-Yo quiero ser el Pino Solanas liberal.
Quien dice y lo repite varias veces, sin ponerse colorado, es Santiago Oría, director de Realización Audiovisual de la Secretaría de Vocería y Comunicación de la Presidencia de la Nación. Más sencillo: es el cineasta de Javier Milei. Y pese a que su apuesta por equipararse con el ideólogo del Cine de Liberación de los sesenta es arriesgada (por no decir otra cosa) Oría puede juntar sus fichas del paño. Porque el funcionario público, que también despotrica contra el Estado, recibe del mismo más de 3 millones de pesos mensuales por sus tareas diarias. ¿Cuáles son? Él las define de manera sencilla:
-Soy el guardián audiovisual de Milei- contesta.
Pero no solo el sueldo hace sentir importante a Oría en el engranaje del relato presidencial. También pueden contabilizarse más de una decena de viajes que el cineasta acompañó a Milei, hospedajes en hoteles cinco estrellas (pagados con fondos públicos) y hasta la ventaja de acomodar sus horarios para hacer compatible su labor en el Ejecutivo con la dirección, guión y producción ejecutiva de una serie de varios capítulos que relata la campaña de Milei.
A sol y sombra
Oría dice que no necesita la plata del Estado. En varias entrevistas argumenta vivir de la herencia familiar: Santiago comparte con hermanos y su madre la propiedad de 3.300 hectáreas en General Alvear y casi mil en Necochea. En tanto, la historia de los Oría no puede escindirse del sector público. Su bisabuelo, Salvador, fue ministro de Hacienda a inicios del siglo XX, época a la que Milei evoca como un período de grandeza. Su abuelo, por su parte, fue compañero de fórmula de Alsogaray.
Pero si bien el cineasta puede no necesitar, sí recibe de la “nuestra”. Su cargo -el de realizador audiovisual- quedó en el escalafón salarial Gral A0 – FE II, lo cual deriva en una remuneración de 3.029.893 pesos por mes, según los valores de agosto pero que se actualizó sesenta días por inflación. Un sueldo que no está para nada mal en un contexto de recortes a la industria audiovisual y con la mayoría de las producciones frenadas.
Como contraparte, Oría sigue a Milei a sol y sombra: no hay registro audiovisual del Presidente que no sea grabado -o autorizado- por el funcionario. Y también obliga a Oría a sumar millas de pasajero frecuente, ya que el cineasta es una fija de la selecta comitiva que siempre acompaña al Presidente en sus giras internacionales. Tal como pudo averiguar este diario, de enero a agosto, el realizador audiovisual participó de doce viajes presidenciales y el Gobierno puso de “la nuestra” 11.587.422 pesos solo en algunos de los pasajes. Un monto incompleto porque en la información pública a la que accedió este diario hay severas incongruencias.
En tanto, hoteles como el Hyatt Regency Hesperia de Madrid o Gaylord National Resort & Convetion Center de Maryland, con vista exclusiva al río Potomac, fueron algunos de los cuartos donde Oría descansó después de las arduas jornadas que consisten en controlar la imagen de Milei. En el pedido de información pública, el Gobierno dice haber gastado 5.907.658 pesos en hospedajes, pero aquí también el listado está incompleto (no figuran hoteles, por ejemplo, en Los Ángeles y Camboriú, por solo citar dos lugares) lo cual supone que incumple la normativa vigente.
Edipo
En diversas entrevistas (Oría se negó a hablar con este medio) el funcionario público relata haber vivido algo cercano a una epifanía cuando se enfermó su padre, Jorge Oría. Al parecer, su crianza religiosa no le dio explicación a esa situación. Allí empezó a seguir los mandatos de Jordan Peterson -el conservador canadiense-, que habla de construir una “masculinidad positiva”.
Por esos tiempos también mantuvo una crisis vocacional. El derecho, dijo, no era lo suyo y optó entre el sacerdocio, periodismo o la política. Se inclinó por lo último, en una época de torbellino social. Corría el 2008 y su clase (y familia) protestaba contra las retenciones móviles. La famosa 125. Allí, gracias al networking de su apellido, se contactó con el PRO y, poco tiempo después, empezó a trabajar con Esteban Bullrich en Educación.
Se trató de un trabajo propio de la casta, lo que su Presidente dice repeler: Oría era encargado de relaciones institucionales.
Descantando por la experiencia, según su relato, Oría se alejó y volvió al mandato familiar: las leyes. Profundizó su especialización en derecho tributario, aún cuando al día de hoy no sepa los valores de los impuestos que se pagan en Estados Unidos.
Los años pasaron, la renta agraria dio sus frutos y Santiago seguía sin tener problemas en llegar a fin de mes. Pero algo se destrabó con la muerte de su padre. “Me importaba mucho la aprobación su aprobación pero él no avalaba mis inquietudes alternativas y recién me animé a cambiar el curso de vida después de su muerte. Todo el tiempo buscaba qué hacer y descubrí las entrevistas a [Martin] Scorsese, a [Quentin] Tarantino, a Sergio Leone y me di cuenta de que quería ser como ellos”, comentó en una de sus últimas entrevistas.
Se anotó en la FUC para estudiar dirección a los 29 años, sin necesidad de trabajar gracias a las arcas familiares, se recibió sin honores y en su primer corto – Economía de Guerra – no dudó en expresar su crítica al gobierno alfonsinista. El film relata a un empresario agobiado por la hiperinflación que es traicionado por dos de sus empleados.
