Pasaron apenas unos minutos de las siete de la tarde de este domingo, Platense acaba de consagrarse (nunca mejor eso de consagrarse) campeón del torneo argentino y la pregunta es qué estará haciendo Yael Falcón Pérez, el árbitro que hace dos semanas estuvo a punto de cambiar el destino del equipo de Vicente López. Aquella noche, cuando Platense le ganaba 1 a 0 a River en el Monumental y pasaba a la semifinal del torneo, Falcón Pérez empezó a inclinar la cancha de una manera alevosa.
Dejó pasar de largo algunas patadas de jugadores de River, sancionó como mano cuando la pelota daba en un hombro pegado al cuerpo de un jugador de Platense y dio en tiempo de descuento un penal a Miguel Borja que todavía es dudoso. Con ese penal que pateó Franco Mastantuono, la gran figura de un River lleno de figuras, la cosa se puso 1 a 1 y hubo que ir a la definición por penales. Mientras los hinchas locales festejaban el empate agónico, muchos futboleros observaban impávidos cómo un arbitraje podía inclinar la balanza tan groseramente. Tal vez fue ahí cuando no pocos entendieron que Platense era el bombeado y empezaron a alentarlo en su inercia hacia la final ante Huracán.
Así es como llegó el ahora campeón a Santiago del Estero. Con un fútbol poco vistoso pero efectivo. A lo Bilardo: todos defienden, y cuando hay que atacar, van todos al ataque. Su gran virtud está en que, siempre de visitante, dejó en el camino a dos poderosos y grandes como Racing y River y a un grande como San Lorenzo. De esta forma, contra Huracán llegó por primera vez en igualdad de condiciones, en estadio neutral. Hay que tener en cuenta otra cosa: desde el 29 de abril el Calamar no jugaba en su cancha, y por lo tanto, sin el aliento de sus hinchas. Esa vez le ganó a Talleres 2 a 1. Después, todos sus partidos fueron en canchas de los rivales.
Platense no tiene un equipazo y seguramente le costará ratificar lo conseguido. Más cuando ya se habla de que algunos de sus jugadores no seguirán en el club. Entre ellos, el capitán, Ignacio Vázquez, a quien el nuevo Boca de Miguel Russo le echó el ojo. Pero justamente por no ser un equipazo es que su mérito vale más.
Atado a un sentimiento
Siempre paga contar al fútbol desde el sentimentalismo y con buenas historias. La de su dupla técnica -Favio Orsi y Sergio Gómez- es una de ellas. Dos tipos de perfil bajo que vienen trabajando desde hace años en el ascenso y que llegaron hace poco más de un año a Vicente López para ver qué onda. Orsi, dijo alguna vez Gómez, es como el hermano mayor, el que lo salvó en varios aspectos. Gómez es diez años menor que Orsi y creció en un barrio humilde del conurbano, donde perdió un hermano en un hecho policial. Orsi y Gómez lograron por primera vez que una dupla técnica consiga un título en Primera. Claro que no hay muchas: la más emblemática es la de López y Cavallero, que hizo historia -sobre todo- en Deportivo Español.
Y hablando de duplas, vaya que la del Pollo Vignolo y Gustavo López sabe que el sentimentalismo paga. A eso apelaron durante la previa y el post de la transmisión. Hablaban del abuelo, del padre, de las calles que los hinchas de Huracán y Platense recorrieron en sus infancias hasta llegar a este domingo de final y melancolía en estado puro. Incluso uno de ellos llegó a decir que “los hinchas sentían cosquillas en la panza” y en otro momento, cuando Platense apelaba a la garra, el otro soltó algo así como que los jugadores son “hinchas que saltaron a la cancha”. ¡Qué poetas! Así, escuchar y ver fútbol por tele es impagable.
Obviamente, no se privaron de las lágrimas de alegría de los de Platense ni de las de tristeza de los de Huracán. Todo les servía para ejercer una transmisión llena de sentimentalismos.
El futuro del campeón
Habrá que ver cómo sigue la historia de este campeón humilde cuyos jugadores se destacaron por sobre la media. Porque Platense no fue solo el golazo de Guido Mainero en la final. El campeón es también Juan Saborido, cuya garra le valió elogios sin fin. Y es también el arquero Juan Cozzani, quien sin destacar siempre se mostró lo suficientemente seguro y eficiente como para que al equipo no le hagan tantos goles (11). Por estos días se hablará de Oscar Salomón (su pase es de Boca), de Leonel Picco, del ex Boca Vicente Taborda, quien resultó uno de los mejores. De Augusto Lotti, Ronaldo Martínez, Nicolás Orsini y tantos más. Pero la imagen de este Platense campeón es la de su capitán, Nacho Vázquez, llorando de impotencia y haciendo fuerza para no mirar al árbitro cuando se sorteaba la definición por penales contra River. A unos pasos, Franco Armani; y ahí no más Falcón Pérez, que le hablaba sabiendo que el de Platense no le iba a dar bolilla. Imagen que hizo recordar aquella de Diego cuando Javier Castrilli lo expulsó en un Boca-Vélez, hace ya 30 años, y le pedía explicaciones y el otro no le contestaba.
A Vázquez los hinchas de Platense le deberán además la idea de que el Papa Francisco esté en la camiseta campeona, esa que ahora se vende en la web con un piso de 100 mil pesos. “La camiseta con la imagen del Papa”, dicen los avisos de la Hummel marrón o blanca. Porque fueron Vázquez y los utileros del club, Juancho y Genaro, quienes impulsaron a Francisco como símbolo. Resultó una cábala a prueba de religiones.
En el fútbol la alegría siempre se queda con uno; al otro le corresponde la tristeza. En este caso, a los de Huracán, que otra vez sufren la resignación de quedarse ahí no más de la gloria. En el 94 pudo ser cuando en la última fecha cayeron por 4 a 0 ante Independiente. En el 2009, cuando en Liniers perdieron ante Vélez, en una definición de las más polémicas. El año pasado pudo ser de nuevo ante Vélez, pero tampoco se les dio. Lo mismo ahora. Esta era una oportunidad de terminar con aquello del tango fatal: la melancolía del barrio, de la Quema, de los ravioles de la mamá y de Ringo Bonavena pero, sobre todo, del recuerdo del campeón del 73 que lo aleja de las nuevas generaciones.
Tras la consagración, cientos de hinchas de Platense armaron un carnaval en las inmediaciones del estadio Ciudad de Vicente López, ese escenario pequeño pero llamativo para cada uno que pasa por la General Paz. Esperaban por el regreso del plantel y de los otros hinchas, los que invirtieron al menos 200 mil pesos para viajar y hospedarse en Santiago del Estero y ser testigos directos de la historia. Todos juntos, ninguno olvidará que hace dos semanas, por un arbitraje, pudieron quedarse sin nada. Pero hoy, en silencio y contra potencias, se quedaron con todo. Son los testigos del histórico Platense campeón. ¿Qué importa todo lo demás ahora?