Son populares y tentadoras, pero su consumo excesivo puede traer complicaciones. Esto es lo que hay que tener en cuenta antes de elegirlas.

A lo largo de los años, las infusiones se ganaron un lugar importante en la rutina diaria. Para muchos, son parte de su manera para relajarse, mientras que para otros es un aliado contra el frío o simplemente un recurso natural para sentirse mejor.
Aunque suelen estar asociadas al bienestar, no siempre todo lo “natural” es bueno. Cada persona, según su salud y contexto, puede reaccionar distinto. Por eso te conviene conocer algunos aspectos esenciales antes de abusar de ellas.
¿Se pueden tomar sin límite?
El hecho de que vengan de hierbas secas no significa que sean inofensivas. Algunas variedades tienen compuestos estimulantes, como el té con teína, que en exceso pueden provocar insomnio, nerviosismo o malestar digestivo. Otras, por su efecto diurético o laxante, pueden generar deshidratación, pérdida de minerales esenciales e incluso estreñimiento crónico si se consumen de manera continua.
En personas con hipertensión, ciertas infusiones como el regaliz, el ginseng, la maca o el guaraná pueden elevar aún más la presión arterial. Tampoco son recomendables en quienes atraviesan problemas renales, ya que suelen aportar potasio en cantidades que pueden complicar la función de los riñones.
Además, no hay que olvidarse que algunas plantas interactúan con medicamentos recetados y reducen su eficacia. Fármacos para la diabetes, el corazón, los antidepresivos o los antiepilépticos son solo algunos ejemplos. Por eso, la consulta médica es fundamental antes de incorporar cualquier hierba a la dieta habitual.
Cosas a tener en cuenta
Un error común es reemplazar el agua por infusiones. Si bien hidratan, al tener efecto diurético también favorecen la eliminación de sodio, potasio y magnesio, nutrientes vitales para el organismo. Lo ideal es que sean un complemento y no un sustituto.
En etapas como el embarazo o la lactancia, su consumo requiere todavía más cuidado. Ciertas plantas pueden resultar muy dañinas para el bebé o incluso provocar complicaciones en la gestación. Mientras que algunas hierbas como la menta o el romero son seguras, otras como la ruda o el regaliz se desaconsejan totalmente.
También es importante prestar atención al origen de lo que tomamos. Si no hay certificación sanitaria sobre la composición de una planta, es mejor evitarla. Y aunque las infusiones no tengan vencimiento estricto, pierden aroma y propiedades con el tiempo, por lo que conviene respetar la fecha de consumo preferente. Una vez preparadas, lo ideal es tomarlas dentro de las 48 a 72 horas y, si sobran, guardarlas en la heladera.
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