El futsal femenino vive un momento histórico ya que, después de años de discriminación y de una lucha titánica por parte de sus protagonistas, la FIFA finalmente organizó la primera edición del Mundial de la disciplina, que se disputará en noviembre en Filipinas.
Sin embargo, lo que parecía una oportunidad para consolidar el crecimiento de la actividad en Sudamérica, la realidad muestra ahora que ese logro se ve opacado por una decisión polémica de la Conmebol: reprogramar la Copa Libertadores de Futsal Femenino apenas 13 días antes del inicio de la Copa del Mundo.
Esta modificación del calendario, lejos de favorecer la inclusión y el desarrollo del futsal femenino, expone a las jugadoras a un riesgo innecesario. Quienes disputen la Copa Libertadores deberán afrontar una seguidilla de partidos de alta intensidad, con la presión de representar a sus clubes en la competencia continental más importante, mientras intentan llegar en óptimas condiciones al Mundial. ¿El resultado? Un calendario extenuante que podría derivar en lesiones y poner en peligro la participación de varias jugadoras en la cita máxima del deporte.
Si bien el crecimiento del futsal femenino es motivo de celebración, la falta de planificación y sensibilidad de la Confederación Sudamericana deja en evidencia una realidad preocupante: las jugadoras son quienes terminan pagando el precio de una inclusión mal gestionada. ¿Cómo se supone que una selección sudamericana pueda llegar en igualdad de condiciones a la competencia más importante de su historia si sus figuras estarán desgastadas física y mentalmente por disputar dos semanas anteros el torneo más trascendente del continente a nivel clubes?
En este contexto, muchas jugadoras se enfrentarán a una decisión injusta: arriesgar su estado físico disputando la Copa Libertadores con sus clubes o priorizar su presencia en el Mundial, el sueño por el que trabajaron toda su carrera. Un dilema que no debería existir si las entidades responsables tuvieran en cuenta la salud y el bienestar de las futbolistas.
La Conmebol tuvo la oportunidad de demostrar su compromiso real con el futsal femenino, pero con esta decisión solo confirma que la inclusión sigue siendo un discurso vacío si no va acompañado de medidas concretas para garantizar el desarrollo del deporte sin exponer a las jugadoras a riesgos innecesarios. Inclusión sí, pero no a cualquier precio.
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