El primer jugador informado
El desarrollo del Campeonato Metropolitano de 1975 también ofreció escenas curiosas, más allá de que River pudo quebrar la sequía de los 18 años sin títulos. El duelo Superclásico ante Boca, en La Bombonera, quedó impregnado por un golpe letal entre dos rivales.
El defensor de Boca Roberto Rogel le aplicó un codazo tremendo al delantero visitante Carlos Morete, sin que el árbitro Roberto Goicochea lo advirtiese. Las cámaras de video arbitraje estaban lejos de existir, y Rogel continuó jugando el partido. El que se tuvo que ir fue Morete, que ya había abierto el marcador para River, pero debió dejar la cancha para ser trasladado a un hospital.
La consecuencia de esta acción fue el primer “informe de oficio” para un futbolista. Lo concreto fue que el zaguero de Boca siguió jugando como titular hasta el final de la primera rueda de aquel torneo, y luego fue transferido a Tigres de México.
El 17 abril de ese año se habían vendido casi 40 mil entradas generales, y fue un punto de inflexión para River, debido a que el equipo que dirigía Angel Labruna volvió a celebrar de visitante ante el rival eterno luego de nueve años.
Ese Superclásico por la 15ª fecha del Metropolitano fue uno de los cinco más vistos de la historia, aunque no el único que se disputó en la temporada, ya que ambos conjuntos se cruzaron cuatro veces, con dos triunfos para cada uno, y curiosamente las victorias obtenidas fueron de visitante.
River estuvo entre los tres equipos que más entradas vendieron en ese año. Inclusive, Isabel Perón, a cargo de la presidencia de la Nación tras la muerte del General, había bajado la orden de transmitir el partido en directo por televisión.
Cuando se jugaban apenas seis minutos, y luego de un envío aéreo, Morete metió un cabezazo inalcanzable para el arquero Rubén Sánchez y convirtió para River. Un rato después, a los 23 minutos, Norberto Alonso aumentó la ventaja con un gran tiro libre en el arco de Casa Amarilla. Sánchez voló, pero su intento por desviar la pelota fue estéril.
Boca, que por entonces era dirigido por Rogelio Domínguez, tuvo luego dos penales a favor. En el primero, sobre el final de la etapa inicial, Marcelo Trobbiani convirtió y pudo descontar. En el segundo, al minuto de comenzado el complemento, Boca tuvo otra sanción similar y Trobbiani volvió a ejecutar. Esta vez, el volante desaprovechó la chance de igualar el encuentro ya que la pelota fue atajada por Fillol.
El fútbol argentino, en esa época, tenía cierta tolerancia al juego fuerte. De esa manera, se dio la acción que dejó afuera a Morete. Para cuidar la ventaja, Labruna hizo ingresar a Reinaldo Merlo en lugar de Morete. El que terminó siendo expulsado ese día fue Miguel Nicolau, cerca del final, por una infracción fuerte sobre Alonso.
Morete, que empezó a jugar en River desde los 12 años, marcó 105 goles oficiales en 195 partidos y fue vendido a Las Palmas por 400 mil dólares. “Pasan los años y no me olvido del codazo en la sien que me metió Rogel en la cancha de Boca. Si bien fue una cosa del partido, nunca salí dormido de una cancha como aquella vez en la que me llevaron al hospital. Había hecho un gol en el primer tiempo y después, cuando vino esa acción, sentí el impacto y me desperté en el vestuario con mi viejo llorando al lado de la camilla”, dijo Morete muchos años después, ya retirado de la actividad. El fue el único futbolista que ganó torneos de AFA con cuatro camisetas distintas: River (1975), Boca (1981), Independiente (1983) y Argentinos Juniors (1984 y 1985).
Al final del partido, la hinchada de Boca se retiró cantando: “Pan y vino, pan y vino, pan y vino, pan y vino; pregúntale a Morete cómo pega el mendocino”.
El temperamental Rogel, que jugó 281 partidos en Boca, ganó tres títulos y marcó 17 goles, afirmó luego no recordar bien el incidente. “¿La piña a Morete? No me acuerdo. Una parte del periodismo me mataba, y entonces me dieron sanción de oficio 20 días después del partido. Igualmente, tuve pocas expulsiones en todos los años que jugué en Boca”, explicó.
