Si hay en este país una empresa sorprendente –por lo que hace y vende en todo el mundo, y por la asombrosa historia de su desarrollo– es una que se llama Bersa y a la que miles de argentinos asocian de inmediato con armas, disparos y represiones.
Un informe extraordinario en un portal poco conocido, remite a esta industria argentina mundialmente apreciada por estratégica y porque no tiene nada que ver con represiones.
La historia comienza en 1784 y en la Provincia de San Juan, con el nacimiento de un niño de apellido francés, Bertrand, que pasa su infancia en Mendoza, luego estudia en Buenos Aires y Córdoba, y se ordena sacerdote en 1805 en Santiago de Chile. Conocido después como Fray Luis Beltrán, fue también ingeniero militar y metalúrgico, y estudió química, matemáticas y mecánica. Fabricó cañones, fusiles, pistolas y proyectiles para el Ejército de los Andes, organizó la artillería sanmartiniana y fue decisivo en las Guerras por la Independencia Sudamericana.
En Chile y 1810, cuando estalló la revolución independentista fue capellán y trabajó en la maestranza del ejército con el grado militar de teniente. Y tras la derrota de Rancagua regresó a Mendoza, donde José de San Martín lo puso al frente de la artillería del Ejército con que cruzaría los Andes. Bajo su dirección, 700 hombres fabricaron armas, municiones, pólvora, herrajes y uniformes.
En 1816 abandonó los hábitos y en la campaña a Chile inventó equipos especiales para transportar cañones a lomo de mulas, aparejos para subir laderas escarpadas y puentes colgantes transportadores de hombres y mulas.
En enero de 1817 y al mando de la maestranza y del parque con pertrechos de guerra, se dirigió a Uspallata (Mendoza), donde se unió a Juan Gregorio de Las Heras. Combatió en las batallas de Chacabuco y Cancha Rayada, y cuando tras la derrota San Martín procuraba levantar el ánimo de las tropas, aseguró que tenía municiones de sobra, lo que no era verdad. Pero al toque se aplicó a fabricar decenas de miles de municiones, con las que San Martín logró la victoria en la batalla de Maipú, decisiva para expulsar españoles de Chile.
Para la posterior Campaña del Perú montó talleres en Valparaíso y luego en Lima, donde proveyó de armas a expediciones marítimas y terrestres. Cuando los realistas recuperaron el Puerto de El Callao, trasladó sus talleres a Trujillo, donde estuvo hasta 1824, cuando lo reemplazaron las tropas de Simón Bolívar, quien en una discusión reaccionó con tanta dureza y altanería que lo llevó a un intento de suicidio del que ya no se recuperó. Volvió a Buenos Aires y se incorporó al ejército que en 1827 libraba la guerra con Brasil, pero, ya enfermo, debió regresar. Murió ese diciembre y aunque ya no era religioso fue sepultado como franciscano.
Pero esa historia continuó, horriblemente, un siglo y medio después, durante la presidencia de Carlos Menem y con la explosión, en 1995, de la Fábrica Militar de Río Tercero. Ante la infame razón de ocultar la venta ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, la inefable “Justicia” argentina cerró el juicio velozmente y de las 18 plantas que tenía Fabricaciones Militares (FM), sólo 4 no se privatizaron ni cerraron. Y una de ellas (Embalse Río Tercero, fabricante de cañones y municiones) voló por los aires con media ciudad en un atentado que, vox populi, habría ordenado el entonces presidente.
Aunque ya pasaron 30 años y no se reconstruyó casi nada, entre las primeras y sorprendentes decisiones del presidente Javier Milei a sólo 10 días de asumir, figuró la firma de un decreto disponiendo que unos 10.000 riotercerenses cobraran indemnizaciones en muy corto plazo, lo cual hasta el cierre de esta nota no se ha producido .
“Pero hay que decir y jamás olvidar –sostiene un jefe militar que prefiere anonimato– que Menem hizo aún más: cerró FM y cerró los astilleros de la Armada y cerró también la Fábrica Militar de Aviones. Se cargó así a 21 fabricantes locales de armas”. Que todavía lo están recordando, los lectores imaginarán cómo.
Lo cierto es que parece firme la decisión de vaciar y lotear la fábrica “Fray Luis Beltrán”, que tomó la posta de fabricar armas portátiles para las Fuerzas Armadas, aunque ya en 2009 se dejaron de fabricar los fusiles de combate FAL y FAP, con fama de indestructibles y de potente calibre 7,62, así como las pistolas FM9mm, de gran fiabilidad.
“Eran diseños belgas comprados bajo licencia –ilustra a esta columna un conocedor en la materia–, todos resistentes, pesados y temibles. En la guerra de Malvinas, tanto nuestros soldados como los ingleses usaban el mismo fusil, idéntico por fuera y por dentro”.
Es generalizado el respeto a Benso Bonadimani, uno de los tres fundadores originales de BERSA SA, empresa creada en 1958 por tres inmigrantes italianos: Bonadimani, Ercoli Montini y Savino Caselli, quienes abrieron una empresa metalmecánica pero ya en 1959 lanzaron su primera pistola, el Modelo 60.22LR, que empezó a fabricarse en serie al año siguiente. Y desde 1963 produjeron también escopetas.
Diez años después lanzaron la primera pistola en otro calibre fuera del .22, con el modelo Lusber 84 calibre 7.65 mm, de la que hicieron la primera exportación de pistolas a Italia, abriendo a la Argentina al mercado internacional. Y Otro paso de grandes proporciones lo dieron en 1979 con la primera exportación a Estados Unidos, que es el mercado de armas cortas más exigente del mundo. En 1973 lanzaron la primera pistola en otro calibre no 22, con el modelo Lusber 84, que exportaron a Italia y abrieron así el mercado internacional.
