Destacó el valor del edificio dentro del conjunto de arquitectura residencial de entreguerras en Buenos Aires. “Este tipo de construcciones con patio central, articulación en cuerpos y presencia urbana contundente respondían a una lógica de densificación que respetaba la escala del entorno. No solo tenían intención estética, también buscaban calidad de vida para sus habitantes, con luz, ventilación y materiales nobles”, explicó Castiglioni.
Como nació y su pariente milanés
El edificio fue pensado como inversión por el propio Guillermo Álvarez Pérez, en línea con una práctica frecuente entre arquitectos de la época. Según Alejandro Machado, investigador urbano, los profesionales solían comprar un lote con el producido de un contrato y construir casas de renta en su beneficio. “Cuando las obras eran por encargo, las fachadas se ornamentaban mucho. En cambio, cuando eran para ellos mismos, solían ser más sobrias”, explicó.
En este caso, la fachada se define por un estilo más clásico que otras obras del arquitecto, uno de los introductores del modernismo catalán en Buenos Aires, junto a Julián Jaime García Núñez.
Machado agregó que, antes de la Ley de Propiedad Horizontal de 1948, no se podía adquirir una unidad individual en un edificio. Por eso, la renta era la forma más rápida de obtener liquidez. “Estos departamentos, aunque lujosos y con dependencias, se alquilaban. Eso permitía que distintas clases sociales compartieran un mismo lote, algo común en muchas casas de renta del centro porteño”, indicó.
Álvarez Pérez nació en Galicia en 1867, llegó a Buenos Aires en 1885 y trabajó inicialmente como obrero de la construcción. Más tarde se convirtió en arquitecto y proyectó edificios en Balvanera, Monserrat, Constitución y La Boca, donde diseñó la Torre del Fantasma (ubicada sobre Wenceslao Villafañe 361).
Fue parte del grupo de emigrantes españoles conocidos como “indianos” y realizó donaciones en su pueblo natal, Cortegada de Baños, donde una calle lleva su nombre. Murió en Buenos Aires en 1929, un año antes de que se completara esta obra.
La fachada del Edificio del Arco también presenta similitudes con composiciones clásicas europeas: pilastras, simetría, arcos de medio punto y balcones con balaustradas. La función estética de esos elementos refuerza su monumentalidad y lo convierte en un punto de interés visual.
Pablo G. Fernández, también investigador urbano que documenta edificios icónicos en redes sociales, comparó el diseño con el Palazzo della Società Buonarroti-Carpaccio-Giotto de Milán, proyectado por Piero Portaluppi en la misma época. Ambos comparten la forma en “U”, un arco central jerarquizado y ornamentación geométrica. “El diseño también recuerda al Puente de los Suspiros.
Su estructura de tres bloques unidos por un puente es realmente impactante”, comentó. También resaltó la calidad de los materiales: mármoles, cerámicas, bronces y herrajes que aún se conservan.
Al comparar esta obra con el edificio italiano, se evidencian similitudes estructurales y estéticas. Ambos inmuebles fueron construidos en la misma época (fines de los años 20), adoptan un trazado en forma de “U” y se articulan a través de un gran arco central que jerarquiza la fachada. En el caso del edificio de Milán, ese arco es atravesado por un corredor comercial, mientras que en Constitución funciona como envolvente de ambientes con balcón.
El palacio milanés se encuentra sobre el Corso Venezia, una avenida residencial y comercial del Quadrilatero della Moda. Fue concebido para departamentos de lujo y comercios de alta gama. Aunque el de Buenos Aires tuvo un destino de renta más general, ambas obras reflejan una lógica de monumentalidad aplicada a la vivienda colectiva. Esa decisión proyectual conecta el diseño urbano europeo con la aspiración arquitectónica de sectores medios y altos de la Buenos Aires de entreguerras.
Fernández remarcó que este edificio no solo destaca por su diseño formal, sino también por su valor simbólico en una zona que muchas veces se encuentra fuera del radar patrimonial. “Tiene escala, coherencia y materiales nobles. Que esté en Constitución y no en Recoleta lo hace aún más singular. La arquitectura con calidad no se limita a ciertos barrios”, sostuvo.
Identidad barrial
Constitución fue un barrio de clase media alta, afectado por la autopista en los años 70. Aunque quedó relegado frente a zonas como San Telmo, conserva buena conectividad y edificios con valor arquitectónico. La suba de alquileres y la demanda de viviendas amplias reactivaron el interés en la zona.
“Estamos viendo una revalorización paulatina, impulsada por la arquitectura, los espacios generosos y la ubicación estratégica. Hay desarrolladores atentos a este tipo de edificios, sobre todo cuando se puede intervenir respetando su identidad”, afirmó Norberto Guardia, titular de Lino Propiedades.
La existencia de inmuebles como este plantea interrogantes sobre cómo conjugar conservación patrimonial, uso contemporáneo y revitalización urbana sin desplazamiento forzado. El Edificio del Arco se sostiene en ese equilibrio: es valioso por lo que fue, pero también por lo que puede seguir siendo. Sus residentes actuales, entre los que hay artistas, profesionales y nuevos inquilinos, aportan diversidad y continuidad al inmueble.
Acceso y lo inmobiliario
El ingreso se realiza por un portón artístico con puntas de lanza, que conduce a un amplio patio interno. Los tres cuerpos del edificio se articulan desde ese núcleo, con palieres de mármol, escaleras originales y un ascensor tipo jaula.
Algunos departamentos conservan pisos de pinotea, boiserie de madera y carpinterías originales; otros fueron refaccionados, con cocinas renovadas o baños restaurados.
Inés Hernández Firpo, de Leticia Firpo Propiedades, comercializa una unidad de 67 m2 por u$s140.000. Señaló que el edificio ofrece buena ventilación cruzada y abundante luz natural. “Los materiales originales hacen que vivir acá sea una experiencia particular. Además, decir que se vive en el Edificio del Arco lo ubica rápidamente como un lugar reconocido en la ciudad”, afirmó.
En el mercado de alquiler, los valores también reflejan su singularidad. Una unidad en el último piso del cuerpo lateral izquierdo se ofrece a $700.000 mensuales, con expensas de $145.000. Norberto Guardia, titular de Lino Propiedades, describió: “El edificio es imponente, tiene buena conservación general, y la distribución original se mantiene en muchas unidades. Por ubicación y valor patrimonial, atrae a artistas y profesionales”.
Uno de los departamentos disponibles, de 66 m2, está publicado en u$s117.000. Hay otro por u$s230.000, que fue renovado con 5 ambientes y expensas de $250.000 mensuales. La mayoría de las propiedades allí tienen entre 3 y 5 ambientes.
Guardia indicó: “Hay consultas frecuentes por este edificio, sobre todo de quienes buscan propiedades con historia y buena calidad constructiva. No es un producto masivo, pero sí muy valorado por quienes entienden lo que ofrece”.
Por su lado, Hernández Firpo, señaló, que “la demanda por este tipo de unidades se mantiene estable. Hay compradores que priorizan luz, aire y distribución generosa, algo que no abunda en construcciones nuevas”.
La estructura total incluye 54 unidades funcionales, una comunidad diversa y un alto nivel de ocupación. A pesar de su visibilidad, el edificio no tiene una placa con nombre, arquitecto ni fecha de construcción. Su apodo actual proviene del arco, elemento que organiza visualmente la fachada.
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