Hace unos cuantos años al solicitar un visado para EE UU había que rellenar un formulario que preguntaba, entre otras cosas: “¿Se propone usted asesinar al presidente de Estados Unidos de América?”. Daban ganas de poner: “entusiasmo no falta”, pero la modestia sugería indicar que uno no pensaba en asesinar ni al presidente del consorcio del edificio. Se puede pactar con la estupidez, pero es en extremo difícil convivir con el ridículo.
Cada mañana, para empezar el día, desayuno noticias. Leo que las autoridades migratorias norteamericanas le han denegado la visa de entrada al país al Ayrton Costa para jugar el Mundial de Clubes. El jugador de Boca arrastra una situación judicial particular, pero no fue condenado, ni llegó a instancia de juicio. Fue beneficiado con una probation (libertad condicional) por una causa de robo calificado. Considerando que Nethanyahu se pasea por el país como el rey Herodes, temeroso del comportamiento de un pueblo a aniquilar, mandando a matar a todos los niños de Belén como si fueran de Gaza, cabe preguntarse si el monarca naranja nos pide una vez más que “le besemos el culo”. Persuadir sabiendo lo que el otro desea es una ventaja. Un beso más de Milei engrosaría la adulación hasta la saciedad, y tal vez anularía la prohibición del “sudaca” Costa. Uno se queda más tranquilo si los integrantes del gobierno de Trump se encargan de repartir los visados. Es gente preparada. Tienen muy claro cómo tiene que ser el mundo, el suyo y el nuestro.
Es sabido que la hipérbole produce una atracción visceral, pero uno se pierde entre tanto “bien” y tanto “mal” normalizado. Y no hay caso, no me entra en la cabeza por qué hay deudas buenas y deudas malas. Nuestro país debe, y cuanto más paga más debe, y cuanto más debe más lo gobiernan los acreedores. Sin embargo, Estados Unidos, con una deuda de 32 billones de dólares (la mayor del mundo, casi 100.000 dólares por habitante) no acepta condiciones, sino que las impone. ¿Será que es malo deber poco y bueno deber muchísimo? Será. Son esas neblinas del bien y del mal que no se explican, o no se quieren explicar. Uno se pregunta por qué Saddam Hussein fue bueno hasta finales de 1990 y malo a inicios de 1991. Por qué los soldados americanos son “combatientes de la libertad” cuando invaden Panamá, Granada o Irak, y los soldados rusos criminales cuando ocupan Ucrania. Por qué son malos los países que producen drogas, y malas las personas que las consumen, y en cambio es bueno el modo de vida que genera la necesidad de consumirlas.
¿Bueno, malo? ¿Soy bueno? ¿Soy malo? Ya no lo sabes. Para ello las dictaduras militares usaban terapias de sangre y fuego, las democracias liberales usan la televisión. Ayrton Costa le ha pedido un visado al Nuevo Orden Mundial, y se lo han denegado. Estados Unidos ha encontrado un nuevo malo a combatir: el emigrante. Boca ya inició gestiones con FIFA para lograr un permiso de trabajo temporario que le permita jugar, como parte de un evento puntual, con fechas delimitadas.
“Te voy a decir una cosa que no deberías olvidar. Ante los “gringos” no te aflijas jamás. Si te aflijes, te aflojan. Que no te vean débil, no dudes, no tiembles. Si te notan el miedo estás perdido”, le dijo Omar Torrijos al ex presidente Felipe González. Así nacionalizó el Canal, que ahora reclama Trump. Sabía de lo que hablaba. Percibió como Camus, que en lo más oscuro del invierno finalmente habita un verano invencible.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979.