia que Romagnoli no pudo hacerlo. Los futbolistas de San Lorenzo pensaron que era posible desobedecerlo y por eso debió salir.
Desde el primer momento, Gago deberá convencer al vestuario boquense de su línea y su estilo. Y de que no habrá lugar para segundas interpretaciones. Es posible que la magia suceda en un principio, después habrá que verlo. El desgaste suele ser impiadoso. Los planteles miden a los técnicos en cada paso que dan y en cada palabra que dicen. Si a Gago deciden creerle, Boca estará mucho más cerca del éxito. Si con el tiempo deciden que es mejor no creerle, el nuevo entrenador xeneize se mirará en el mismo espejo que a Romagnoli se le rompió este fin de semana.