Entre 1978 y 1985 se instalaron en la fábrica actual, sumando la Thunder 9 mm (incorporada en 1998 por la Policía Federal Argentina, seguida en 2004 por la Policía de la Provincia).
En 2002 lanzaron la Mini Thunder calibre .45 y en 2010 las primeras pistolas en polímero y con aguja lanzada, siguiendo las tendencias del mercado mundial. En los últimos años renovaron equipos, con centros de mecanizado y robots de pulido, además de incorporar nuevos métodos de inyección de metal. Y en 2016 lanzaron la TPR 9 y en 2020 la TPR 380.
A 66 años de su primera exportación a Italia y en 1979 a Estados Unidos, nunca pararon de exportar y hoy son casi solamente exportadores. El 80% de lo que producen se exporta. Y parece increible que en la Argentina esto se ignora.
Es interesante saber, además, que venden armas orientadas tanto al mercado civil como a las fuerzas de seguridad. Además de Estados Unidos exportan a Polonia, Alemania, Italia, Filipinas, prácticamente toda América Latina, e incluso atienden al Ejército de Bangladesh.
Bersa siempre se caracterizó por hacer solamente armas cortas. Sólo al principio hicieron escopetas y carabinas para el mercado civil. Y además compraron, a fines de 2022 y en Estados Unidos, una empresa que se dedica exclusivamente a fuerzas de seguridad y defensa en un 100%.
En 1979 hicieron la primera exportación a Estados Unidos, que es el mercado de armas cortas más exigente del mundo. Sumaron el calibre .38 con la Modelo 97 SA, y en 1985 ampliaron sus instalaciones en la fábrica actual, sumando en 1992 el modelo Thunder 9 mm, incorporado en 1998 por la Policía Federal Argentina, seguido en 2004 por la Policía de la PBA. Otro paso fue el lanzamiento en 2002 de la Mini Thunder en calibre .45 y en 2010 produjeron sus primeras pistolas en polímero y con aguja lanzada, siguiendo las tendencias del mercado mundial. En los años siguientes la empresa hizo una fuerte inversión en nuevos equipos, con centros de mecanizado y robots de pulido.
Ahora se preparan para lanzar nuevas versiones de sus pistolas, tal como describe su presidente, Manuel Pizarro, desde la planta en Ramos Mejía,
“Bersa actualmente produce pistolas en una amplia gama de colores, lo cual tiene una importante demanda en usuarios civiles, especialmente en los Estados Unidos”. Y para lo cual están trayendo ya armado el AR-15 para Argentina, en un proyecto junto a Fabricaciones Militares para fabricarlos acá. “Y estamos hablando con el Ejército para que lo prueben, se saquen las dudas, vean sus necesidades y a ver si los podemos proveer con la plataforma AR-15”.
Una duda severa es si el Ejército Argentino está al día tecnológicamente. La respuesta oficial no está clara, pero parece cierto el rumor de que van a cambiar todos sus fusiles. Quizás por eso hoy se analizan alternativas. Y todavía están en discusión los calibres, que para ellos es “una discusión eterna, que depende del actor con el que te juntás, incluso dentro del Ejército”.
Y es que hace años, explica otro informante que prefiere anonimato, “con las aperturas unilaterales del Proceso, y peor aún con la de Menem, la Argentina se llenó de armas berretas chinas y finolis estadounidenses, alemanas y austríacas, y eso aplastó a fabricantes nacionales, endeudados por los bancos”.
Para entonces los revólveres, pistolas, carabinas y escopetas argentinas tenían un mercado interno impresionante: “La vieja revista Rico Tipo –evoca Arias– en los ’60 estaba llena de avisos de armas de calibres chicos (.22) y medios (.32 y .38 para revólveres, y .380 para pistolas). Se compraban tanto para defensa como para tiro y caza. Cualquier ciudad mediana o chica tenía su armería cerca de la plaza. Y sin embargo, por cultura de trabajo y movilidad social ascendente, más un alto nivel educativo y empleo bien pago, éste era el país con menos criminalidad violenta de las Tres Américas, después de Canadá”.
En cuanto a los calibres de guerra, (9 mm; 11,25 en pistolas, y 7,62 mm en fusiles), o las armas de caza más potentes, hasta los ’90 fueron asunto casi exclusivo de Fabricaciones Militares, por su calidad.
Bersa exporta hoy a 36 países. “Pero además se adaptó bien al cholulismo del mercado interno yanqui, que pide armas multicolores, con distintas terminaciones, para ponerles y sacarles todo tipo de accesorios de puntería o de reducción de ruido, y exigen que no pase año o feria sin lanzar algo nuevo”.
Actualmente Bersa es la única fábrica de armas que queda en la Argentina y es notable que en el mundo sea, hoy, sinónimo de pistolas argentinas de calidad. Desde 2020 se han venido modernizando, no solo en los procesos de producción sino también en los modelos y se abrieron para ampliar el mercado, que principalmente se enfoca en la exportación. Mientras avanzan –aunque no hablan mucho de esto– en materia de defensa.
Actualmente y con más de 130 empleados, producen unas 70.000 pistolas al año en la Argentina, de las cuales el 80 % se destinan al mercado internacional, llegando a 36 países con sus armas, únicas de ese mercado con garantía de por vida. @