la cadena que no pudo contra Walmart


Después de que en 2018 se declarara en quiebra y se mantuviera vigente gracias a un salvataje millonario, la empresa que supo ser líder en el sector minorista de EEUU cerró su última tienda en California y solo mantiene seis locales en pie.

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La caída de Sears ya no sorprende, pero sigue sumando capítulos. En 2018 se declaró en quiebra y luego de un salvataje millonario, a fines de agosto de 2023, otra vez la cadena volvió a precipitarse. Esa vez, bajó la persiana de su local en Burbank, ciudad del condado de Los Ángeles. La tienda, que había sido relanzada a principios de ese mismo año, no logró revertir los números bajos de visitas y ventas. Ese fue su último intento en California el estado donde supo ser un actor clave del comercio minorista durante buena parte del siglo XX. Ahora, la cadena solo cuenta con seis sucursales en todo Estados Unidos.

Es difícil dimensionarlo si se piensa que hace dos décadas Sears operaba más de 3.500 tiendas. El retroceso ha sido constante y visible. Actualmente está en liquidación la sede de Whittier, en el sudeste de Los Ángeles, que llevaba casi 30 años funcionando. Los pasillos vacíos y los carteles de “liquidación total” son una imagen que ya no sorprende, pero sigue incomodando.

El fenómeno va más allá de Sears: afecta a todo el sector. La consultora Coresight Research estimó que solo este año podrían cerrar unas 15.000 tiendas físicas en todo el país. Menos tráfico en los centros comerciales, más compras online, alquileres caros y una clientela cada vez más exigente con la experiencia de compra son algunos de los factores en juego. En ese contexto, mantener grandes superficies sin renovación tecnológica o comercial puede ser una sentencia de muerte. O a la quiebra.

La pregunta es si alguna vez Sears logró adaptarse. Fundada en 1892 en Chicago, la compañía fue pionera en ventas por catálogo y llegó a ser sinónimo de clase media estadounidense. Pero en los últimos quince años, su modelo de negocios mostró señales de agotamiento. La irrupción de gigantes como Walmart y Amazon la dejó mal parada. En vez de reformularse con rapidez, Sears quedó atrapada en una estructura antigua, sin demasiadas ideas nuevas ni margen para competir por precios o por experiencia de usuario.

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En 2018 Sears se había declarado en quiebra

El punto de quiebre —literal— fue en 2018. Ese año, la empresa pidió protección judicial bajo el Capítulo 11 de la ley de bancarrotas en Estados Unidos. El panorama era desolador: locales vacíos, deudas millonarias y una reputación en picada. Eddie Lampert, entonces CEO y principal accionista, lanzó una oferta para evitar el colapso total. Puso sobre la mesa 4.400 millones de dólares, cifra que luego subió a 5.200 millones, para quedarse con los activos rentables y salvar unas 400 tiendas. Parecía una jugada osada, casi una apuesta desesperada. Y lo era.

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Por un tiempo, la estrategia funcionó como un parche. Las tiendas sobrevivientes continuaron operando, aunque sin una dirección clara. No hubo una transformación real. Ni digitalización, ni rediseño del concepto de tienda, ni políticas comerciales acordes al nuevo escenario. Mientras tanto, los competidores siguieron avanzando. Walmart dominó el segmento de precios bajos. Amazon conquistó la comodidad de la compra sin moverse de casa. Y Sears, a mitad de camino, perdió relevancia.

Otras cadenas tradicionales pasaron por trances similares. JCPenney, por ejemplo, se declaró en quiebra en 2020 y cerró el 30% de sus locales. Pero algunas lograron reestructurarse, reducir su tamaño y encontrar nichos donde seguir siendo viables. Ese no fue el caso de Sears, quien sobrevive casi por inercia, con unos pocos locales y sin una estrategia visible.


Fuente: Ambito