Creer que el ajuste monetario y fiscal por sí solo resolverá el problema inflacionario ha sido y es, una estrategia fallida. El diagnóstico mal concebido deriva, inevitablemente, en un tratamiento ineficaz.

“El futbol no es sinónimo de pelota, como la economía no es sinónimo de dinero”
Una vez más, el contexto social actual, hace que se vuelva imprescindible examinar el enfoque monetarista que orienta la política económica de los gobiernos auto percibidos liberales o de aquellos que aplican las recetas liberales económicas emanadas de Gran Bretaña o de Estados Unidos, no por cuestiones ideológicas, sino por razones técnicas, prácticas y empíricas.
El rumbo adoptado no es novedoso, posee antecedentes conocidos y resultados negativos. Aquí se exponen tres claves para entender por qué todos los enfoques monetaristas liberales no pueden ofrecer una salida sustentable a los desafíos estructurales de la Argentina, porque creer que el ajuste monetario y fiscal por sí solo resolverá el problema inflacionario ha sido y es, una estrategia fallida. El diagnóstico mal concebido deriva, inevitablemente, en un tratamiento ineficaz.
Prioridad al equilibrio fiscal sin mirada productiva
Si bien la disciplina fiscal es necesaria, no puede aplicarse sin considerar su impacto económico y social. El orden fiscal debe ser una consecuencia de un proceso de crecimiento sostenido, no su condición previa. En la práctica, el ajuste lo han aplicado siempre sobre factores de la macroeconomía real y gastos sociales. Ha sido implementado principalmente sobre áreas sensibles como obra pública, salud, educación, ciencia y programas sociales. Esto deteriora las condiciones de vida, debilita la capacidad estatal y compromete el capital humano, sin ofrecer garantías de estabilización duradera. Sin un plan de desarrollo productivo, el ajuste termina siendo represivo y cíclico, profundizando la recesión y debilitando los ingresos fiscales futuros.
Modelo de acumulación basado en la valorización financiera
El actual modelo de política económica privilegia la economía financiera a corto plazo, y la acumulación de capital financiero volátil. Las señales que dan esta clase de gobiernos con directrices liberales en lo económico garantizan solo la renta del capital especulativo. No se incentiva la inversión productiva. Este sesgo no es accidental, se aplica en países con dirigentes incapaces en algunos casos, y traicioneros a los intereses nacionales en otros. Forma parte de una visión donde la macroeconomía debe ordenarse primero para que “luego” llegue el desarrollo por derrame. Gran falacia. La economía real de un país, como la Argentina, sin un plan de financiamiento y desarrollo productivo, y sin planificación política y económica; está condenada al fracaso. La atracción de capital solo para invertir en la economía financiera es garantía de desempleo, de descenso en la productividad en general, no mejora la competitividad comercial, disminuye reservas y endeuda al país de manera que jamás pueda salir adelante.
Desarticulación institucional y deterioro de capacidades estatales
Un aspecto preocupante del enfoque vigente es su tendencia a desmantelar instituciones, organismos y políticas públicas bajo el argumento de que todo lo estatal es ineficiente. El cierre de agencias, la paralización de políticas sectoriales, la reducción de personal técnico y la desvalorización del conocimiento no sólo debilitan al Estado, sino que también afectan la calidad de las políticas económicas. Sin capacidades estatales no hay planificación posible, no hay gestión eficaz y no hay libertad que ordene al mercado.
Conclusión
El problema no es sólo la ideología del colectivo liberal monetarista, sino su rigidez teórico-práctica, y su incapacidad de permitir cambios que corrijan su inconsistencia. Esa idea de que la libertad se consigue solo con estas recetas foráneas está descontextualizada y sin anclaje en la realidad. Es propio de la inmanencia filosófica.
La mentira pasa a ser su única herramienta de corrección de desvíos económicos en Argentina. Cuando al colectivo liberal se le cae el relato de la mono causalidad inflacionaria, del dogma de fe del déficit cero, del ajuste represivo y de la eliminación del estado, pasa a lo que se observa hoy en día: pobreza, carencias jamás sufridas, desempleo, baja de generación de bienes y servicios, incertidumbre, malestar, mucho mal humor y un endeudamiento impagable. Es una repetición de errores ya cometidos.
La teoría del derrame es una gran fantasía o una falsa ilusión.
Se necesita otra mirada, nuevas ideas, mucho trabajo real y más desarrollo productivo. Una mirada fresca que reconozca la complejidad de los problemas, que planifique y articule políticas a largo plazo, que genere estabilidad con desarrollo, que priorice la inversión pública, la inclusión social y el fortalecimiento de la capacidad estatal. De lo contrario, los actuales responsables económicos no serán recordados como reformistas liberales anarcocapitalistas o libertarios, sino como repetidores de un libreto que ya fracasó.
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Ambito