“Saaaalamone/ vinimos a explicarte/ a ver si te das cuenta/ que acá no sobra nadie”, gritan a coro los diferentes colectivos y gremios de la comunidad científica que se agruparon este miércoles y acamparán durante la noche del jueves en el Polo Científico Tecnológico palermitano, donde se halla el edificio central del Conicet. Jóvenes e investigadores de trayectoria se expresan con fervor para “que esta no sea la última generación que hace ciencia en Argentina”. Quieren que Daniel Salamone, el científico clonador que Javier Milei puso al frente del principal organismo de ciencia y técnica en Argentina, los atienda y les brinde una respuesta. Movilización, ruidazos, asambleas, charlas, música, cena y acampe, el menú propuesto en una nueva jornada de lucha y resistencia.
“Defendamos lo que funciona, defendamos la ciencia argentina”; “Ciencia con conciencia, no con motosierra”; “Si no nos atienden, no nos vamos”; “El Conicet puede desaparecer”: estas son algunas de las consignas que refieren los carteles sostenidos, en su mayoría, por cientos de jóvenes que quieren seguir formándose y hacer ciencia en y para Argentina. Básicamente, en el país que celebra una expedición submarina a Mar del Plata como si fuera un campeonato del mundo, los hombres y mujeres encargados de producir conocimiento reclaman salarios por encima de la línea de la pobreza. Ni más ni menos que eso: “un sueldo que alcance para vivir y fondos para trabajar”, resume otra de las consignas pegadas en la pared de la vereda que da a Godoy Cruz.
Lucas Kreiman, doctor en Biología y becario posdoctoral del Conicet, detalla: “Nos movilizamos porque estamos esperando la respuesta de las autoridades. Entre otras cosas, hay 850 puestos de trabajo en juego. Gente que iba a ingresar al Conicet y finalmente no lo hizo”. No solo se cortaron los ingresos y se redujeron las becas, sino que también se reestructuraron los criterios para la selección. “Hay muchos temas de investigación que casi no tienen lugar, como los que están vinculados, por ejemplo, al estudio de la biodiversidad y lo que hoy hacen los compañeros de la expedición en Mar del Plata. Ni que hablar de lo que sucede con las sociales y humanidades, cada vez más bastardeadas”, advierte Kreiman. Se refería al barco Falkor y a esa transmisión del fondo marino que sigue siendo furor y plantea una contradicción: si la ciencia es valorada por la población, ¿por qué el gobierno insiste en abandonarla?
La convocatoria, realizada por varios colectivos, plantea 18 horas de vigilia por la ciencia. Los reclamos son los de siempre, pero se agudizan con el correr del tiempo. A un año y medio de la asunción de Milei, el sistema está paralizado: no hay nuevos ingresantes a la carrera del investigador científico, las becas se recortaron y el financiamiento que los laboratorios y centros obtenían a través de organismos como la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+i) ya no existe.
Agustín Ormazábal, becario posdoctoral de la Agencia y uno de los portavoces del evento, dice: “Vamos a hacer una permanencia durante toda la noche en caso de que no nos reciban las autoridades. El objetivo es hablar, que nos escuchen. Aunque parezca insólito, no hay diálogo. Las becas están congeladas desde hace 16 meses, no hay nuevos llamados a proyectos. La situación es crítica”.
Otro gobierno, la misma carpa
Frente al congreso pasan colectiveros, taxistas, camioneros y gente de a pie que se solidariza con la causa. A unos metros, la policía, como síntoma de amenaza por esta época, no quita la vista de lo que sucede. El contexto, el ajuste y el desinterés por parte del gobierno en que la situación se modifique, ofrece un aroma similar a 2016.
En pleno gobierno macrista, cuando el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a cargo de Lino Barañao todavía conservaba su jerarquía, los investigadores decidieron, entre otras medidas de protesta, dormir en las adyacencias de Godoy Cruz 2290. Kreiman se acuerda: “Le llamamos la navidad en el Conicet. En aquel momento, estaba empezando a trabajar en el laboratorio donde estoy ahora. Lo que diferencia al ajuste actual de aquel, además de una retórica vulgar y soez, es la fuga de cerebros. Ahora, además de los becarios, también se va gente de planta permanente”.
