Las mujeres feministas de derecha  | Una investigación sobre las liberales / libertarias que adscriben a la agenda de género



¿Hay feministas de derecha? La pregunta puede sonar provocadora. Y mucho más la idea de que haya mujeres que apoyan a Milei y que se definan feministas, y den batalla en espacios libertarios por algunas de las banderas de la agenda feminista, como el derecho al aborto. Con ánimo de encontrarlas o mejor dicho, desentrañar su pensamiento, Melina Vázquez y Carolina Spataro  investigaron a ese sujeto político que los sectores progresistas han ignorado. Las buscaron, las entrevistaron, participaron de sus reuniones, y leyeron los libros que ellas leen. Sus hallazgos los cuentan en el libro Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas (SIglo XXI), que acaba de publicarse y presentan el 22 de agosto a las 18.30 en el Centro Cultural Morán en conversación con Diana Maffía, Alexandra Kohan y Pablo Semán.

El título del libro se refiere a cómo ellas –las mujeres liberales/ libertarias que se identifican de cierta forma como feministas– entienden que deben llegar a los espacios de poder: sin ser la hija, la esposa o la amante de un dirigente político relevante y además, alude a su rechazo al Estado.

Las autoras aclaran que estudiaron a mujeres que llevan adelante un activismo menos visible y que consiste principalmente en armar grupos, discusiones, leer, socializar sus valores y disputar lugares en la política. Algunas pocas ocupan posiciones en el Poder Legislativo –como concejalas o asesoras de diputados– y en el Ejecutivo, o bien tienen alguna responsabilidad partidaria o en fundaciones. El punto a destacar, señalan, es que no se trata de las referentes más públicas y conocidas de los universos liberal-libertarios.

“Nosotras no partimos la investigación preguntándonos si estas mujeres pueden o no ser feministas, buscamos entender el feminismo que ellas buscan construir y en el que se sientan representadas, y comprender los ecos de otros feminismos incluso en sus propias prácticas, ya sea de lectura, como en sus modos de organización, realizando encuentros de mujeres, en sus disputas con los varones, en el modo en que ellos también las marginan, incluso las doxean en redes, cuando tienen posiciones que para ellos son de marxistas culturales, una acusación que les hacen con frecuencia”, pide que quede claro Spataro, en diálogo con Página 12. Y agrega: “Entonces, me parece que es importante remarcar que la pregunta no es si pueden o no ser feministas, sino qué es el feminismo para ellas. Y lo que es ultraevidente para nosotras es que en la generación intermedia, las de 30-40 años y las más jovencitas de 20, el feminismo es un significante que tienen a disposición en sus conversaciones cotidianas, lo que sucede es que lo asocian en una cadena de sentido con otro significante como el liberal, que no es la relación más habitual de la historia reciente de los feminismos en la Argentina”

Spataro es doctora en Ciencias Sociales (UBA) y magíster en Comunicación y Cultura, investigadora adjunta del Conicet (IIGG-UBA) y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Vázquez es posdoctora en Investigación en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud y doctora y magíster en Investigación en Ciencias Sociales (UBA); investigadora independiente del Conicet (IIGG-UBA), codirige el Grupo de Estudios en Políticas y Juventudes y coordina el Diploma Superior en Juventudes (CLACSO).

¿Por qué decidieron investigar a mujeres de las nuevas derechas? ¿Qué les atrajo? –les preguntó este diario.

Melina Vázquez responde: –Venía estudiando el fenómeno liberal-libertario, sobre todo desde los jóvenes, y al principio era muy llamativa la ausencia de mujeres. No sólo era algo que yo podía ver, sino que además era problematizado por los propios militantes, y sobre todo por las militantes que empecé a ver progresivamente creciendo dentro de esos espacios. Hay una pregunta que es compartida entre todos ellos y que es: ¿por qué al liberalismo le faltan mujeres?”.

Esas mujeres que participan en los espacios libertarios –sin ser aquellas que suelen aparecer en los medios y están al lado del Presidente, como Karina Milei y Lilia Lemoine– buscan promover la participación femenina en la política liberal, con énfasis en el mérito y la formación, no en vínculos personales con varones ni en cupos. La paradoja es que se oponen ideológicamente a los cupos femeninos –o a la paridad– pero reconocen que sin ese tipo de medidas de discriminación positiva difícilmente tendrían lugar.

