Argentina posee una gran capacidad de generar ahorro, pero enfrenta serias dificultades para canalizarlo hacia la inversión productiva. Reconstruir la confianza es clave para transformar capital defensivo en proyectos que impulsen el crecimiento y la competitividad del país.

Argentina tiene un rasgo que se repite en su historia económica: una enorme capacidad de generación de ahorro y talento empresarial, pero una marcada dificultad para canalizar ese capital hacia la inversión productiva y de largo plazo. La consecuencia es conocida: fuga de capitales, inversiones defensivas y un mercado financiero que no logra desplegar todo su potencial.
Esto no es casual. Décadas de inestabilidad macroeconómica, alta inflación, cambios bruscos de reglas y falta de previsibilidad han erosionado la confianza de los inversores, tanto locales como extranjeros. Sin confianza, el ahorro busca protección antes que riesgo; prioriza la liquidez antes que proyectos de transformación; migra al dólar o al exterior en lugar de financiar el crecimiento interno.
La experiencia internacional muestra un camino distinto. Países que hace apenas treinta años tenían desafíos similares —como Chile en la región, o incluso algunas economías asiáticas— lograron consolidar un mercado de capitales sólido al alinear políticas públicas y sector privado en torno a objetivos compartidos: estabilidad, respeto por la propiedad privada, incentivos claros a la inversión y desarrollo de instrumentos financieros accesibles. Esto permitió que el ahorro nacional financiara empresas, infraestructura y tecnología, multiplicando empleo y competitividad.
Qué necesita Argentina para dar el salto
En Argentina, dar ese salto requiere un cambio de enfoque. No alcanza con esperar que el capital llegue por arte de magia: es indispensable construir confianza de manera sostenida, lo que implica:
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Reglas de juego estables y previsibles, que trasciendan los ciclos políticos.
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Seguridad jurídica e institucional, para que el inversor pueda proyectar a largo plazo.
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Transparencia y acceso a la información, reduciendo la asimetría que hoy desincentiva a muchos ahorristas.
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Educación financiera y desarrollo de instrumentos simples y confiables, que permitan a las personas y a las PyMEs participar activamente del mercado.
En este proceso, el sector privado tiene un rol protagónico. Empresas, bancos, agentes de bolsa y propios inversores pueden y deben liderar la articulación entre ahorro y economía real. Un mercado de capitales moderno no se limita a ofrecer productos financieros: es un puente que conecta recursos con ideas, financiamiento con producción, innovación con oportunidades de empleo.
El potencial está, la confianza aún no
El desafío es grande, pero también lo es el potencial. Argentina cuenta con sectores estratégicos —energía, agroindustria, economía del conocimiento, minería— capaces de atraer capital e impulsar un crecimiento federal. Para que eso suceda, necesitamos crear condiciones para que el capital permanezca, se multiplique y genere valor en el país.
Reconstruir la confianza no será tarea de un solo actor. Es un esfuerzo conjunto entre Estado, sector privado y sistema financiero, basado en consensos mínimos que den previsibilidad. Solo así podremos transformar el ahorro defensivo en inversión productiva y construir un futuro económico más estable y sostenible.
CEO de Sailing Inversiones
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Ambito