Horacio Zeballos lleva sus manos a la cabeza. Acaba de suceder, pero no lo puede entender. Todavía no comprende lo que vive. ¿Cómo es percibir y apreciar un sueño que fue alimentado desde la infancia y que ahora, después de un extenso recorrido pero comprimido en un instante mágico, se vuelve realidad?
“La primera sensación que sentí fue de alegría total. Y el primer pensamiento que se me cruzó, en ese momento, fue decir: ‘Sí, lo cumplimos, pudimos'”, expresa el zurdo marplatense que, escasos días después, en un regreso relámpago a la Argentina para celebrar con su gente más cercana, con su mujer Sofía, con sus hijos Emma y Fausto, no deja de saborear su gran conquista: sí, aunque todavía no lo pueda creer, ganó Roland Garros, el torneo más valioso del mundo sobre polvo de ladrillo, a los 40. Claro, necesitaba volver al lugar en el que todo comenzó: por eso, también, además de pisar Buenos Aires, dedicó algunas horas a visitar a sus padres y al resto de su familia y amigos en Mar del Plata, donde volvió a las entrañas del Edison Lawn Tenis, el club de su padre Horacio en el que se formó y en el que nutrió sus primeras sueños.
“Ni bien me senté en el banco, apenas ganamos Roland Garros… Teníamos organizada toda una gira, seguir de viaje, pero ni bien me senté le mandé un audio a mi entrenador (Alejandro Lombardo), que estaba ahí en el banco, y le dije: ‘Tenemos que cambiar todo: tengo que ir a Argentina’. Es un objetivo por el que trabajamos muchos años y cómo no festejarlo con toda la gente que forma parte de este sueño cumplido. Fue lo primero que pensé apenas me senté: quiero ir a Argentina a abrazar a cada una de las personas que estuvieron conmigo desde el primer día, cuando las cosas eran duras”, reflexiona el ex número uno mundial y el mejor doblista argentino de todos los tiempos, un puñado de días después de convertirse en una leyenda: aún percibe la sensación que tuvo en la mítica Philippe Chatrier, junto con su compañero Marcel Granollers, luego de haber vencido 6-0, 6-7 (5) y 7-5 a la dupla británica de Neal Skupski y Joe Salisbury.
–En diciembre dijiste: “Ganar un Slam es un gran objetivo, no me da miedo decirlo, pero cuando me retire del tenis me iré tranquilo por haberlo dejado todo”… ¿Ahora, cuando decidas irte, te irás tranquilo o cuál es la palabra exacta?
–La palabra exacta es plenitud. Hoy en día me siento pleno, porque luchamos por un objetivo que pudimos cumplir. Ser número uno del mundo, ganar un Grand Slam, pasarla bien, disfrutar de la competencia. Pero ahora estoy lejos de relajarme, sigo plantando ilusiones y peleando por mantener la vocación por el deporte que amo. Esto no es eterno, obviamente, entonces quiero disfrutar de todo: los viajes, los torneos, más allá del resultado.
–Te dejaste caer al polvo de ladrillo, te tomaste la cabeza… ¿en ese instante qué fue lo primero que pensaste?
–Lo primero que sentí fue una mezcla de alegría, de satisfacción y también de alivio, porque se nos había hecho muy dificil ganar un Grand Slam, ganar el primero (NdR: con Granollers había perdido las finales del US Open 2019, de Wimbledon 2021 y de Wimbledon 2023). Habíamos cumplido muchos objetivos pero nos faltaba el Grand Slam. Poder cumplirlo, después de haber estado cerca en varias ocasiones, fue un alivio.
–Ahora, ya con tu familia y en estos días frenéticos, te cayó la ficha, cómo lo pensás disfrutar estos días?
–La ficha no me está cayendo, todavía no me cayó. Pero no quiero parar un segundo. Quiero seguir festejando como lo merece un logro personal tan importante.
–¿Cómo fue el recibimiento de tu familia? ¿Qué te dijeron tus hijos?
