Apenas unos minutos después de las tres de la tarde se abre la puerta lateral de la fábrica que ocupa tres manzanas en Coronel Suárez y salen poco más que una decena de operarios. Son los únicos que quedan de los casi 800 que había en diciembre de 2023 cuando Javier Milei asumió la presidencia. Previo a las naves de producción, hay un extenso playón ocupado solo por tres bicicletas y dos motos. Es viernes 10 de enero y cuatro perros callejeros deambulan despreocupados por el medio de la calle Olavarría al 600. Se escuchan los pájaros y el golpeteo de las hojas de los fresnos sobre la vereda. El sonido del viento solo es interrumpido por el motor de un auto, un camión o alguna maquinaria agrícola que vuelve del campo. La escena silenciosa bien podría ser la de cualquier pueblo de la zona centro sur bonaerense durante un fin de semana de verano, pero no, es día laboral y acá, hasta hace una semana, había una fábrica en funcionamiento. Ahora lo que queda es silencio. Lejos quedó el bullicio de los 4000 operarios que llegaron a producir en esta fábrica, muchos de ellos provenientes de pueblos cercanos.
“Hoy es mi ocaso, es la crónica de nuestra muerte”, dice Liliana Holzmann. Está cerca de cumplir 57 años, le quedaban tres para jubilarse y recibió el telegrama de despido después de más de tres décadas de trabajo. Es una de las 360 personas a las que le llegó o le llegará la notificación tras la decisión de la empresa brasileña Dass de cerrar la planta de producción de zapatillas Adidas en Coronel Suárez. La compañía, que también fabrica para Asics, Umbro y Fila, adujo caídas en las ventas y complicaciones por la apertura de importaciones, por lo que decidió unificar la producción en su planta de Eldorado, Misiones. Pero el vaciamiento empezó antes, a principios de 2024 cuando la empresa comenzó a despedir empleados “por goteo”, cada semana. Fueron alrededor de 400 los que quedaron sin empleo durante todo el 2024 y a los que se sumaron los 360 en los primeros días de 2025 . En un año, pasó de producir 16.000 pares de calzados a solo 8000, según relevó la regional de la Unión de Trabajadores de la Industria del Calzado de la República Argentina (Uticra)
Para Liliana Holzmann es “la fábrica”, siempre fue así a lo largo de los más de cuarenta años en los que la empresa estuvo en la ciudad. Pasaban los dueños, quedaba la fábrica. Ese lugar fue para ella una extensión de su familia, allí comenzó a trabajar su mamá cosiendo balones, pasaron sus diez hermanos y hasta hoy también su hija y su yerno. Fue su primer trabajo después de terminar la secundaria y dice que será el último. No sabe cómo subsistirá cuando se le termine la indemnización porque su “único capital es saber coser a máquina”. Tanto sabe de su oficio, que hasta hace una semana era la capacitadora en Dass, ella era la que transmitía cada detalle de la unión entre la suela y la capellada (la pieza que cubre la parte superior del pie) para lograr la excelencia. “Siempre nos inculcaron que la competencia era por el lado de la calidad y el conocimiento. Yo también creí eso hasta hoy, que me desilusioné. Ahora me doy cuenta que nuestro trabajo no subsistía por la calidad, sino por las políticas económicas”, reflexiona.
Igual que la mayoría de Coronel Suárez, Liliana votó a Milei, que aquí, en el balotaje, ganó por 65 a 35 por ciento, diez puntos por encima de la media nacional. “Yo apoyo y creo en este gobierno. Nosotros somos un daño colateral”, sostiene. “Yo ya lo pasé, viví el 2003 cuando un 12 de septiembre a la 1 de la tarde, después de haber soportado 6 meses casi sin sueldo y cuatro años con una paga irregular, nos dijeron que se cerraba. Yo siempre fui anti huelga, siempre trabajando. No es que hoy no me importe, pero, quizás, nos engañamos y decimos que por lo menos nos pagan. Tengo miedo, tengo que sobrevivir tres años y ver si me puedo jubilar. A ver si esta ley no cambia y resulta que quedo patinando”, reflexiona.
