En un taller de la provincia de Hunan, en el centro de China, una profesora traza con un pincel los caracteres finos y alargados de una escritura inventada hace siglos por mujeres que no podían acceder a la educación formal. El nüshu, que significa “escritura de las mujeres”, nació en aldeas del condado de Jiangyong y durante siglos fue un código íntimo para comunicar penas, alegrías y consejos entre madres, hijas, amigas y “hermanas de juramento”, como se llamaban a los grupos de mujeres unidas por la amistad y la solidaridad.
Su origen se remonta, según distintas teorías, a la dinastía Song (960-1279) o incluso a la Shang, hace unos 3.000 años. Alcanzó especial relevancia en el siglo XIX entre las comunidades han, yao y miao de Hunan, donde la geografía montañosa y el aislamiento favorecieron el desarrollo de una cultura femenina propia. El sistema es fonético, con unos 600 signos estilizados que se leen de derecha a izquierda y representan sílabas de dialectos locales. Sus trazos, más curvos y finos que los caracteres chinos, recuerdan hojas de árbol o hilos inclinados, lo que llevó a que se lo apodara “escritura del mosquito”.
Durante generaciones, el nüshu se transmitió de forma oral y práctica: copiando símbolos en papel, cantando poemas o bordando frases en pañuelos y chales. Era un medio para hablar de matrimonios arreglados, trabajos forzados, duelos o anhelos personales. Muchas novias recibían como parte del ajuar el “Libro del tercer día”, cuadernos escritos por amigas y familiares que las acompañaban en su nuevo hogar y que transmitían y conservaban la tradición del nüshu.
Pero la modernización, la escolarización universal y la Revolución Cultural (1966-1976), que condenó las tradiciones como vestigios feudales, llevaron al nüshu al borde de la desaparición. A fines del siglo XX quedaban apenas unas ancianas capaces de usarlo con fluidez. La última, Yang Huanyi, murió en 2004. Buena parte de lo que hoy se conoce proviene de la labor de Zhou Shuoyi, un investigador que lo documentó desde 1954, fue perseguido y encarcelado durante dos décadas, y en 2003 publicó el primer diccionario nüshu.
En 2006, la escritura fue inscripita en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de China y un año después se inauguró un museo en Puwei, localidad rodeada por un río a la que se llega por un estrecho puente. Allí trabajan algunas de las 12 “herederas” reconocidas por el gobierno, mujeres que enseñan a escribir, cantar y bordar nüshu, y que reciben a estudiantes y visitantes. “Es un sistema propio de las mujeres, lo que lo hace realmente especial”, dice Zou Kexin, universitaria de Sichuan. Para Pan Shengwen, de 21 años, “es como un santuario, un lugar seguro para expresarnos y confiar entre hermanas”.
El renacer del nüshu no sólo se da en talleres presenciales. En Xiaohongshu, una red social china similar a Instagram, la etiqueta #Nushu acumula más de 72 millones de visualizaciones, con publicaciones de jóvenes que se tatúan o incorporan sus caracteres en joyas y prendas. “Cuando escribo, siento serenidad y una fuerza interior”, asegura He Jingying, otra estudiante.
Su aprendizaje no es sencillo para quienes no dominan el dialecto local, pero su elegancia y singularidad atraen a artistas y diseñadores. Xu Yan, profesora en Beijing, destaca que “los estudiantes de arte lo aprecian particularmente”. Aunque fue creado como refugio para mujeres en una sociedad patriarcal, hoy hay hombres que lo estudian. “Todos deberíamos preservarlo”, opina Tao Yuxi, alumno de animación que busca inspiración en sus trazos.
Para Zhao Liming, catedrática de la Universidad Tsinghua que lo investiga desde hace cuatro décadas, el nüshu fue “un grito contra la injusticia” en una sociedad donde las mujeres no podían hablar abiertamente de su dolor o sus sueños. Esa función de resistencia simbólica convive hoy con un uso más artístico y turístico, en un equilibrio que plantea debates sobre su significado contemporáneo.
En los salones de Hunan, la respiración pausada acompaña el movimiento estable del pincel. Cada carácter, copiado con paciencia, revive una memoria que estuvo a punto de perderse. Y aunque el mundo cambió, en cada hoja de papel el nüshu sigue cumpliendo su propósito original: unir voces de mujeres a través del tiempo y el espacio.
Fuente: Pagina12