–Yo estaba en el boliche Rheo con un amigo que vino de visita desde Estados Unidos y en un momento lo llamaron para avisarle que se había muerto su abuela. El pibe estaba como en un ataque de pánico, se quiso ir y nos fuimos. Eran las cinco y pico de la madrugada –dice Juan Sabín –24 años– desde el otro lado de la pantalla en diálogo con Página/12 sobre lo que pasó el sábado pasado a la madrugada en pleno Palermo. Está visiblemente cansado y triste pero entero, dispuesto a visibilizar su caso para buscar justicia. Repasa los hechos con minuciosidad, sabiendo que ya los relató muchas veces y volverá a hacerlo cuantas veces sea necesario.
-Caminamos por el Paseo de la Infanta hasta avenida del Libertador para pedir un Uber y mientras lo pedimos mi amigo sollozaba, lloraba atacado. En eso pasaron dos chicos y empezaron a sollozar como él, ¿viste? Como que le hacían burla. Y yo agarré y les dije algo. No me quedé de brazos cruzados, les dije como que no, no pintaba lo que estaban haciendo. Se dieron vuelta, vinieron corriendo y se me tiraron encima. El flaco le dijo al amigo: “Dejámelo a mí, yo siempre quise pegarle a uno de estos”. Me zamarreó, nos zamarreamos un poco agarrados de las manos, yo no podía hacer mucho porque en mi cabeza no pensé que pudiéramos llegar a algo así. El pibe me tiró al piso y me pegó dos patadas en la cara. Me quedó todo chocolateando (se refiere a la hemorragia que empezó a producirse en su boca) y nunca se me apagó la tele (nunca perdió la conciencia), pero ya no los vi más a los chicos -cuenta con un tono muy cansado.
La golpiza sobre la cara le provocó una doble fractura de mandíbula y una visita de urgencia a dos hospitales porteños. El taxi que iba a llevarlos a su casa lo llevó primero al hospital odontológico José Dueñas, desde el que lo derivaron al Piñero. En la guardia, además de tratarle la emergencia y darle el diagnóstico, le contaron que va a tener que hacerse una cirugía maxilofacial para la que tendrá que ponerse placas de titanio. El costo total de los materiales asciende a los siete millones de pesos.
En esos primeros momentos tras el golpe, abrumado por lo que no había terminado de procesar, Juan llamó a su mamá para contarle lo que le había pasado. No tenía claro cuál iba a ser el desenlace y sintió miedo de lo que le pudiera llegar a pasar; la hemorragia lo había asustado mucho. Su mamá llegó al hospital y ahora lo está ayudando en su proceso de recuperación desde la casa que comparten en Malvinas Argentinas, al noroeste del conurbano bonaerense.
En la madrugada del martes, Juan hizo un descargo en sus redes sociales en el que contaba lo que pasó, al tiempo que apelaba a la solidaridad para conseguir los siete millones que necesita para comprar las placas de titanio y poder operarse. Entre la viralización en sus redes y la nota que publicó este diario al mediodía , el caso fue ganando visibilidad y en las últimas horas Juan logró conseguir el dinero. En su conversación con Página/12 se muestra agradecido por los mensajes que fue recibiendo durante el día y dijo estar dispuesto a buscar justicia. La agresión fue en una de las esquinas con más cámaras de la Ciudad de Buenos Aires, por lo que irá a la fiscalía para radicar su denuncia y encontrar a sus agresores.
Lo que empezó como una salida con un amigo para pasar un buen rato el viernes a la noche se transformó en una verdadera pesadilla, con consecuencias físicas y psicológicas. Ahora, en medio del dolor y de la burocracia para buscar justicia, Juan Sabín se encontró con la solidaridad de muchos desconocidos que le donaron plata, mandaron mensajes de aliento y ayudaron a que se conozca lo que pasó. Lo que empezó como una salida a una discoteca derivó en una serie de visitas a hospitales y fiscalías y a charlas con médicos, abogados y desconocidos dispuestos a dar una mano. Nadie se salva solo, y al parecer tenemos que estar bien alertas.
El odio avanza
“Lo que le sucedió a Juan no es un hecho aislado, es parte de una violencia sistemática contra la comunidad LGBTI+ que se ve reflejada en las cifras”, le dice a este diario Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina. La activista de derechos humanos menciona el Primer Relevamiento de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual en Argentina, de donde se desprende que el 31% de las personas LGBTI+ sufrió ataques de vecinos o desconocidos en la vida pública.
Las cifras del último informe semestral del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT+ no son más alentadoras. En los primeros seis meses de este año, se registraron el 72% de los casos que se registraron en todo el año pasado. El informe señala que el 57,8% de los ataques fueron a través de golpes “seguidos por puñaladas, balazos, abuso sexual y otras formas de agresión directa”, porque “la saña es parte del mensaje”.
El último informe anual de la Defensoría LGBT, correspondiente a 2024, ya marcaba un incremento preocupante de la violencia y, sobre todo, de la saña a las personas que pertenecen a la comunidad. “La falta de garantías de seguridad en el espacio público y la creciente normalización de ataques físicos configuran un escenario extremadamente alarmante”, advertían. La saña tiene dos acepciones en el diccionario de la Real Academia Española; el primero es “furor, enojo ciego” y el segundo, “intención rencorosa y cruel”.
El ex presidente de la Federación Argentina LGBT y actual diputado nacional, Esteban Paulón, enmarca estos hechos en un contexto de agresiones permanentes por parte del gobierno nacional de Javier Milei. “El gobierno libertario ha tenido una serie de acciones que atacan a nuestro colectivo. Recordemos, por ejemplo, la presencia del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, en la Comisión de Mujeres para plantear abiertamente un discurso anti derechos, el discurso de Davos del presidente Milei y la eliminación del Ministerio de las Mujeres y del Inadi. Estos hechos constituyen ataques tanto en lo discursivo como en lo concreto. Los discursos de odio y la legitimidad de los discursos de odio habilitan ataques de odio que estamos viendo con un crecimiento realmente preocupante”.
Belski coincide en que “el Estado no puede mirar para otro lado frente a agresiones que dejan marcas físicas y psicológicas profundas y que buscan disciplinar a las personas por ser quiénes son”.
Entre las herramientas disponibles para personas que sufran este tipo de ataques en el ámbito porteño, están la Defensoría LGBT, las Fiscalías especializadas en Discriminación y la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Observatorio LGBT: [email protected] o 4338-4900, interno 8102 o interno 8106.
Fiscalía PCyF Nº 13, a cargo de Andrea Scanga – [email protected] – Beruti 3345 Piso 3 Tel. 4014-1916/1928
Fuente: Pagina12