Los testimonios de un hijo de detenidxs-desaparecidxs apropiado durante la última dictadura cívico militar y una hija que rompió el lazo con su familia biológica, entre otras cosas, por el vínculo de su padre y su tío con el terrorismo de Estado se concatenaron en una sola audiencia del juicio de lesa humanidad por los crímenes de la Fuerza Aérea en la zona oeste del Conurbano bonaerense, que se desarrolla desde hace casi un año en los tribunales de San Martín. Ezequiel Rochistein Tauro y Noelia Lynch aportaron la versión de las historias que los atraviesan para alimentar a la Justicia, darle carnadura a la memoria colectiva sobre las violaciones a los derechos humanos de los años setenta y confirmar que los efectos las vuelven actuales.
“Tanto mi mamá como mi papá, Jorge Rochistein y Graciela Tauro, fueron desaparecidos por la dictadura”, respondió Ezequiel Rochistein Tauro a la pregunta con la que el fiscal Félix Crous invitó a iniciar su testimonio. Fue el primer testigo de la audiencia número 24 del juicio que hasta febrero pasado tuvo a Juan Carlos Vázquez Sarmiento entre los acusados. Se le endilgaban responsabilidades en el secuestro y las torturas de Graciela y de Jorge, entre otros casos. Algunos años atrás había sido condenado por la apropiación de Ezequiel, a quien Graciela parió en la ESMA. Vázquez Sarmiento, agente de Inteligencia de la Fuerza Aérea durante el genocidio de la última dictadura, falleció en prisión.
Como pudo, Ezequiel volcó todas las partes de esa historia que los ató desde el momento en que el represor lo apartó de su mamá, se lo llevó a su casa y decidió junto a su entonces esposa Stella Emaldi inscribirlo como hijo propio falseando su identidad y torciendo su historia. También involucró a Julio César Leston, que fue efectivo de la Fuerza Aérea y que en su momento aportó información fundamental para el hallazgo de Ezequiel, buscado por su abuela Nelly Wuiovich de Tauro y el resto de Abuelas de Plaza de Mayo. “Lo que sé es poco”, apuntó Ezequiel en relación a sus mapadres, una historia que está aún reconstruyendo. Hace poco supo que Graciela y Jorge se casaron en un lugar a cuatro cuadras del departamento en donde él vivió durante su juventud. Hace poco, también, conoció la casa Hurlingham en donde vivieron sus padres, de donde se llevaron a Jorge.
Gran parte del testimonio de Ezequiel, que se pudo ver y oir vía transmisión del medio comunitario La Retaguardia, giró en torno de su apropiación, de su restitución y de cómo atravesó los años entre medio. “Durante muchos años no quería saber quien era”, asumió. Aclaró que tuvo “una buena infancia”, que todavía su apropiadora vive con él, algo que “fue uno de los vértices” por los que no quiso conocer su verdadera identidad. “Él también fue un buen padre, aunque acomodaba la realidad a su conveniencia”, admitió sobre Vázquez Sarmiento, quien se mantuvo prófugo de la Justicia desde 2002 hasta 2021 y con quien el testigo mantuvo contacto “hasta 2013, 2014”, testimonió.
El testigo fue convocado judicialmente a hacerse un análisis de ADN en 2001, paso que resistió hasta 2010, cuando finalmente restituyó su identidad. “Nunca lo visualicé”, remarcó sobre si alguna vez había sospechado ser hijo de desaparecides, pero que desde que recibió el llamado de la Justicia “comenzó a atar cabos”. Contó que algunas veces su apropiador hizo menciones a su participación en la “guerra contra la subversión”, que alguna vez el genocida le contó que su padre “se la había re bancado en la tortura”, y una de las últimas ocasiones en la que lo vio le habló de su madre. “Me terminó diciendo que era hijo de Graciela, que él la había llevado a la ESMA, que la había sacado de contrabando, que estaba viva y que la había visto en Madrid”, relató, y concluyó: “Siempre me arrepentí de no repreguntar. Repreguntar implicaba abrir una caja de pandora que no quería abrir. Me paralizaba cuando él me contaba cosas”.
La maldad sin fin
Tras la declaración de Rochistein Tauro llegó el testimonio de Noelia Lynch, sobrina de Ernesto Lynch, otro de los acusados en el debate, militar retirado y excarapintada La historia que Noelia trajo al estrado tiene muchos elementos de violencia ejercida sobre ella misma por parte de su padre, a quien dejó de ver durante su adolescencia, cuando abandonó la casa familiar, y también de la puerta de la casa familiar para afuera. “Mi tío se cuidaba más en sus expresiones, pero en su casa siempre se escuchaba la expresión ‘la defensa de la causa’”, testimonió en relación a la filiación militar de la familia Lynch y su vínculo con el terrorismo de Estado. Ernesto Lynch fue jefe de la patota de la VIII Brigada Aérea de Moreno, comandaba las “Tres Marías”, camionetas con las que secuestraba gente por las calles de la zona oeste.
Compartió en modo testimonial uno de los recuerdos más fuertes que tiene de su infancia, que transcurrió en tiempos de dictadura, y que revive un operativo que se llevó a cabo en el departamento frente pasillo al que habitaban ella y su familia. “En ese operativo se llevan a un matrimonio que tenía una nena, hija de la señora, ellos desaparecen y a la nena la dejan en mi casa, que estuvo un tiempo y después es devuelta mediante escribanía”, relató. Luego explicó que para ella era “importante el recuerdo de esa nena”: “Yo la busqué muchos años, porque a mí me decían enc asa que me tendrían que haber devuelto a mí y no a esa nena”.
Mientras Noelia declaraba, su tío y su abogado la escuchaban desde la casa del acusado. Los Lynch eran militares de carrera, aunque a ella siempre le dijeron que diga que su papá “no era militar, decí que es gasista”. Agazapados, aguardaron al final del testimonio para lastimar con lo que tuvieran a mano:
–Hace mucho que no habla con su familia, ¿no?– le preguntó el abogado Manuel Barros.
–Hace años que no tengo contacto. Con nadie de la familia tampoco.
–Me he dado cuenta, porque usted dice que su padre vive, pero su padre falleció en enero. Gracias, no tengo más preguntas.
Con el shock de la noticia atragantado, Noelia sostuvo: “Para mí, estar acá es un deber para mis hijos. Siempre tuve miedo de que a mis hijos les pasara lo que me pasó a mí: la agresión, la violencia, el abuso, la desacreditación constante. Toda mi vida ha estado supeditada a la búsqueda de la verdad”.
Hubo dos testimonios más durante la jornadas: el de Gabriel Leston, hijo de uno de los acusados, y el del sobreviviente Roberto Estrampres, quien estuvo secuestrado en Mansión Seré.