El kirchnerismo incluye al peronismo y no al revés. Esto ocurre desde hace años, una tradición pertenece a la fuerza política que es capaz de reinventarla y darle un nuevo sentido. No tiene sentido volver a las esencias ortodoxas del peronismo y solo dedicarse a recrear su liturgia. El kirchnerismo gracias a los gobiernos de Néstor y Cristina y en particular a la resistencia encarnada por Cristina después de su intento de magnicidio y su proscripción ha vuelto a generar las condiciones de posibilidad de que exista un Pueblo.
En la etapa del siglo XXI en la que estamos situados generar un movimiento nacional y popular es una tarea casi imposible. Lo que lo ha permitido, o mejor dicho, lo que lo está haciendo posible ahora otorgándole una proyección futura es la confianza por parte de enormes sectores de la población con respecto a la lectura que hace Cristina de la realidad.
Después del magnicidio, Cristina dejó de referirse exclusivamente a los momentos fundamentales de los gobiernos kirchneristas y empezó a realizar detalladamente una interpretación del gobierno que ocupa el poder y de su futuro. En esa interpretación existe algo nuevo, el kirchnerismo no es solo la opción frente a las derechas liberales y gorilas, sino que se erige como la única y posible salvación de la República.
Sin Cristina y todo lo que se proyecte de abajo hacia arriba, todo lo que se genere en los movimientos sociales, en las militancias, en las responsabilidades políticas, en el mundo intelectual y artístico, y por supuesto en el peronismo histórico, puede desaparecer en medio de una pesadilla. La tarea requiere tanta grandeza, su construcción política es tan compleja, que esta vez sí es de esperar que el desfile de los nombres propios no constituya ningún obstáculo. Lo nuevo no surge de la nada, sino de atravesar una tradición y de un acertado saber hacer con ella.
Por todo esto, todos aquellos que quieran salvar el honor de la patria castigada por la ultraderecha, procedan de la izquierda, de las fuerzas progresistas, de los sectores del trabajo, de los que defienden el uso público de la razón y la alegría de la circulación del saber, sería deseable que se sintieran llamados por este llamado de la historia argentina actual.