El fin de año se precipita ratificando sensaciones muy contradictorias. No debe negarse que el Gobierno saca pecho con el estadio económico, aunque sea a costa de variables dibujadas y del achicamiento de ingresos en los sectores medios y populares. Pero, ¿cómo establecer la verdadera salud de esa actualidad?
Por otro lado, concurrente, los hermanos presidenciales también arremeten sin piedad contra lo que quede del ya casi extinto Pro.
Mauricio Macri es un cultor de la vagancia. No tiene ni el más mínimo empeño para enchastrarse en el barro de las batallas que significan a la lucha político-electoral, salvo que sorprenda con una súbita vocación de trabajo. Su horizonte volitivo acaba en Villa La Angostura y en viajar como figura burocrática de la FIFA.
El último esfuerzo personal fue cuando puso el cuerpo luego de la derrota que sufrió en las primarias del 2019. Punto. Apenas le sumó concurrir a entrevistas de radios y canales amigabilísimos.
Y además: ¿en qué podría Macri contradecir a los Milei, como no fuere con los versos ridículos de que no le gustan sus formas?
Finalmente, como manera de decir, está la parálisis propositiva del nodo opositor.
Hay una relación inversamente proporcional entre la fortaleza que finge o demuestra el Gobierno y la debilidad que exhibe no sólo el peronismo, sino también lo que otrora se llamaba el “movimiento obrero”, las organizaciones sociales y, en fin, todas las franjas sueltas u orgánicas que se oponen a la perversión del modelo remarcadamente en vigor.
Vayamos en el orden descripto.
Hace un par de domingos, Alfredo Zaiat, en este diario, trazó los ítems con que puede sintetizarse el saldo económico de los doce meses de Milei.
Como precedió en su enumeración, la secuencia deformadora del comportamiento de las variables macroeconómicas es impresionante.
El superávit fiscal primario es trucho. El superávit fiscal financiero está dibujado. La inflación oficial es más elevada que la del Indec. La deuda pública se incrementó considerablemente. La expansión monetaria es fuerte. Los salarios privados, públicos e informales, no se recuperaron. La recesión no terminó. Industria, construcción y comercio siguen marcando números muy negativos. El consumo general registra caídas históricas y consecutivas, peores que en el peor momento de la pandemia.
Y sigue.
Las reservas internacionales netas del Banco Central continúan negativas, pese a las muy importantes compras de dólares. El año será recordado como el de la bicicleta financiera más espectacular en décadas, con ganancias de, por lo menos, 50 por ciento en dólares. La inversión privada es pésima, al comparársela con los primeros años de (todos) los gobiernos democráticos. Aumentaron el desempleo, la pobreza y la indigencia.
Y sigue.
Las jubilaciones contabilizan una fuerte pérdida en términos reales. Y después de la megadevaluación de hace un año, con un ajuste único de 120 por ciento, el tipo de cambio oficial está atrasado como en los peores momentos de cualquier gestión.
Zaiat responde que el análisis económico liberal-libertario es uno de los engaños colectivos más formidables expuestos en décadas de democracia. Que la economía de Milei es, hasta ahora, una inmensa burbuja financiera, cuya actividad de hidrocarburos es la principal y casi única privilegiada. Y que la pregunta es, en consecuencia, quién puede atreverse a evaluar en forma positiva la marcha económica.
Como los datos objetivos de números fríos llevan a contestar que nadie en su sano juicio podría justipreciar que estamos mejor, y siendo que tampoco nadie puede rebatir que Milei conserva e incluso incrementa su popularidad, habrá de buscarse la respuesta en factores relativamente subjetivos.
¿Qué es?
¿Es que resulta mucho más fuerte que lo previsto la imagen que dejó el gobierno anterior? ¿Es que la memoria colectiva o más representativa ya no llega más allá de unos meses, y gracias? ¿Es que, frente a la ausencia prácticamente absoluta de alternativas, queda implícito refugiarse en “lo que hay”? ¿Es que la ensoñación producida por un extremista lleva a pensar que no puede estar tan equivocado, y que ésta es una última oportunidad? ¿Es que no hay forma de evitar que la historia se repita? ¿Es una combinación de esos y otros aspectos?
Si es por imágenes, y yendo hacia el segundo elemento citado en estas líneas, estaría claro que los Milei se fumaron a los macristas (verbigracia por “derecha moderada”, para usar una categoría convencional) de un modo tan cruel como no calculado.