La historia se repite
Los galpones de esta fábrica llevan la huella de la historia argentina. Permanecen como testigos inanimados de los vaivenes económicos que provocaron las oleadas neoliberales, de los gobiernos populares y de la ferocidad de este tiempo. Algunos de sus obreros y obreras, como Liliana o su hermana Mariela Holzmann (actual delegada regional de Uticra) recuerdan en sus cuerpos la quiebra de Gatic en el 2003, en la debacle de la empresa que fue la primera licenciataria en América Latina de Adidas y que instaló la planta en Coronel Suárez a finales de la década del 70. “Después de los 90 nos fuimos todos a la calle, en plenas fiestas prácticamente. El sistema político nos tiraba una bolsa de arroz y un pan dulce, fondos de desempleo que no alcanzaban. La industria del calzado era un caos y realmente había hambre. Salimos a la calle a pelear por los puestos de trabajo”, recuerda Mariela, que también arrancó en la fábrica de chica, a los 16 años
Ricardo Moccero va por su séptimo mandato como intendente de la ciudad y recuerda ese 2003: “Tenía miles de personas en la puerta de la municipalidad esperando hasta tarde las novedades que traía de las reuniones en Capital Federal”. El año de la quiebra, Néstor Kirchner prorrogó el fondo de desempleo por un año y buscó nuevos inversores. En el 2005 la fábrica reabrió con la firma Indular, de capitales argentinos. En el 2009, con la presencia del Grupo Vulcabras, la fábrica llegó a superar los 4000 empleados, lo que derivó en la visita, en pleno conflicto con el campo por la 125, de la entonces presidenta Cristina Kirchner.
Pero los despidos volvieron. Durante el gobierno de Mauricio Macri cientos de personas quedaron en la calle, se estima que alrededor de 500 entre 2017 y 2018, algunas con suspensiones y otras con retiros voluntarios. Leandro Acosta, tiene 30 años y esta semana recibió el telegrama. Estaba junto a sus padres, ambos extrabajadores de la empresa, su madre despedida durante esos años y su padre tras la pandemia. “Para nosotros es impactante porque conocemos también la importancia de la fábrica para la comunidad. No solo en lo personal”, dice Leandro. “Yo soy carpintero y veremos cómo salimos adelante, me preocupa pero yo soy joven, en cambio, mis compañeros de 50 no van a poder conseguir trabajo fácil. Pienso también en mis compañeras madres solteras, que están pagando un alquiler y tienen un mercado laboral más reducido”.
Como en loop, la historia se repite. “Hoy creo que padecemos lo mismo que en la época de los ´90, que mató a Gatic. Los que pasamos historia dentro de la fábrica entendemos que lo que estamos viviendo es prácticamente lo mismo”, cuenta Mariela Holzmann. Otra persona que también padeció esos vaivenes es Marcelo Melchor, delegado de la planta. Tiene 58 años y 17 de antigüedad. “Va a ser muy difícil volver a reinsertarme laboralmente por la edad que tengo. Por ahí podés agarrar un trabajito, alguna changa de días o de semanas, pero un trabajo fijo como el que estábamos acostumbrados va a ser muy difícil”, pronostica.
Según los últimos datos de la Cámara de la Industria del Calzado (CIC), la caída de la producción en el sector es del 15 por ciento, las ventas disminuyeron 20 y las importaciones de calzado aumentaron un 50 por ciento. “Hoy por hoy, abrir las importaciones es lo peor que nos puede pasar porque estamos matando a la industria nacional. Si te traen un zapato directamente de Asia ya terminado que vale 50 mil pesos y vos acá lo vendés a 150, es imposible competir. Ese es el gran drama”, dice Marcelo Melchor.
La ciudad dormida
La ciudad es pulcra, nada parece estar fuera de lugar, ni siquiera los adoquines añejos de la avenida que rodea la plaza principal. Tan pulcra es Coronel Suárez que no hay bombos, no hay pancartas, no hay pintadas, no hay un solo indicio de que acá, hace una semana, cerró la mayor fábrica de la zona, más grande que la papelera Smurfit, que emplea a casi 300 personas, y que cualquiera de los emprendimientos agrícolas que hay en la región y que son la otra pata de la economía local. Nada altera esa orden, no hay indicios de que esta es la misma ciudad en la que dos década atrás miles de personas se movilizaron por la quiebra. Juan Fabián tiene una ferretería sobre la avenida Sixto Rodríguez y no cree que su comercio pueda ser afectado. “En Suárez hay trabajo para el que quiere trabajar, se siente muy poquito, casi nada. Yo no creo que perjudique a la ciudad. Nos da pena por las personas que se quedaron sin trabajo, pero los que están ahí saben trabajar de otra cosa”, piensa. Cuenta que tiene tres hermanos de la iglesia que fueron despedidos y que ya consiguieron trabajo en el campo y en una casa de familia. “El gobierno está haciendo cambios y está cumpliendo lo que prometió”, agrega.
