El terremoto de magnitud 8.8 sacudió la península rusa con una violencia histórica, pero no provocó muertes. ¿Qué factores evitaron una tragedia mayor?

A las 8:24 de la mañana, una sacudida brutal interrumpió la rutina en Kamchatka, una región del extremo oriental ruso que ya está acostumbrada a convivir con volcanes activos y suelos inestables. Pero esta vez fue diferente. El terremoto alcanzó una magnitud de 8.8, una de las más potentes registradas a nivel mundial. Y sin embargo, cuando todo se calmó, el dato más llamativo no fue la fuerza del terremoto… sino que nadie había muerto.
¿Milagro? ¿Suerte? No exactamente. La explicación parece estar en una mezcla de experiencia, prevención y reflejos bien entrenados. Según los sismólogos, el epicentro del terremoto estuvo en el mar, a 149 kilómetros de la costa y a 17 de profundidad. Eso ayudó. También ayudó que muchas construcciones recientes hayan sido diseñadas para resistir movimientos fuertes. Y sobre todo, que la población ya estuviera en alerta desde hacía días: desde el 20 de julio, los científicos venían detectando actividad sísmica inusual en la zona. No era la primera señal de que algo grande podía pasar.
Los relatos de los vecinos son tan desgarradores como surrealistas. En Petropavlovsk-Kamchatsky, la ciudad más cercana al epicentro, la gente salió disparada a la calle en pijama, con el pelo todavía revuelto, arrastrando a los chicos y buscando señal de celular. Una mujer bajó con una pantufla puesta y la otra en la mano. Otra salió con un termo. En medio del susto, hasta hubo tiempo para un té improvisado entre vecinos que no se conocían.
Declaran estado de emergencia en Kamchatka
La reacción oficial fue rápida, ya que en cuestión de minutos, se declaró el estado de emergencia, se activaron los refugios temporales y se inspeccionaron los edificios más vulnerables. Las autoridades sabían que no podían perder tiempo: más de 50 réplicas habían sacudido la zona en pocas horas, y los expertos no descartaban nuevos terremotos en los días siguientes.
Un jardín de infantes perdió parte de su fachada, algunos ascensores se trabaron y se rompieron techos en el aeropuerto de Yelizovo, donde los pasajeros corrieron asustados. Pero lo increíble fue que, más allá de los sustos y algunos heridos leves, no hubo víctimas fatales. Y eso, en un lugar con miles de turistas, edificios habitados y rutas activas, es mucho decir.
El gobernador de la región, Vladimir Solodov, fue tajante: el operativo funcionó, pero hay cosas por mejorar. Criticó con dureza la respuesta del aeropuerto, ordenó revisar los protocolos y pidió más entrenamiento para el personal. La sensación general, sin embargo, fue de alivio frente a un terremoto de los que quedan en los libros de historia, pero en el que la tragedia pudo ser evitada.
Mientras tanto, las redes se llenaron de testimonios. Una nena de 10 años escribió que estaba sola en casa cuando empezó el temblor, y que su mamá llegó corriendo del trabajo media hora después, llorando. Otros vecinos contaron que se fueron a sus dachas, como medida de precaución. “Hace meses que la tierra no se queda quieta”, decía uno. “Ya sabíamos que algo así podía pasar”.
Hubo también un aumento en las llamadas a emergencias por subidas de presión, arritmias, ataques de pánico.
Fuente: Ambito