El 2024 cerró con un escenario político y social que acumula quejas por el accionar del gobierno de La Libertad Avanza (LLA). Pero las reacciones y críticas con consistencia son exiguas o nulas, no solo por parte de la oposición política, sino también por los movimientos y las organizaciones sociales que otrora fueron la cara de la resistencia al ajuste económico. En ese contexto, no dejan de llamar la atención las palabras y las manifestaciones que provienen desde las filas de las instituciones y organizaciones religiosas o, como le gusta llamar a gran parte de sus protagonistas, de las “organizaciones basadas en la fe”. Si bien lo que dice y hace la jerarquía de la Iglesia Católica sigue teniendo la mayor trascendencia -y ello merece un capítulo especial- en este caso hay que contabilizar también voces de reclamo y manifestaciones que vienen del campo protestante, del judaísmo y del islamismo.
A pesar de que ambas partes se ocupan de cuidar las formas y de no interrumpir los canales de diálogo institucional, es evidente que la relación entre el gobierno de Javier Milei y la jerarquía de la Iglesia Católica no pasa un buen momento. No hubo encuentro -que es habitual- entre el Presidente y las nuevas autoridades de la Conferencia Episcopal encabezadas por el arzobispo mendocino Marcelo Colombo. Milei respondió con una carta a la que le envió la Comisión Ejecutiva del episcopado y en la que expresaba la disposición de los obispos “para el encuentro personal”. No hubo tal, aunque el intercambio epistolar fue en términos cordiales y con disposición al diálogo. En su nota los obispos hablaron de “atender con especial prioridad a las necesidades de los más pobres y vulnerables de la sociedad”. Milei valoró “la colaboración de la Iglesia en el acompañamiento a los sectores más vulnerables de la sociedad, una labor significativa en favor del bien común”. Fue Nahuel Sotelo, Secretario de Culto y Civilización, el encargado de visitar a las nuevas autoridades de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), para reunirse con el arzobispo Colombo y con el Secretario General y obispo auxiliar de San Isidro, Raúl Pizarro.
Mientras el Papa sigue nombrando obispos afines con sus posiciones (en los últimos días designó a Guillermo Caride como titular de San Isidro en reemplazo de Oscar Ojea cuya renuncia fue aceptada por motivos de edad) en su asamblea de noviembre el plenario de la jerarquía eclesiástica eligió democráticamente a una conducción absolutamente alineada con Francisco y con la “opción por los pobres”. Cada vez que se le presenta la oportunidad el arzobispo Colombo repite que “cualquier plan económico tiene que ser con la gente adentro”.
Sin embargo, las mayores discrepancias del gobierno respecto de la Iglesia Católica son con el Papa Francisco. Molestan los pronunciamientos de Jorge Bergoglio porque más allá de que estén dirigidos o no a la realidad argentina es evidente que la agenda papal transita por temas y cuestiones que contradicen el posicionamiento del mileismo. Milei no oculta el malestar que le causa cada manifestación pontificia sobre los pobres, el rol del Estado o el cuidado del medio ambiente.
Solo a modo de ejemplo. En uno de los últimos mensajes al Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (COPAJU) que anima el Papa y del que participa entre otros Raúl Zaffaroni, Francisco recordó que “a más libertad, más dignidad de la persona y más cuidado de la casa común” y remató diciendo que “una libertad sin responsabilidad y cuidado de la comunidad humana y de su Casa, don de Dios, no es creíble ni verdadera”.
Pero las críticas al gobierno llegan también desde las bases religiosas, desde los curas que comparten el día a día con la gente y desde otras organizaciones -no siempre católicas- que conviven con quienes sufren las consecuencias del plan del gobierno. Denuncian los Curas en la Opción por las y los Pobres (COPP), pero también otros que trabajan en villas de emergencia. Lo dijo hace pocos días el sacerdote Lorenzo “Toto” de Vedia en una celebración en la que pidió rezar por los jubilados “para que todos sepamos reconocer su dignidad, para que tengan medicamentos y lo que necesitan para alimentarse y tener las comodidades que merece quien trabajó toda su vida”.
Por otra parte se conformó la llamada “Mesa ecuménica por la democracia, la vida y el bien común” que durante dos meses se congregó cada martes junto al edificio del ex Ministerio de Desarrollo Social en la capital para exigir “¡Basta de hambre, la vida reclama!”. Se trata de un nucleamiento inédito integrado por la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes (CAREF), Pastoral Social Evangélica (PSE), Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), Curas Villeros, Curas en Opción por las y los Pobres (COPP), Fundación Hora de Obrar y la Red Nacional de Mujeres Argentinas Construyendo Comunidad. Mientras tanto los evangélicos de ACIERA (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas) celebraron el “día del evangelismo” en el Palacio Libertad (antes CCK) con presencia, entre otros funcionarios, de Victoria Villarruel y Guillermo Francos.
A lo anterior se suman también nuevos alineamientos como los “ecuménicos por la paz” que lograron reunir a evangelistas, católicos, judíos y musulmanes, ministros religiosos y dirigentes sindicales, en torno a cuestiones relacionadas con la justicia y teniendo como referencia al papa Francisco. En un acto realizado frente al palacio de Tribunales el rabino Damián Karo, subrayó que “la paz es la justicia del amor para toda la humanidad”, el pastor evangelista Claudio Cruces recordó que “la paz es fruto de la justicia” y el laico musulmán Alejandro Salomón, hablando en árabe, reconoció al Papa Francisco como guía por sus enseñanzas y acompañó lo dicho por el rabino y el pastor evangélico sobre el bien común. En la misma oportunidad el cura villero, Ignacio Bagattini, abogó por “ir a lo que nos une” y pidió “retomar a Carlos Múgica, cura villero martirizado hace 50 años, quien nos marcó que tener fe es amar al hermano”.
Al margen de la política tradicional e institucional, de manera inorgánica y quizás poco visible por el momento, crece una espontánea resistencia al ajuste desde las organizaciones religiosas en base a la búsqueda de unidad en la acción y más allá de las diferencias.