De Maslatón a Twitter
La pandemia trastocó los planes. Santiago no fue la excepción. Al inicio de la cuarentena quedó varado en Londres gastando libras de la plata familiar y, al regresar en un vuelo de repatriados, hizo lo que estuvo a su alcance para no cumplir con el aislamiento preventivo obligatorio. “Milité la desobediencia civil. Salí a la calle, fui a todas las protestas, organicé fiestas clandestinas. No me vacuné hasta que mi mamá me llamó llorando pidiendo por favor que lo haga. Pero no me di la segunda dosis”, relató en una charla con El País.
En esas fiestas clandestinas conoció a un personaje singular. Carlos Maslatón. Con él grabó una pieza –Para todo argentino libre: Habla Maslatón (2020)- con un popurrí de referencias: de una estética soviética, a la música de la Marsellesa y un lema final: “Arriba la insurrección, abajo la dictadura”.
“Era una persona muy feliz de hacer cine político”, comentó Maslatón a este diario, quien dijo que quedó trunca otra película con Oría relativa a la vida del influencer.
Pero si bien Maslatón le abrió una ventana al mundo libertario, el enlace que lo conecta con Milei derivó por parte de Carolina Barrios, una amiga de su mamá que trabajaba en la Corporación América. El flechazo con Milei fue inmediato. Al punto que a los pocos meses Oría sacó 3 mil dólares del chanchito familiar y grabó Pandenomics, su ópera prima, que recrea un mundo subterráneo de catacumbas en la que jóvenes libertarios alientan a un Milei cosplay para destruir el Banco Central. La participación estelar es la de Karina Milei, vestida de negro pero con alas blancas, que empuja con Lila Lemoine al Anarcop (el superhéroe de Milei) para que rompa una maqueta del BCRA.
“No la voy a defender a nivel cine”, se ataja Oría respecto a la calidad audiovisual del film.
Luego llegó La Revolución Liberal, estrenada en el Luna Park durante la campaña y en la que el director igualó la performance de Milei con la actuación de Darin. Y la filmografía llega al presente, en el que Oría hizo lugar en su atareada agenda gubernamental para desarrollar Javier Milei, la serie. Se trata de episodios sueltos -por ahora solo es estrenó el primero- que buscan retratar la “gesta” que derivó en que el autodefinido anarcocapitalista llegue a Balcarce 50.
En todas las imágenes no hay referencia a las promesas incumplidas de Milei, sus contradicciones o sus ideas delirantes como avalar el mercado de órganos. Martín Sivak le consultó -en la entrevista de El País– porque no había incluíido roles críticos o la intimidad del Presidente. A Oría le pareció un detalle menor.
“Lo comparo con mi rol de abogado: estoy haciendo un alegato a favor de Milei, una defensa de la persona (…) Soy parte de un bando que está en una batalla, en una guerra y además creo mucho en Javier. Todo hombre tiene imperfecciones. Que las críticas las hagan otros”.
¿No hay almuerzos pero sí pelis gratis?
Según el Gobierno nacional, el Estado nacional no puso ni un solo peso para la serie de Milei que se estrenó en Twitter y que otras cuentas satélites replican en Youtube. Eso sí, ni Oría ni el Ejecutivo pueden explicar cómo hizo el director de Realización Audivisual para en medio de los viajes y sus tareas diarias -no hay contenido audiovisual de Milei que no salga sin su autorización- tener un el tiempo y el espacio físico para dirigir, guionar y producir la serie.
En cuanto al financiamiento, Oría dice haber puesto más de 3 mil dólares por episodio. Según él, fue un aporte personal y sin retribución económica.
Tampoco detallan -ni él ni la Secretaría de Presidencia- cómo las personas que Oría tiene a cargo en la dependencia estatal (los editores Santiago Gregorio Pacheco y Nicolás Antonio Recart, con suculentos sueldos que abonan, mes a mes, los contribuyentes) también hayan tenido la fortuna de contar con tiempo libre para participar de la edición y la producción de la serie. El Gobierno contestó que no hayn hecho esas tareas en el horario laboral.
Es muy poco probable que la Justicia o bien, los partidos presuntamente republicanos indaguen sobre si el área de Comunicación Audiovisual hace un trabajo partidario en las oficinas de Casa Rosada.
Verborragia
Oría dice disfrutar este presente, aunque no se conforma. Quizás ese anhelo de querer ir por más que lo llevan a hablar un poco por demás. Ocurrió durante la campaña, cuando a darse a conocer comentó que filmaba videoclips para Tini Stoessel, algo que después tuvo que desmentir.
Lo mismo ocurrió con el affaire Cannes. Es que en su biografía, Oría solía contar que su corto Economía de Guerra compitió en el icónico festival francés. Cuando uno urga la información no es precisa: el corto fue seleccionado para participar en el Short Film Corner, un espacio subsidiario al festival en el que cualquiera que abona queda habilitado para que se reproduzca su film. Para trazar un paralelismo: es como si alguien dijera que jugó el último Mundial de Fútbol porque participó de un torneo de penales en el Fan Fest.
¿Pesarán sus palabras cuando no duda en calificar al gobierno de Milei como “el mejor de la historia mundial? ¿No pesará sus palabras al querer pretender ser el nuevo Pino Solanas?
En Memorias del saqueo puede encontrar algunas de las respuestas.