Se refiere a investigadores de Carrera que ya no ven su empleo rentable. “Hay líneas de trabajo y laboratorios enteros que se cierran”, subraya Kreiman que investiga en el campo de la termobiología, es decir, estudia la relación entre la temperatura y los seres vivos. En concreto, explora cómo determinadas plagas provocan pérdidas millonarias en los cultivos de frutas.
Como resultado, los jóvenes que buscan entrar a la Carrera y poder ganar algo de estabilidad están en problemas, mientras que quienes ya tienen años de trayectoria abandonan sus puestos, porque lo que cobran no les alcanza para vivir.
Ormazábal se especializa en el campo de la biofísica computacional, la dinámica molecular y la inteligencia artificial, y diseña moléculas que pueden ser útiles desde el punto de vista de la salud humana. Para él, el recuerdo de 2016 también continúa fresco: “Era más joven, pero también estuve. Pensé que no podíamos estar peor y me confundí. Estamos en una situación infinitamente peor. Me recuerda también a la carpa blanca, a esa forma de protestar que se volvió tan emblemática en los 90”, dice Ormazábal.
En enero de 2026, este científico finalizará su beca y buscará nuevo trabajo, o bien, quizás probará suerte en el sistema científico bonaerense, puntualmente, en la Comisión de Investigaciones Científicas. “Si no tengo suerte, no me quedará otra que dejar la ciencia y la investigación pública, que es lo que me apasiona”, admite.
La plata está, pero no está
Aunque en el ámbito científico, una ley de 2021 aseguraba inversiones crecientes por parte de los gobiernos (hasta llegar al 1 por ciento del PBI en 2032), en el presente no se cumple. El oficialismo tenía la obligación de destinar para 2025 el 0.45 y solo brinda el 0.15 (menos de lo que sucedía en 2002, cuando era 0.17 por ciento). En el ámbito de la actual Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología (exMinCyT), grandes proyectos como Equipar y Construir Ciencia (programas para mejorar los equipos y las infraestructuras ligadas al sector) directamente no existen.
Si bien el gobierno no elimina organismos del sector, sí modifica su estructura, les quita autonomía sobre los fondos y reduce personal. Los desguaza, como actualmente sucede con el INTI y el INTA. La falta de dinero termina por impedir el funcionamiento y con un mal desempeño, el oficialismo halla el argumento perfecto para justificar más recortes.
Con la Agencia I+D+i, de gran protagonismo en gestiones anteriores al financiar proyectos y líneas de trabajo, sucede algo peculiar: “Lo más llamativo es que la Agencia sigue recibiendo fondos de procedencia internacional, cuyo destino, en teoría, es el financiamiento de proyectos científicos. Sin embargo, el dinero del BID, del Banco Mundial y del Banco Centroamericano de Integración Económica no está. Hicimos una presentación ante la justicia y ante el Congreso de la Nación para averiguar qué fue lo que pasó con esa plata”.
En paralelo, Diputados debate una nueva ley de financiamiento universitario, ya que la sancionada previamente fue vetada por Milei, bajo el pretexto de que “no hay plata”. En las instituciones universitarias se concentra el 80 por ciento de las investigaciones que realiza el país. Si las universidades no funcionan, la ciencia tampoco.
Todo se desarma
El éxodo de los jóvenes formados en el país es cada vez más pronunciado. Ello repercute de manera directa en los laboratorios, ya que por lo general se trata del personal que más aporta a las labores cotidianas. Sin su contribución, los grupos se desarman y las líneas de investigación se cortan.
Ignacio Schor, investigador del Conicet en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias del Conicet, también presente en la movilización, opina: “Para un laboratorio, los becarios son imprescindibles. Sin ellos, la cosa no avanza, son quienes llevan adelante los trabajos y sostienen las nuevas investigaciones”.
Luego continúa con su propio ejemplo: “Es desolador. Tengo cuatro estudiantes de doctorado: hay dos que van a dejar la academia y los otros dos están viendo qué hacer. Hay mucha desazón. Los entiendo, la verdad, porque no sabemos qué recursos vamos a tener de acá al futuro”. Y agrega: “Los que ya estamos adentro queremos luchar y tratar de mantener todo a flote, pero quienes recién arrancan quizás no tienen esa mentalidad. Si el país no les brinda oportunidades, se van en busca de otra cosa para sobrevivir”.
Fuente: Pagina12