–Tuve un hermoso recibimiento que organizaron mi equipo y mi familia apenas llegué al aeropuerto. Fausto y Emma fueron las siguientes dos personas que vi aparecer recién llegado, cuando crucé las puertas me vinieron a tirar de todo. Fue un momento único… Me contó mi mujer que mi hija, que usualmente no miraba mucho los partidos ni les daba bola, lo vio entero de la mano con ella. Es una satisfacción que no tiene comparación: saber que mi hija estaba pendiente del resultado.
–¿Qué hay de aquel Horacito de Mar del Plata que ensayaba ejercicios de dobles con su padre en el Edison y ahora gana en los mayores escenarios del circuito?
–Llevo conmigo a aquel Horacito que iba todos los días al club a jugar, que creció en un ambiente sano y que fue un pibe feliz. Tengo los mejores recuerdos de mi infancia. Justamente con mis amigos íbamos al frontón a jugar a la vela, organizar todo el calendario de la ATP y repartir los puntos de la vela según cada torneo y cada Grand Slam. Lo que acabamos de vivir es el sueño de cualquier pibe que le gusta el tenis: recorrer el camino, jugar los mejores torneos del mundo, es un sueño hecho realidad.
–¿Cómo fueron las charlas con tu compañero en las instancias decisivas?
–Con Marcel hablábamos y decíamos: ‘Che, estamos nerviosos’. Y sí, estábamos nerviosos, queríamos pasar la semifinal, queríamos jugar bien la final, estábamos nerviosos. Y por otro lado pensábamos… qué bueno que estemos nerviosos; no lo estaríamos si realmente no nos importara. Es parte del deporte y de la competencia: estar nervioso significa que todavía disfruto de jugar, es lo que me hace sentir vivo.
–¿Por qué decidiste pedirles consejos a leyendas como MnEnroe, Wilander, Henman o el propio Carlos Alcaraz?
–Se me ocurrió volcarme en la experiencia de los campeones: qué mejor manera que pedirles consejos. Todos estuvieron realmente muy sencillos, humildes. Ninguno me dijo algo nuevo, porque no creo que haya una fórmula secreta, todos tenemos nuestras fórmulas, pero que es lindo escucharlas de los campeones. La mayoría de ellos coincidía en que lo importante no era enfocarme en el resultado sino en la táctica, en lo que podía hacer yo y en lo que tenía al alcance de mi mano, más que pensar en algo externo que no pudiera controlar, porque eso iba a agregar presión a la presión que ya había. La charla más importante fue la que tuve con Carlitos Alcaraz, que me dijo: “Salí a ganar la final, dejá todo, andate al vestuario con la tranquilidad, más allá del resultado, de que no dejaste nada en tu cuerpo”.
–¿Qué hablaron con tu equipo antes de entrar a la final?
–La charla con mi equipo (NdR: lo entrena Lombardo y lo prepara en lo físico Esteban Pérez) y con Marcel fue importantísima. Fue exactamente lo mismo que me dijo Carlitos Alcaraz: vamos a ganarla, salgamos a ganarla, no esperemos que los otros la pierdan, vamos con convicción y siempre juntos. En los momentos del partido en que uno está más arriba que el otro, que el otro lo saque y que nos acompañemos. Juntos la podíamos ganar. Salimos hechos dos leones y se vio en el primer set. Después ellos, que por algo son grandes campeones, buscaron la manera de sacar adelante el partido y por eso se hizo tan parejo. Pero creo que anímica y tácticamente hicimos todo lo que habíamos hablado antes del partido.
–¿Ahora cuál es la motivación? ¿Cómo se sigue después de semejante logro?
–Siempre me gusta escuchar a un orador, motivador, psicólogo, que se llama Victor Kuppers y que siempre dice que nunca hay que dejar de proponerse ilusiones, porque eso es lo que te lleva a mantenerte motivado para seguir buscando la felicidad y la alegría en lo que uno hace. El objetivo es, ahora, ponerse más ilusiones: vamos por más… por más torneos, por más Grand Slams, por más satisfacción en la competencia.