Hace días que la esquina de San José y Humberto Primo se volvió un lugar de peregrinación del peronismo, que hasta el martes a la tarde iba a ser también el punto de partida de la masiva movilización en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner. Los planes cambiaron, la militancia concentra en distintas alturas de la 9 de Julio para marchar a Plaza de Mayo, pero bajo el departamento de la líder justicialista la gente no para de llegar, de cantar, de mirar a ver si sale al balcón o si la llega a ver a través de las ventanas. “Venimos a la misa y nos vamos”, dice un hombre que se abre paso entre la multitud para acercarse.
Anabel se emociona cuando habla de Cristina. Tiene 39 años, está con un grupo de amigos con los que vinieron de Boulogne y es la primera vez que se acercan a esta (ahora famosa) esquina de Constitución. “Para mí Cristina representa derechos, el bienestar del pueblo”, cuenta a Página|12. Ella, que viene de familia peronista, no estaba interesada en la política. “El odio a ella me hizo amarla”, agrega y confía en que los organismos internacionales actúen ante “una persecución política evidente”.
El repertorio musical es variado y va de los cánticos de los que son “de la gloriosa Juventud Peronista” hasta el himno nacional, que suena en medio del humo de las parrillas que se preparan para el almuerzo. Hay pasacalles atados a todos los árboles y postes cercanos a las ochavas, pero no falta alguien que se trepa para colgar uno más, azul oscuro, con la cara de Diego Maradona y el perfil de las Malvinas que no se termina de desplegar por ser muy extenso en una calle angosta.
Aunque las personas miran para arriba expectantes, la puerta del balcón no se abre, pero Cristina aparece vía X para decir que de momento no puede salir y que sus abogados presentaron un recurso ante el Tribunal para que aclare “qué comportamiento se encuentra prohibido”.
“Hicieron otro Puerta de Hierro”, opina Ana. Ella bordó los rectángulos de tela que lleva con dos de sus amigas, Fernanda y Florencia, a modo de carteles caseros: “Cristina. El mejor cuadro político”, dice en hilos de colores. Las tres esperan que vaya mucha gente a Plaza de Mayo, “que seamos muchos, que no nos acobardemos y que el pueblo se despierte y organice porque la lucha organizada es la única manera de vencer al neofacismo”. “Porque hoy es Cristina, pero mañana puede ser cualquiera que se presente”, advierte Florencia.
Los carteles de militantes autoconvocados están por todas partes. Abrazan las paredes del edificio donde vive la expresidenta y se extienden por el resto de las calles. “Cristina libre”; “Cristina el pueblo te ama”; “Gracias al Progresar pude ser licenciada. Gracias Cristina”; “Yegua, nunca mascota”. Y una mujer escribe con un crayón rojo en Humberto Primo, a una cuadra del departamento: “Conan ha muerto”.
En la vereda de enfrente, el artista MXM Tinta, que forma parte del colectivo Tinta y Memoria, cuenta que viene “a bancar la democracia” mientras pega afiches diseñados por el grupo. Con los papeles, forma una guirnalda de flores azules, las No me olvides, que se volvieron un símbolo de la resistencia peronista durante la proscripción de Juan Domingo Perón y que florecen una vez más para decir: “No me olvides, no me olvides, no me olvides, volveremos otra vez”.