Poco podía hacer Peñarol para dar vuelta la serie contra Botafogo luego del 0-5 recibido en Río de Janeiro. Lo que sí podía hacer el conjunto uruguayo este miércoles por la noche es lavar su imagen y retirarse con la frente en alto de la Copa Libertadores. Y lo logró.
Fue triunfo 3-1 del “Carbonero” en Montevideo en un partido accidentado, que tuvo un expulusado por lado, y varias acciones de pierna fuerte.
Así las cosas, la final de la Libertadores será nuevamente 100% brasileña, racha que se había cortado en la edición pasada contra la definición entre Fluminense y Boca. La final entre Atlético Mineiro y Botafogo será la cuarta verdeamarela de las últimas cinco.
Los hinchas del “Manya” se sacaron la bronca a los 31 minutos cuando Jaime Báez, la gran figura del partido, puso el 1-0. Alguno que otro hasta se habrá animado a soñar con un milagro en la segunda parte, pero cuando los equipos se iban a los vestuarios para el entretiempo, el arquero de Peñarol, Washington Aguerre, se mandó un macanón: lo fue a buscar a su colega y rival John y le metió un pisotón por la espalda. Roja directa.
Con uno menos, Peñarol siguió yendo al frente y Báez se inventó un golazo de larga distancia para poner el 2-0 a los 66 minutos. Acto seguido, a los 68, Botafogo se quedó con uno menos por una doble amarilla casi que inmediata del uruguayo Mateo Ponte, defensor que había ingresado minutos antes.
Los uruguayos ya podían estar orgullosos de lo realizado pero siguieron buscando la heroica. Y alguna que otra ocasión tuvieron para poner 3-0 ante un rival sorprendentemente “light”, con varios suplentes -el resultado de la ida se lo permitió al DT- y quizá consumido por el escenario -se habló mucho del contexto de violencia en Montevideo durante la previa-, que dejó una imagen preocupante de cara a la final.
La cosa estaba definida cuando sobre el final apareció otro par de goles. Thiago Almada, ingresado en la segunda parte, puso el descuento brasileño a los 88 y Facundo Batista marcó de inmediato, a los 89, para el 3-1 final.