En la semana, volvieron a fanfarronear con que ya no necesitan el aporte de un Pro que, tomada cualquier encuesta que se quiera, tiene hoy no muchos más votos que la izquierda trotskista. Ya se habían dado el lujo de decirle a Macri que se olvidara de morder en el negocio de la denominada Hidrovía. Lo necesitaron para el balotaje, pongámosle. Say no more.
Los karinos están armando construcción propia. El mismo Jamoncito salió en defensa de Pucho Ritondo, pasado por completo a las filas libertaristas y tema prohibitivo en los medios oficiales (y parecería que en algunos otros también). Los carpetazos del Triángulo de Hierro, contra los macristas, son susceptibles de ser iguales a los que los macristas podrían tirarle al Triángulo. Pero Macri ya no tiene poder de fuego.
Entendámonos: estamos hablando de carpetazos de negociados, que al fin y al cabo sólo se trata de eso. El modelo entero es cuestión de eso.
Y si hablamos no tanto de negocios, sino de exposición de poder a secas, los hermanos también volvieron a mostrarle dientes (muy) afilados a la vice.
Victoria Villarruel debió salir con bandera blanca, tras que le apuntaran cual inútil que no puede conducir al Senado. Sus fuerzas le dieron para trenzarse en tuiteos contra la Comandante Pato, acerca del gendarme argentino detenido en Venezuela.
La vice acierta cuando señala que fue una irresponsabilidad habilitar al gendarme para entrar allí (y encima, ¿una vez que entró no pasa a ser asunto de Cancillería, en lugar del Ministerio de Seguridad? El desaguisado institucional es tan grande y naturalizado que ya no inquieta cuidar elementales rasgos de prolijidad). Se le dio aire a las sospechas sobre qué fue a hacer Nahuel Gallo a Venezuela.
Pero, como fuera, los hermanos rindieron a la vice.
De nuevo, entonces y resumiendo respecto de las variantes de “derecha enojada”: avanzan los Milei. Derrotan a sus enemigos íntimos.
Por el momento, esparcen asimismo una ofensiva que no encuentra réplica efectiva.
El Gobierno dispuso que las Fuerzas Armadas puedan colaborar con la Policía en espacios considerados de “vital importancia”. ¿Cuáles serían? ¿Los bagayeros de Salta? ¿Los feriantes de Jujuy?
El informe de Amnistía Internacional dio cuenta de “las alarmantes cifras de la represión” en el primer año de Milei. Casi 1200 heridos, muchos graves con impactos en el rostro y severos daños en la visión.
Los despidos en el Estado, en buena o gran medida sin pies ni cabeza y sin tampoco lugar mediático, se profundizan día a día.
Al Congreso lo dejaron hasta más ver, incluyendo el tratamiento del Presupuesto Nacional.
A la Corte le meterían dos jueces por decreto, en enero, con medio mundo mirando otro canal.
Y por supuesto, o casi, se vendría el nuevo programa de endeudamiento con el Fondo Monetario. Magnífico escenario redivivo de las relaciones carnales.
Llega luego el tercer factor.
Esto es: qué ocurre entre quienes sí pretenden plantarse como oposición real a los hermanísimos.
No hay novedad en (lo que debería ser) ese frente. Hasta que se demuestre lo contrario, gana el ombliguismo.
Unos por lo que ya demasiados definen como pretensiones “monárquicas”. Y otros, más en defensa propia que por ombliguistas, a raíz de lo que consideran una visión internística e incapaz de componer nuevas canciones.
Fue muy significativo y poco difundido, excepto por la cobertura de Buenos Aires/12, que, en la Legislatura bonaerense, gracias al aval decisivo de miembros camporistas, Axel Kicillof no pudo lograr que le aprobaran el Presupuesto 2025 y otras leyes impositivas. El viernes próximo se volverá a intentar.
Caramba. Un Presupuesto que es exactamente el anverso de la motosierra mileísta, sin impuestazos, resguardando obra pública, reforzando a un Estado presente.
¿Qué es lo que quieren serrucharle al gobernador, desde lo que –se supone– es su propio espacio ideológico? ¿O es cosa, solamente, de marcarle el territorio hacia el dedazo en la conformación de las listas electorales?
Mientras ese tipo de chiquitajes no se resuelva, los hermanísimos y sus mandantes del poder verdadero podrían seguir a pochoclo puro.
Menos mal que esto es la Argentina, con sus capacidades de sorpresa quizás -sólo quizás- intactas.