Hay otros dos aspectos que atrajeron a Vázquez y a Spataron de este universo: uno tiene que ver con el debate público sobre el voto femenino en las últimas elecciones: los estudios de opinión han mostrado que las mujeres votan mayoritariamente a fuerzas progresistas, pero existe un porcentaje que apoya y milita en derechas y extremas derechas. Por otro lado, consideran que hacía falta un análisis más profundo porque la presencia de mujeres en estos espacios suele abordarse sólo a través de memes o estereotipos (como las “trad wives”) con los que las propias militantes no se identifican.

Entre los hallazgos de la investigación que se plasma en el libro, uno es la identificación de distintos grupos generacionales, entre ellos las “señoras liberales” (mujeres de 50 a 60 años, de clase alta, muchas con familias dueñas de campos), que no se dicen feministas, porque para ellas sigue siendo mala palabra. Algunas llegan a definirse como de “tendencias feministas”. El denominador común es que todas se muestran como rebeldes en relación a los mandatos para los que fueron criadas, como madres, esposas y cuidadoras del hogar. “Todas se separaron y decidieron iniciar su camino en la política para buscar un lugar ahí, porque el liberalismo –sostienen– está lleno de varones y quieren que las mujeres estén en la política y en el mercado”, detalla Spataro. La generación intermedia, de unos 30 años, está compuesta por mujeres profesionales y universitarias, influenciadas por movimientos como Ni Una Menos y debates sobre la presencia femenina en distintos ámbitos. “Como las más jóvenes, se identifican como feministas liberales: el feminismo les dio herramientas para reconocer desigualdades, pero rechazan el feminismo que consideran hegemónico, asociado a la izquierda”, agrega Spataro.

Las pibas de alrededor de 20 años ingresaron a la militancia en la pandemia con una fuerte crítica a las medidas de aislamiento implementadas durante la gestión del expresidente Alberto Fernández y también, al Estado. “En este último grupo nos sorprendió encontrar pibas que para vivir tienen trabajos muy precarios, en call centers por ejemplo, o han tenido que dejar la universidad para tener un empleo y mantener a su familia”, señaló Vázquez.

Otro de los hallazgos que destacan las autoras es la existencia de una red federal muy grande de mujeres liberal/libertarias en diferentes provincias y también en otros países de la región, como Brasil, Uruguay, Guatemala.

A pesar de sus diferencias generacionales y sociales, estas mujeres comparten una fuerte crítica al Estado, al que consideran un tercer eje de su autonomía junto a la independencia de varones, padres, maridos. Las “señoras liberales”, es decir, las mayores, lo cuestionan por intervenciones como la Resolución 125, del 2008, que afectó al sector agropecuario –sus familias, en definitiva–, mientras que las más jóvenes lo critican por su falta de presencia efectiva y por la precariedad en sus políticas, “con esa suerte de mímica del Estado o de Estado del Estado, como dice Pablo Semán”, dice Vázquez.

“Entonces, las tres generaciones confluyen en esa mirada de construir autonomía sobre el Estado, pero muy fuertemente condicionada por su instrucción de clase”, agregan las autoras.

¿Cómo se ubican entonces frente al gobierno de Milei con una narrativa contra derechos sexuales y reproductivos y los derechos de las personas LGBT+? –les preguntó este diario.

M.V.: –En realidad, esa fue casi nuestra pregunta también al comienzo, ¿cómo hay mujeres que militan dentro del movimiento liberal-libertario, siendo que su principal portavoz tiene expresiones públicas y también lleva adelante políticas de recorte en torno a esas agendas? De lo que nos dimos cuenta al tiempito de comenzar el trabajo de campo fue de que tanto los derechos sexuales y reproductivos como la agenda LGBT no son el núcleo central de su activismo. La crítica al Estado y el empoderamiento en el mercado es aquello de lo que ellas hablan centralmente y es su principal interés, es lo que amalgama a estos grupos.

C.S.: –Pero cuando íbamos con preguntas, por ejemplo, respecto del aborto y de la posible derogación de la Ley de IVE, o consultábamos sobre sus posturas sobre la interrupción voluntaria del embarazo encontramos que hay posiciones muy heterogéneas. Por eso nos dábamos cuenta de que esa era una preocupación nuestra y no de ellas, lo mismo que la agenda LGBT, la ESI, y la Ley de Identidad de Género. 

