El fondo del mar también cautivó a las escuelas | Las transmisiones con colegios que organizó la expedición del Conicet y el Smidth Ocean Institute



La insondable profundidad del mar, a casi 4.000 metros bajo la superficie, talud continental de por medio, multiplicó en estos días el asombro vía streaming. La expedición de científicos argentinos, en su mayoría del Conicet, junto a la fundación estadounidense Schmidt Ocean, marcó récords de audiencia, superó a los canales de streaming y a los principales medios, generó memes, stickers y peluches de personajes que ya son populares como “la estrella culona” y hasta un videojuego alusivo. También cautivó audiencias en las escuelas, donde se compartieron actividades y álbums de figuritas. Algunas dieron un paso más: el proyecto incluyó la organización de veinte transmisiones especiales, con escuelas públicas y privadas de todo el país. Los chicos y chicas de estas escuelas, sus docentes y las familias que se sumaron como invitadas a compartir la experiencia, tuvieron el verdadero privilegio de acceder a una suerte de visita guiada por “la cocina” del barco: desde cómo trabajan los científicos hasta cómo se organizan para dormir en turnos en los camarotes y aprovechar la máxima cantidad de horas de expedición en turnos, el lugar de la comida o del esparcimiento. También pudieron charlar con los científicos y hacerles preguntas que develaron grandes cuestiones: en la escuela Lugones,  se supo por ejemplo que la famosa estrella de mar no estaba mostrando su cola sino… ¡un estómago lleno!

La “visita guiada” en la escuela primaria del barrio de Villa Pueyrredón -a la que también asistieron chicos y chicas de sala de 5 del vecino jardín Escardó, acaso los más entusiastas, con una bandera de “Las medusas del mar”-, comenzó por el laboratorio, el momento en que las muestras recolectadas llegan al barco y cada biólogo o bióloga, de acuerdo a su especialidad, comienza a trabajar con los organismos tras pasarlos por unos cristales de mentol que “los relajan”. 

Siguió por los enormes freezers que recolectan los tesoros traídos del fonde del mar, y los conservan a 30 y 80 grados bajo cero, “mucho más fríos que los de casa”. Pasó incluso por un maravilloso rincón del barco: el de Pablo Penchaszadeh, mentor de al menos un tercio de esta tripulación, jefe de expediciones previas y autor de decenas de papers que hicieron posible este proyecto. A los 81 años, se subió ahora al buque de investigación oceanográfica Falkor como pintor. La transmisión de la escuela mostró sus colores extendidos en variedad de azules y celestes, y justo encima de su espacio de trabajo, un ojo de buey por donde se ven todos los tonos del mar.

Aguanten los científicos

Los primeros “¡Ohhh!” los generó el ya célebre (ROV) SuBastian, el “robotito” que va al fondo del mar a capturar imágenes submarinas en ultra alta definición, también ejemplares y muestras sin alterar el entorno. Como justo estaba en uno de sus pocos momentos de “descanso”, en revisión arriba del barco, cuando el recorrido llegó a cubierta se pudo ver en detalle sus motores, las dos hélices que lo propulsan, los brazos, los mecanismos para tomar las muestras de agua y sedimentos del fondo, o para marcar las profundidades de donde provienen. También las herramientas: la aspiradora que succiona los organismos, las cajas, las palas, el filtro por donde sale el agua. 

“¡Aguanten los científicos!”, se escuchó cuando la visita los enfocaba trabajando en sus microscopios, y saludando a cámara. El efecto es acaso el mismo que generó toda esta cuestión del streaming, impensada antes de zarpar para sus protagonistas: un entusiasmo que surge de la simple constatación del trabajo realizado, del mero hecho de compartir el asombro y la alegría que puede producir el conocimiento. Y que pone en evidencia el nulo sustento de los ataques oficiales a la ciencia argentina.    

El proyecto incluyó charlas en estas escuelas previas a la campaña, y en la Lugones el entusiasmo de los chicos obligó a la promesa de otra posterior. También la donación por parte de Ocean Smith de un equipo de sonido y el costo de la transmisión satelital. “En esa charla previa me asombró mucho ver en los chicos la sorpresa que despiertan estos animales, cómo se iluminan sus ojitos cuando observaban las imágenes que les mostrábamos”, dice a Página/12 Diego Urteaga, uno de los biólogos que ofició de guía, junto a Rodrigo Calderón. “Y en la conexión desde el barco, ese asombro decantó en innumerables preguntas que aparecían, tantas que vamos a tener que volver a ir para seguir respondiendo. Para nosotros también es un momento lindo”.   

Qué fantástico este mar

¿Qué es lo que esta vez despertó tanto furor? Los equipos científicos vienen haciendo estas expediciones hace décadas -de hecho este grupo está conformado por investigadores y becarios de tres generaciones-, pero esta es la primera vez que cuentan con un ROV que puede captar estas imágenes increíbles y transmitirlas en vivo a todo el mundo, en forma gratuita. No sólo eso: las audiencias acceden en vivo a esa “cocina” científica en la que los descubrimientos sorprenden a los mismos biólogos, y en criollo: “batatita”, “los chanchitos”, “la langosta drag”, el pulpo “Dumbo”. 

“Es una gran oportunidad para divulgar la ciencia, el mar profundo de nuestro país y la vida que lo habita. Se corrió el velo de la imaginación para dar lugar a la realidad que, tal vez, terminó siendo aún más fantástica que el imaginario colectivo”, se alegra Urteaga. 

La última transmisión en vivo de la misión del Conicet en el cañón submarino Mar del Plata comenzó en la noche del sábado y concluirá el mediodía o tarde del domingo. Una vez finalizada, el barco alojará una nueva expedición internacional, esta vez para explorar el lecho marino uruguayo y mapear ecosistemas vulnerables. En septiembre el barco tiene programado regresar a la Argentina para investigar un sistema de cañones submarinos a 500 kilómetros de Viedma y otro a 450 kilómetros de Rawson, en Chubut.

“Que cualquier persona pueda conectarse desde su casa y ver en vivo lo que estamos viendo nosotros, es una oportunidad única. De repente, la ciencia deja de ser algo lejano o inaccesible, y se vuelve parte del día a día. Además, nos obliga a explicar lo que hacemos de forma clara, sin vueltas, para que cualquiera lo pueda entender y disfrutar. Es una forma de abrir las puertas del barco, del laboratorio, y del fondo del mar, todo al mismo tiempo”, advierte Daniel Lauretta, jefe de esta expedición. Unas puertas que también quedan abiertas para despertar nuevas preguntas, y hasta vocaciones científicas. Y para la defensa de la ciencia argentina, hoy bajo ataque. 

Fuente: Pagina12