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Cambios de aire y toma de posición | La Iglesia Católica, la cuestión social y política



En medio de un panorama político en el que la oposición da señales de desconcierto frente a la avanzada autoritaria del mileismo, una serie de declaraciones de encumbrados representantes de la jerarquía católica resaltan en medio de la casi orfandad de todo tipo de la dirigencia política opositora. El arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal, Marcelo Colombo afirmó, en más de una ocasión, que las reformas económicas tienen que ser “con todos adentro” y respaldó la marcha antifascista del sábado anterior contra los dichos de Javier Milei en Davos. En un sentido similar se pronunció el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba. La diócesis de Merlo-Moreno a través de sus equipos sociales respaldó y adhirió a la marcha. El arzobispo de La Plata, Gustavo Carrara, quien también preside Cáritas nacional, negó enfáticamente en una entrevista periodística que la gente no quiera trabajar, y afirmó que “trabaja, y a veces en condiciones casi de semi esclavitud”. En la misma ocasión señaló que “el Papa Francisco es un profeta de la dignidad humana” algo que seguramente rubricarían sus colegas. La Comisión Episcopal de Pastoral Social, a través de su presidente, el obispo Dante Braida (La Rioja), le pidió al Senado la sanción del proyecto de prevención de la ludopatía, regulación de juegos de azar y apuestas en línea. Antes la diócesis de Quilmes había advertido que “no podemos permanecer indiferentes ante la discriminación y la violencia”.

Aquí y allá hay declaraciones, manifestaciones y pronunciamientos que surgen de la Iglesia Católica. Sola o en el marco de frentes como la llamada Mesa Ecuménica. Pero también hay acompañamiento de la crisis social en los territorios, a través Cáritas, de la pastoral social, grupos de curas y de muchos comedores populares en toda la Argentina. Sería inexacto especular que existe una estrategia que coordina y pone en escena estas declaraciones públicas, pero es correcto señalar que la concurrencia de los dichos es el resultado lógico de una mirada coincidente sobre los acontecimientos que se están dando en lo económico y en lo político. La preocupación por lo que sucede en el país es manifiesta en el ámbito eclesiástico y es un tema central en el intercambio cotidiano entre los obispos y otros niveles del espacio institucional.

Todo ello habla de una actitud que crece entre la jerarquía y que no es ajena a lo que, desde Roma, impulsa y promueve el Papa insistiendo, una y otra vez, en el compromiso con los excluidos, sean pobres, inmigrantes ilegales o personas sometidas a esclavitudes o discriminaciones diversas.

Los objetivos de Bergoglio

Uno de los propósitos que se trazó Jorge Bergoglio desde que asumió su condición de máxima autoridad de la Iglesia Católica (2013) fue renovar a fondo el perfil del episcopado de su país, hasta entonces considerado como uno de los más conservadores de América Latina. Si bien los nombramientos de obispos surgen de un proceso de consultas en el que intervienen miembros de la propia jerarquía, sacerdotes y, en pocos casos, también algunas laicas y laicos, la decisión final del nombramiento recae exclusivamente en el Papa, quien elige entre varios nombres que se le presentan. En gran parte de designaciones episcopales en el mundo el pontífice no conoce personalmente a los candidatos, solo accede a sus antecedentes y atiende a la información que se le ofrece. No es este el caso de Argentina. Bergoglio tiene conocimiento directo de muchos de los candidatos a la jerarquía católica, pero además puede recurrir a informantes locales de su extrema confianza.

Teniendo en cuenta lo anterior es evidente que a medida que se fueron produciendo vacantes en el episcopado (porque llegaron al límite de 75 años previsto por las normas canónicas o porque algunos obispos decidieron renunciar por distintos motivos) Francisco decidió bajar el promedio de edad del episcopado designando obispos más jóvenes y afines con los lineamientos que él mismo viene impulsando desde Roma. También utilizó otro resorte que el Papa puede manejar de manera discrecional: ubicar en sedes episcopales claves a hombres de su confianza y afines con su perspectiva pastoral, a quienes, por otra parte, respalda toda vez que ello sea necesario.

De esta manera cambió sustancialmente el perfil del episcopado católico argentino, que ahora aparece mucho más cercano a “la iglesia de puertas abiertas” y en diálogo permanente con la sociedad que Francisco pregona desde Roma y que reinstala permanentemente con su agenda temática.