Tampoco hay carteles en el portón de la fábrica. El lunes, cuando se anunciaron los 360 despidos, el sindicato convocó a una asamblea en la puerta del lugar a la que solo asistieron poco más de 30 personas. Algunas estaban de vacaciones porque la empresa les extendió el período unas semanas más, pero pocos se acercaron. “Fue una sorpresa total porque la empresa nos alargó las vacaciones, ya sospechábamos algo, pero nunca podíamos especular con el cierre total. La gente no parece muy preocupada, tiene más que nada una mezcla de miedo y enojo”, dice Leandro Acosta.
En Coronel Suárez viven alrededor de 43.000 personas y, si bien el impacto de 800 desempleados aún no se ve de manera contundente porque todos cobraron sus indemnizaciones, las consecuencias están latentes. Franco Maneiro tiene 26 años y es dueño de un kiosco en la intersección de las calles Alem y Sixto. “Todavía no se siente, pero va a pasar. Me imagino que van a empezar a buscar laburo y va a ser una consecuencia grave. Dass es importante porque este es un pueblo chico y es una fuente de trabajo. Me preocupa porque hay un montón de gente que se va a quedar en la calle”, cuenta.
Lo que se viene
En la antesala del despacho del intendente Moccero hay una zapatilla Adidas sobre un pequeño pedestal, una especie de souvenir. Es violeta y lleva las tres tiras blancas: “Hechas en Argentina”, dice el cartel que la sostiene. En Coronel Suárez hacer zapatillas es una marca identitaria. Moccero está preocupado por lo que pueda pasar en seis meses cuando el dinero de las indemnizaciones se acabe, no sabe qué pasará con la economía local, con el hospital, con los alquileres. Hasta principios del 2024, Dass volcaba 900 millones de pesos mensuales de salario de los empleados de forma directa, a los que se sumaban otros tantos pesos de manera indirecta. Calcula que para este año la ciudad tendrá 2000 desocupados (si se suman la gente de la fábrica a los que ya había). “En el 2023 los despidos de las 500 personas a las que se les terminó la cobertura social hizo estallar el hospital, colapsó, tuvimos que hacer ajustes recontra severos porque se incrementaron en un 40% los costos. Eso significa que se les fue terminando la cobertura social y cayeron todos al hospital público, justo en invierno. Ahora, con 360 familias que se quedan sin trabajo a partir del 20, va a pasar lo mismo”, pronostica Moccero.
Desde el municipio le piden al gobernador de la provincia, Axel Kicillof, un banco de herramientas y otro de máquinas para poder generar emprendimientos, aunque saben que no contendrá la situación en su totalidad. “Hay gente que no va a poder pagar el alquiler, es gravísimo. Acá no hay más lugares para alquilar y los pocos que hay son casas grandes por la que te piden 500 o 700 mil pesos, el fondo de desempleo se lo come el alquiler. Ese es el problema más grave que vamos a tener y no sé cómo se va a resolver”, agrega el intendente.
A 400 kilómetros, en Chivilcoy, también la empresa Bicontinentar despidió a 100 trabajadores en los últimos meses. A 360 kilómetros, en Las Flores, Coopershoes, que produce para las marcas Converse y Vans, echó a más de 206 trabajadores en el primer año de gobierno de Milei. Como pasó en el menemismo, la crisis en el sector textil se extiende y el nubarrón volvió a Coronel Suárez, lejos quedaron esos años de 4000 empleados que venían de Guaminí, Daireaux, La Madrid, Saavedra o Bahía Blanca. “Hay despedidos con mucha antigüedad, con indemnizaciones altas, quizás ponen algún negocio y en los primeros tres meses no se va a notar, pero después vamos a tener que estar preparados para lo que se viene. Esta historia se repite, porque la tuvimos con Gatic, pero en ese momento teníamos a Néstor Kirchner que nos solucionó el problema. Ahora no tenemos relación con el gobierno que, además, no va a cambiar su postura sobre las importaciones”, dice Moccero y muestra un pedido de ayuda al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que no tuvo respuesta.
Como una tarde silenciosa en la que la lluvia es inminente, en Coronel Suárez esperan el agua. “Por lo que pasó en los 90 sabemos que todos los emprendimientos no pueden llegar a buen puerto. Algunos surgen y otros no. Todos quieren ser taxistas, todos quieren ser emprendedores y sabemos que eso a la larga no subsistirá. Creo que, cuando esta rueda de plata se termine en unos meses, vamos a volver a lo mismo”, dice Mariela Holzmann. Tierra adentro, en esta ciudad bonaerense el cielo está cubierto.