Acá sí encontraron una gran diferencia generacional: las “señoras” no están a favor de la legalización del aborto. Algunas de ellas llevan el pañuelo celeste pero no hacen de esa su principal causa de militancia, pero ninguna piensa que una mujer que aborta deba ir presa. En cambio, entre las de la generación intermedia y las más jóvenes, hay muchas que llevaron el pañuelo verde en algún momento en 2018 –cuando se hizo el primer debate legislativo– pero ya no lo llevan más. Algunas “porque consideran que la ley se aprobó hace mucho y es un tema que ya pasó” y otras, “porque creen que quedó asociado al feminismo de las zurdas” y decidieron dejar ese símbolo de lado.

Las autoras también se encontraron con otras mujeres, entre las más jóvenes que entrevistaron, con una posición “neutra”, a las que les preocupa cómo van a hacer los hospitales públicos para garantizar el aborto legal cuando –ellas consideran– tienen dificultades para garantizar otros derechos vinculados a la salud. “La discusión, siendo consistente con su visión sobre la economía y el Estado, pasa más por quién paga el aborto que por si el aborto debe o no ser legalizado”, dice Vázquez.

“En el aborto podemos sintetizar algo que encontramos en relación a estas agendas, que es que no hay una posición común, que hay una heterogeneidad y que hay un corte generacional muy importante”, destaca Spataro.

¿Con qué visión se quedan ustedes? ¿Creen que pueden definirse como feministas si votaron a Milei, militan contra el Estado y se definen liberales en lo económico?

M.V.: –Nosotras encontramos mujeres que se juntan para tener un lugar en la política porque consideran que en el liberalismo eso no sucedió y sí en el peronismo, en el radicalismo, y en la izquierda; que se juntan a leer literatura feminista que hay en otras bibliotecas como puede ser Simone de Beauvoir o Judith Butler, y también textos de liberalismo económico y construyen su propio estante, el estante liberal, en donde ubican a María Blanco, a Gloria Álvarez o a Ayn Rand. También encontramos mujeres que se juntan y hablan de situaciones que las atraviesan como por ejemplo la difícil conciliación entre la militancia, el trabajo y las tareas de cuidado; o el acoso sexual dentro de sus espacios políticos. Y encontramos que muchas de ellas además, se dicen feministas y consideran que ese es un significante que está en disputa y quieren imprimir o unirlo al liberal. Por nuestra perspectiva de trabajo etnográfica no nos pusimos a cuestionar si eran feministas o no, sino lo que buscamos es entender el feminismo en sus propios términos.

¿En qué luchas podrían articular estas mujeres con los feminismos?

C.S.: –Una de las prácticas que llevan adelante es una especie de decálogo donde identifican los puntos que las nuclean, en tanto feministas liberales. Es interesante porque hasta las que no se reconocen feministas podrían adherir a esa agenda aunque no a la categoría feminista. El primer punto de ese decálogo es que nadie se puede arrogar el derecho de hablar en nombre de todas las mujeres. Ellas consideran, y por eso la disputa con el feminismo progresista aparece como un elemento tan importante, es que hay algunas agendas que sostuvo el feminismo más progresista que expresan una captura por parte de ciertos espacios político partidarios. De alguna manera eso aparece en tensión y desde ese lugar pareciera que los acuerdos son pocos. Sin embargo, hemos encontrado algunas agendas puntuales que permiten pensar, no en posibles confluencias a futuro, sino en instancias en las cuales ellas esgrimieron argumentos parecidos o sostuvieron posiciones equivalentes. Por ejemplo, hay dos bastante significativas en este largo año de trabajo de campo, que fue impugnar la designación como juez de la Corte Suprema de Ariel Lijo y también, dentro de un espacio de las mujeres liberales más grandes, apoyar y acompañar un proyecto de ley para que haya paridad dentro del máximo tribunal. Hay otros elementos que también dan confluencias inesperadas, como un proyecto de ley para que haya educación financiera dentro de las escuelas, en algunos casos remarcando la idea con perspectiva de género. Les preguntamos a propósito de la sugerencia que hizo a fin del año pasado Martín Menem sobre un eventual proyecto para derogar la Ley de IVE, y algunas decían “yo sería capaz de irme a militar hasta con las de izquierda para que eso no suceda”. Obviamente que esto no refleja la posición de todas, ni siquiera de la mayoría, pero para algunas el aborto representa un límite a la posibilidad de seguir adhiriendo o de ser parte de sus espacios, o en todo caso de pensar posibles alianzas con mujeres con las que están en posiciones ideológicas contrapuestas.  

Fuente: Pagina12

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