Un buen ejemplo de lo anterior es lo sucedido en la importante arquidiócesis de La Plata, bastión tradicional del conservadurismo católico. Al frente de esa arquidiócesis estuvieron Antonio Plaza (1955-1985), Antonio Quarracino (1985-1990), Carlos Galán (1991-2000) y Héctor Aguer (2000-2018). Cada uno de ellos con diferentes trayectorias pero, cada quien con su estilo, todos firmes representantes y defensores del conservadurismo católico y aliados de la derecha política y económica del país.

El golpe de timón

En el 2018 el Papa decidió dar el golpe de timón. Sin contemplaciones le aceptó la renuncia a Aguer en el mismo momento que la presentó a regaña dientes y de forma obligada a los 75 años. En su lugar designó a Víctor Manuel “Tucho” Fernández, un teólogo progresista, abierto a la sociedad y hombre de extrema confianza del Papa. Esto último hasta el punto que se lo considera entre quienes han redactado borradores luego convertidos en documentos papales. Tucho Fernández tuvo la difícil tarea de cambiarle el rostro a una arquidiócesis por años conservadora. El 1 de julio de 2023 Francisco decidió que Fernández debía mudarse al Vaticano para hacerse cargo del estratégico Dicasterio (ministerio) para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) y poco después lo nombró cardenal. En ese momento el Papa eligió a Gabriel Mestre como nuevo arzobispo platense y, menos de un año después, el 27 de mayo de 2024, éste presentó su renuncia a pedido de Francisco, sin que los motivos hayan quedado claros hasta el momento. Interinamente quedó a cargo de la arquidiócesis el obispo auxiliar Alberto Bochatey hasta que, en noviembre de 2024, llegó el nombramiento de Gustavo Carrara (52 años), apodado como el “obispo villero” por su compromiso en los barrios populares. El nuevo arzobispo de La Plata tendrá por delante más de veinte años para continuar el trabajo de cambio de perspectiva iniciado por Fernández en 2018.

Algo similar ocurrió en otras jurisdicciones claves. En Córdoba donde la iglesia quedó marcada por la impronta conservadora y aliada a los poderes de turno del cardenal Raúl Primatesta (1965-1998) y que no tuvo mayores mudanzas mientras gobernó el arzobispo Carlos Nañez (1998-2021), el cambio llegó con la designación en 2021 de Ángel Rossi (66 años), jesuita como Bergoglio y a quien el Papa además hizo cardenal en 2023. Para Buenos Aires el Papa escogió en mayo de 2023 a Jorge García Cuerva (66 años) hombre también identificado con la “iglesia de los pobres”. En Mendoza Francisco designó en 2018 a Marcelo Colombo (63 años), a quien antes había nombrado obispo de La Rioja (2013-2018), diócesis en la que se puso sobre sus espaldas el proceso de beatificación del obispo mártir Enrique Angelelli, asesinado por la dictadura militar en 1976.

Por estatuto los cargos en la Conferencia Episcopal se eligen democráticamente con el voto de los obispos. El Papa no interviene directamente en esas elecciones. Pero está claro que pesan las designaciones y los reconocimientos. Fue así que Oscar Ojea, el obispo de San Isidro, otro incondicional de Francisco, fue electo para el periodo 2017-2020 y reelecto en el 2021 hasta el 2024. Por entonces Colombo era su vicepresidente primero.

En la asamblea de noviembre pasado Colombo fue votado como presidente por tres años, hasta el 2027. El cardenal Ángel Rossi como vicepresidente primero, y Raúl Pizarro, de 51 años, que acompañó a Ojea como obispo auxiliar, será el secretario general hasta el 2027.

A ello se suma que, en general, hay una nueva camada de obispos que llegan a esa responsabilidad en edad más temprana que en antaño y son designados teniendo en cuenta también su afinidad con los lineamientos que el Papa va marcando para la Iglesia.

Hay aires de cambio en la institucionalidad católica. Por lo que se hace y sucede aquí y por lo que llega desde Roma. Francisco no viene por ahora a la Argentina, pero no se olvida de su país y hace su trabajo desde el Vaticano.

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