Un equipo internacional de investigadores logró reconstruir el misterioso y sorprendente origen evolutivo de la papa, uno de los alimentos más consumidos en el planeta. El hallazgo, publicado en la revista Cell, revela que la planta de papa moderna se formó hace unos 9 millones de años a partir del cruce natural entre un ancestro silvestre del tomate y una planta andina llamada Etuberosum, que no produce tubérculos. Este evento de hibridación dio lugar a un linaje completamente nuevo, capaz de desarrollar las estructuras subterráneas ricas en almidón que hoy conocemos como papas.
El descubrimiento, encabezado por científicos de la Academia China de Ciencias Agrícolas, no solo resuelve un antiguo enigma botánico, sino que también pone en evidencia cómo los cruces entre especies pueden producir órganos completamente nuevos –en este caso, los tubérculos– y dar lugar a linajes con potencial de expansión global.
“La papa tiene genes del tomate y de Etuberosum. El tomate fue la madre; Etuberosum, el padre”, explicó Sanwen Huang, director del estudio. “Pero esto no era obvio al principio: las plantas modernas de papa se parecen mucho a las Etuberosum, pero sin sus características subterráneas no habría habido papa”.
Híbridos que dieron vida a los tubérculos
Durante años, los botánicos se preguntaron por qué las especies Etuberosum –originarias de Chile y con gran parecido morfológico a la papa cultivada– no desarrollaban tubérculos, mientras que la papa moderna sí. El nuevo estudio analizó más de 500 genomas, entre variedades cultivadas y especies silvestres, y encontró una combinación genética estable en todas las papas actuales: un “ensamble” de material genético de ambas especies ancestrales.
Dos genes resultaron claves: SP6A, heredado del tomate, actúa como un interruptor que le indica a la planta cuándo comenzar a formar tubérculos. Por su parte, el gen IT1, proveniente de Etuberosum, regula el crecimiento de los tallos subterráneos. Separados, estos genes no provocan la formación de tubérculos. Juntos, como en el caso de la papa, desencadenan el mecanismo que produce los órganos comestibles.
Según los investigadores, este evento evolutivo coincidió con la elevación de la cordillera de los Andes, lo que generó nuevos ecosistemas de altura y clima hostil. En ese contexto, los tubérculos les ofrecieron a las plantas una ventaja decisiva: actuar como reservas de energía durante inviernos fríos o períodos de sequía. Además, permitieron una forma de reproducción asexual –por brotación desde los propios tubérculos– que aceleró la dispersión y adaptación de la especie a diversos entornos.
De los Andes al mundo
Desde su aparición en Sudamérica, la papa prosperó en regiones montañosas de Perú, Bolivia, Ecuador y el norte de Chile y Argentina. Los pueblos originarios domesticaron distintas variedades, seleccionando aquellas con mayor tamaño, sabor y resistencia. “Los pueblos indígenas de los Andes tienen cientos de variedades de papas”, explicó Sandra Knapp, botánica del Museo de Historia Natural de Londres. “En Europa, tenemos tal vez cinco, todos de una sola especie: Solanum tuberosum”.
La llegada de los conquistadores europeos en el siglo XVI cambió la historia de este cultivo. La papa viajó en barcos españoles hacia el Viejo Mundo y, aunque al principio despertó sospechas por crecer bajo tierra y no figurar en la Biblia, fue rápidamente aceptada por su valor nutritivo, su resistencia a condiciones climáticas adversas y su capacidad de alimentar a grandes poblaciones. En el siglo XVIII ya era un alimento básico en casi toda Europa.
Alimento esencial en la dieta global
Hoy, la papa es el cuarto cultivo alimentario más importante del mundo, después del maíz, el arroz y el trigo. Según la FAO, se producen más de 370 millones de toneladas al año. Es una fuente clave de carbohidratos, potasio, vitamina C, una porción significativa de proteínas con todos los aminoácidos esenciales y fibra, especialmente en comunidades donde otros alimentos son más escasos o costosos. Se estima que más de mil millones de personas dependen directa o indirectamente del cultivo de papa para su alimentación o sustento económico.
Además de su rol nutricional, la papa es culturalmente central en muchos países: desde las papas andinas multicolores hasta las papas fritas, el puré o el vodka ruso, es un alimento versátil que atraviesa cocinas y clases sociales.
Un futuro todavía en expansión
El nuevo estudio no solo ilumina el pasado de la papa, sino que abre caminos hacia el futuro. En un contexto de cambio climático y presiones sobre la producción de alimentos, comprender los orígenes genéticos de los cultivos puede ser clave para mejorarlos. El equipo de Huang trabaja actualmente en dos frentes: por un lado, desarrollan papas capaces de reproducirse por semilla, lo que facilitaría su transporte y conservación; por otro, están intentando insertar los genes IT1 y SP6A en plantas de tomate, para ver si pueden producir tubérculos.
“No sabemos si funcionará, pero si lo logramos, el tomate no solo será parte del pasado de la papa, sino también de su futuro”, adelantó Huang.
Por ahora, la hibridación entre tomate y Etuberosum —hoy genéticamente muy distantes— no podría repetirse de forma natural. Pero la ingeniería genética abre nuevas posibilidades. Y como sucedió hace millones de años en las laderas andinas, la evolución –natural o asistida– sigue encontrando caminos subterráneos para alimentar al mundo.
Fuente: Pagina12