Los bocinazos llegan desde la Av. General Paz, las banderas de color marrón y blanco flamean en las ventanillas de los autos, y en manos de generaciones que cultivaron su pasión a través de los relatos de abuelos y padres que aguantaron con dolor, amor y sufrimiento, tener que volver a casa con las manos vacías. Desde gargantas desgarradas sale el grito más esperado en 120 años: “Dale campeón”.
Es la gente de Saavedra y alrededores que llega hasta el Estadio Ciudad de Vicente López, para festejar la primera estrella que van a bordar en la camiseta de Platense. Son las familias que sostienen el legado y tradición, de un barrio que expone la alegría de poner punto final a la sequía y las tristezas. Es el llanto y la foto de esos seguidores que no llegaron a vivirlo. Es la pertenencia a un equipo que transitó por la esperanza de concretar el sueño de ser campeones.
“Vengo del barrio de saavedra/ barrio de murga y carnaval/ barrio que sueña con la vuelta/ en las malas siempre te va alentar”, se escucha desde esas voces que se atragantan en la nostalgia del largo periplo, de un club que creció en las calles Manuela Pedraza y Crámer, se hizo lugar en la cultura popular en la voz de Roberto “Polaco” Goyeneche, el cantor que no se perdía un partido del “Calamar”, se llevaba las penas de las derrotas a los escenarios y hasta podía cantar con la camiseta puesta.
“Dale a la bocina…no aflojes. Que no pare nunca más. Esto es único. El barrio está de fiesta”, dice un hombre con anteojos, pelo completamente blanco y un nene en sus hombros que llora y a cada rato repite “no puedo creerlo”. Los que no viajaron a Santiago del Estero, al Madre de Ciudades, tienen su punto de encuentro en la tribuna local de la cancha que lleva el nombre del Polaco Goyeneche. “Hoy no duerme nadie…somos campeones. De Saavedra al mundo”, dice alguien que abre los brazos frente al escudo de Platense, se arrodilla en el asfalto y llora.
En la calle Zufriategui no hay último día de la semana, descansar y empezar el lunes. Tampoco bebida que calme la sed. La caminata acelerada de los que llegan, se van y vuelven, bailan en la conquista de una deuda pendiente. “Somos Platense. Le ganamos a todos los grandes y de visitante”, dice un joven, abrazado a un amigo, con la certeza de que el apodo de “matagrandes”, es la mejor referencia.
El “Calamar” se suma a la historia de los campeones del fútbol argentino. Sin purismos, a su manera. Al igual que Goyeneche con su voz, en la entonación de noches sin sol y el pulso del corazón en la mano en cada melodía, los de Saavedra plasmaron ese espíritu a lo largo del torneo. Acá está la recompensa.