En los últimos días, el sur de Europa enfrenta una de las crisis climáticas más graves de los últimos años, marcada por incendios forestales de gran magnitud y una ola de calor extrema. Las temperaturas han alcanzado niveles sin precedentes y los servicios de emergencia están al límite.
Este verano letal expone con crudeza cómo el cambio climático está transformando los veranos europeos, convirtiendo zonas tradicionalmente templadas en escenarios de emergencia permanente. La necesidad de adaptación, prevención activa y cooperación transfronteriza es cada vez más urgente.
Todavía no se han difundido cifras oficiales de víctimas mortales atribuibles a las olas de calor, pero los sistemas de salud de los distintos países ya reportaron que se está registrando un alarmante aumento de la cantidad de víctimas y advierten sobre cifras tremendas cuando termine la temporada y se difundan los informes de organismos como la OMS o Copernicus.
Francia, epicentro del desastre, registra el incendio más grande en al menos medio siglo. En la región de Aude, cerca del Mediterráneo, las llamas arrasaron aproximadamente 16 000 hectáreas (más que el área de París), provocando al menos una muerte, numerosos heridos –entre ellos 19 bomberos– y daños materiales devastadores, según consigna la prensa internacional. A pesar de estar contenido, el fuego sigue activo en puntos calientes y podría tardar semanas en extinguirse completamente. Las autoridades movilizaron a más de 1 300 bomberos, reforzados con aeronaves y equipos terrestres, para evitar rebrotes.
Al mismo tiempo, España combate incendios que afectan zonas rurales y sitios de patrimonio histórico. En el noroeste, un fuego amenaza un antiguo sitio minero romano inscripto como Patrimonio Mundial por la Unesco, lo que ha obligado a evacuar a cientos de personas. En Portugal, más de 42 000 hectáreas ya han sido quemadas desde inicios de 2025, cifra notablemente más alta que la del año pasado. También se registran importantes incendios activos en regiones del Mediterráneo sur: Grecia, Turquía, Bulgaria, Albania, Kosovo y los Balcanes enfrentan incendios forestales que destruyen bosques, aldeas y campos, complicando la calidad del aire y generando evacuaciones masivas.
La causa común de esta emergencia se halla en una ola de calor sin precedentes. En Francia, se registraron hasta 43 °C en departamentos como Charente y Aude, lo que disparó las alertas de calor a niveles de alerta roja, una situación nunca vista desde su instauración en 2004. España proyecta máximas de hasta 44 °C, especialmente en Aragón y el País Vasco, mientras que en Portugal, Sevilla y Extremadura superaron los 40 °C. En los Balcanes y la zona balcánica, los termómetros también sobrepasaron los 40 °C, como en Francia meridional y Balcanes occidentales.
Este cóctel mortal –calor extremo, viento seco y vegetación reseca– ha sido definido por expertos como un verdadero “cóctel molotov climático” que amplifica el riesgo de incendios colosales en toda la cuenca mediterránea. Las consecuencias ya son palpables: miles de personas desplazadas, infraestructura dañada, graves problemas de salud por la contaminación del aire, y un despliegue masivo de emergencia en varios países.
Cifras a escala continental:
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Más de 350 000 hectáreas quemadas este año en Europa.
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Se han contabilizado 1.478 incendios solo durante 2025, según datos del European Forest Fire Information System (EFFIS).
La situación más crítica aún está por venir, ya que los servicios meteorológicos pronostican nuevos picos de calor de hasta 43–44 °C en España, Portugal y el suroeste europeo en los próximos días. Ello alimenta la preocupación sobre si los sistemas de emergencia podrán resistir la doble amenaza del fuego y la temperatura.
Fuente: Pagina12