Hace años que comenzó lo que podríamos llamar una “desmaterialización” del dinero. Los historiadores sitúan este asunto en Bretton Woods, durante el periodo Nixon. En efecto, separar al papel verde pintado de cualquier referencia al oro fue un paso decisivo. Estableció las condiciones definitivas del capitalismo financiero. No fue la única causa pero sí fue mostrar, como lo había visto Benjamin, el sentido religioso del dinero en el mundo y la aniquilación de cualquier otro valor…El dinero, como lo señala el profesor José Luis Villacañas, “se autoriza por sí mismo”.
Su propiedad fundamental es remitirse siempre a sí mismo en su construcción de valor, de un modo circular, y construyendo a pasos acelerados un mundo de naciones y sujetos endeudados. Y cuando una moneda pierde su valor solo queda la violencia como árbitro concreto para dirimir la cuestión.
El destino de la desmaterialización del dinero, el hecho de que su valor puede generarse a través de operaciones sin otro respaldo que el funcionamiento de las redes y bandas de timbres, inaugura una nueva especie de lo humano donde el yo íntegro no es otra cosa que un canal por donde circula el dinero. Mientras tanto se prepara una nueva fusión entre monedas virtuales (donde se irá borrando progresivamente la diferencia con las monedas oficiales), tecnologías en desarrollo y personalidades cuya única razón de ser en este mundo es la reproducción del capitalismo bajo una forma lúdica.
La aceleración de estos procesos exige que estos sujetos se vuelvan pasadores de dinero como la función mayor de sus vidas.
Incluso siendo presidentes de sus países, pueden convertirse en un memecoin de una moneda construida únicamente para la estafa elaborada virtualmente.
Por ello a diferencia del nazismo donde Arendt habló acertadamente de la “banalidad del mal” ahora se trata del mal de la banalidad donde millonarios fascistas juegan a la PlayStation con el destino de las naciones.