El Independiente 4-Huracán 0 del 28 de agosto de 1994, por la última fecha del torneo Clausura, fue genial. Tanto que pasó a la historia como una de las mejores definiciones. Se había dado todo para que sea así. Huracán llegaba un punto arriba en aquellos tiempos, en los que todavía al ganador le correspondían dos unidades por triunfo. Así que con un empate en Avellaneda era campeón.
Independiente venía en levantada. En la fecha anterior le había ganado en La Plata 5-1 a Gimnasia en una inolvidable tarde de Albeiro Usuriaga. Los dos tenían un nivel de juego tremendo. Independiente, con Luis Islas, Sebastián Rambert, Usuriaga, Gustavo López, Hugo Pérez y Diego Cagna, entre otros. El director técnico era Miguel Brindisi, un símbolo del Huracán campeón del ’73.
Los de Parque Patricios eran dirigidos por Héctor Cúper, quien daba sus primeros pasos como entrenador antes de irse a dirigir a Europa. En el equipo estaban Marcos Gutiérrez, Humberto Váttimos, Claudio Marini, el juvenil Hugo Morales, Walter Pelletti y Víctor Delgado. Y jugaba bárbaro.
Eran los tiempos posteriores al Mundial de los Estados Unidos, y de una Selección que tenía que empezar de nuevo tras la suspensión por doping a Diego Maradona, y el alejamiento de Alfio Basile como técnico. En pleno menemismo, mucha era la gente que pedía orden y autoridad, encarnada entonces por Daniel Passarella, quien asumió en un cargo que le quedó grande, no sin antes exigir pelo corto y rinoscopía. Las cosas salieron tan mal que tiempo después hubo que volver a buscar a Basile para que reflotara al equipo nacional.
La previa del Independiente-Huracán se vivía con demasiada euforia. Todavía iban los visitantes a las canchas. Y era de esperar que los hinchas de Huracán llenaran la tribuna que les correspondía. Pero los dirigentes de Independiente apelaron a una triquiñuela polémica. Dividieron lo que hoy es la popular sur con unas rejas para darle más lugar a los hinchas locales. Los de Huracán, en cambio, quedaron reducidos a un sector pequeño en comparación con lo que les hubiese correspondido.
La “Doble Visera” parecía explotar de tanta gente. Había público hasta en las escaleras. La popular local estaba excedida en su capacidad. La salida de los equipos fue acompañada por papelitos blancos que inundaron aquella tarde de sol pleno.
Ya en el arranque del partido Huracán no podía plasmar su buen juego habitual e Independiente fue una aplanadora. A los 20 minutos, Rambert puso el 1-0. Desde ahí todo fue del local. El juego y los goles: Garnero, César Couceiro en contra y Ricardo Gareca, que jugaba sus últimos partidos como profesional, anotaron los otros tres.
Fue una fiesta total en tiempos en los que Independiente estaba acostumbrado a ganar. Era el primer título en la era post Bochini, que había dejado el fútbol en 1991. Brindisi había llegado para rearmar a un equipo que había arrancado mal la década, con técnicos que no daban la talla, como el recordado paso de Pedro Marchetta, que se tuvo que ir después de sumar demasiados empates con un juego alejado de la tradición del club. También había pasado, sin pena ni gloria, la dupla Bochini-Fren.
Los años 1994 y 1995 fueron buenos para Independiente. Después explotaron las internas dentro del plantel, renunció Brindisi y se vendieron jugadores que no fueron reemplazados por otros del mismo nivel. Nadie imaginaba entonces que el club comenzaría una crisis que aún dura, tanto en lo económico como en lo deportivo. Con un solo título local (2002) y dos Sudamericana (2010 y 2017). Pero ese tiempo fue marcado sobre todo por el descenso, en 2013.
El ascenso fue logrado en 2014, justamente en un partido definitorio (y con arbitraje polémico de Diego Ceballos) ante Huracán en el Estadio Único de La Plata. Fue un 2-0 sin el brillo de otros tiempos. Este encuentro bien podría ser el segundo más importante entre ambos equipos.
Después de aquella campaña del ’94, Huracán también perdió brillo. Volvió a descender en el ’99 y no pudo armar otro plantel como aquel. A pesar de que salían buenos jugadores de sus divisiones inferiores, todos se iban antes de tiempo. Al igual que Independiente, también padeció de malas gestiones dirigenciales.
Recién en 2009 volvió a jugar un fútbol brillante, cuando lo dirigía Angel Cappa. Estaba para campeón y le tocó una suerte similar a la del ’94: debía visitar a su rival directo por el título en la última fecha, Vélez, que ganó 1-0 y fue campeón con un polémico arbitraje de Gabriel Brazenas que todavía se recuerda. El tema está muy bien contado en el libro La final bastarda, de los periodistas Pedro Fermanelli y Marcelo Benini.
Tanto Independiente como Huracán llegan a la definición de este sábado con el objetivo de pasar a la final. Y con cierto aire de revancha por parte de Huracán. Pero juegan, sobre todo, por ellos mismos y por su historia, que en los últimos años les retaceó buenos resultados. En el 2024 eran rivales directos para evitar el descenso. Ahora Huracán va por su primer título después del mítico del ’73. Independiente por el suyo a nivel local, tras 22 años de sequía. Está todo dado para que jueguen un partidazo.