El recuerdo del gran goleador
Juan Gilberto Funes hizo historia grande en River. Su paso por el club, entre 1986 y 1987 fue extraordinario: sólo convirtió cinco goles, uno por el torneo local y cuatro en competiciones internacionales. El “Búfalo” como se lo conocía, por su porte físico de más de 90 kilos, anotó en las dos finales de la primera Copa Libertadores que ganó la entidad: en el 2-1 ante el América de Cali en Colombia, y el 1-0 en Buenos Aires, en octubre de 1986.
El debutó en el club de Núñez en septiembre de 1986. Tenía 23 años y venía de festejar goles en el Millonarios de Bogotá. En Argentina había sido casi un desconocido hasta entonces. Su recorrido comenzó en Huracán de San Luis, Sarmiento de Junín (aunque fue suplente de Ricardo Gareca y no llegó a debutar), Jorge Newbery y Estudiantes (ambos de San Luis), y Gimnasia y Esgrima de Mendoza. Entre los Nacionales 1983 y 1984 jugó 14 partidos y convirtió ocho goles, suficientes para emigrar a Colombia.
En River también se consagraría campeón del mundo en diciembre de 1986, y ganaría un tercer título internacional en agosto de 1987, la Copa Interamericana. En diciembre dejó repentinamente el club. Se fue a Europa pero la pasó mal: en Olympiakos de Grecia no se adaptó y jugó muy poco. En el Nantes de Francia no llegó a debutar.
Funes volvió a Vélez para la temporada 1989/90 y recuperó su nivel: sumó 25 partidos y convirtió 12 goles. Jugó por última vez para los de Liniers el 13 de mayo de 1990 en una derrota 1-0 ante Ferro. El club no podía renovarle el contrato ni comprarle el pase y, durante el Mundial de Italia, Funes comenzó a practicar con Boca. Inclusive, hizo la pretemporada con el equipo de Carlos Aimar en las sierras de Huerta Grande, Córdoba.
Lo único que faltaba era la firma oficial. El arreglo entre el representante de Funes, el empresario Carlos Quieto, y Boca era particular: en caso de una oferta de Europa, podría aceptarla. Y esa posibilidad llegó con Niza. El que había sido ídolo de River viajó a Francia, y en los primeros entrenamientos se ganó la admiración de todos. Pero poco antes del comienzo de la temporada 1990/91, le informaron que los estudios cardíacos le habían dado mal y que el pase no se haría.
El puntano regresó a Argentina para practicar con Boca, pero ya todo giraba en función de su corazón. Los cardiólogos explicaban que Funes sufría una insuficiencia aórtica. Un médico dijo que, en contraste con los 225 gramos de una masa ventricular normal, la de Funes pesaba 800 gramos. Su corazón era demasiado grande.
A pesar de ello, el pase se anunció finalmente el 13 de septiembre de 1990 y fue tapa de los diarios al día siguiente, con la ropa oficial del club, dentro de la Bombonera. También se supo que FIFA le había enviado a Boca un informe en el que le advertía del estado crítico del jugador.
El delantero llegó a jugar un amistoso contra Banfield, con la presencia de socios en la Bombonera. Se anunció que iría al banco de suplentes el domingo 23 de septiembre contra River en el Monumental, pero no llegó: su corazón anormal estaba agotado de verdad.
Después de un entrenamiento sintió un dolor en el pecho y se asustó. El jueves 27 de septiembre, en el Hospital Italiano, sentenciaron su diagnóstico. “Funes, ¿usted qué prefiere, la vida o el fútbol?”, le preguntaron los especialistas, después de haberle confirmado que sufría de insuficiencia aórtica.
Al año siguiente, del 6 de septiembre al 7 de noviembre de 1991, lo operaron cuatro veces en Mendoza buscando el reemplazo de la válvula aórtica, el origen de su problema cardíaco. Ya era otro Funes: había perdido 14 kilos. El primer fin de semana de 1992, al “Búfalo” se le disparó la fiebre y quedó descompensado.
El 6 de enero fue trasladado de urgencia en un avión privado desde Mendoza hasta Buenos Aires. Entró inconsciente al Sanatorio Güemes. Cinco días después, el sábado 11, ingresó al quirófano para su quinta y última operación de corazón. Funes murió ocho horas después, en los primeros minutos del domingo 12 de enero de 1992. El tenía apenas 28 años. Su corazón terminó primero con su carrera y después con su vida.