qué destino le espera al café y local icónico


En la esquina de Avenida Cabildo y La Pampa, a pocos metros de la estación José Hernández de la línea B de subte, se alza una estructura que marcó el paisaje de Belgrano durante casi tres décadas: la réplica porteña del “Chrysler Building” (el icónico rascacielos de Nueva York) que coronaba el Café Manhattan. El histórico local cerró sus puertas y su futuro es incierto, dejando a vecinos y transeúntes con una mezcla de nostalgia y curiosidad sobre qué pasará con ese rincón emblemático.

La ubicación es estratégica: pleno corredor comercial y escolar, rodeado de locales, bancos, colegios y tránsito constante. Allí, el Manhattan se instaló en 1996, reemplazó a la tradicional confitería Salamanca, que había funcionado desde 1979 y era punto de encuentro para docentes, empleados bancarios y trabajadores de la zona. La llegada del nuevo café coincidió con los años del frenesí consumista y la fascinación local por la cultura estadounidense, en pleno auge de las llamadas “relaciones carnales” entre Argentina y Estados Unidos.

La estética del Manhattan rompía con la fisonomía señorial de Belgrano. Su fachada, con líneas Art decó (fue un verdadero montarla con grúas a la cúpula de acero y replica de la estadounidense) y un reloj sobre la torre metálica que imitaba al rascacielos neoyorquino, generó opiniones divididas. Para algunos, era un exceso kitsch; para otros, un punto de referencia indispensable. No faltaban quienes lo usaban como coordenada para dar indicaciones: “Nos vemos en el Manhattan de Cabildo y La Pampa” se volvió una frase habitual.

Durante sus primeros años, el café se integró a la vida barrial. Ofrecía un amplio salón, mesas sobre la vereda y un toldo semicubierto que permitía atender en el exterior. El lugar reunía a familias, estudiantes, oficinistas y vecinos que encontraban allí un espacio más tranquilo que la congestionada esquina de Cabildo y Juramento.

En decadencia

Con el paso del tiempo, el Manhattan empezó a perder brillo. Hace casi una década, los dueños originales cedieron la gestión a los empleados, que formaron una cooperativa para sostener el negocio. La iniciativa buscaba preservar los puestos de trabajo, pero la falta de capital y la caída de la clientela complicaron la operatoria.

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Esquina simbólica de más de 600 m2, no tiene destino definido aun

Esquina simbólica de más de 600 m2, no tiene destino definido aun

El rojo vibrante de su cartel, que alguna vez iluminó las noches de Belgrano, se transformó en un tono rosado deslucido. El reloj dejó de funcionar, las mesas de la vereda perdieron su estilo cuidado y la propuesta gastronómica se redujo.

La competencia de nuevas cafeterías, la modernización de otros locales y el desgaste de la infraestructura aceleraron el declive. Sin inversión suficiente, el café no pudo adaptarse a las demandas de un público que buscaba propuestas más renovadas. La cooperativa resistió hasta que el cierre se volvió inevitable.

Meses atrás, la persiana se bajó definitivamente y la entrada fue tapiada. El interior, que guardaba un sinfín de historias personales y anécdotas barriales, quedó oculto tras paredes improvisadas. En el barrio, la noticia se propagó rápido: no solo se cerraba un café, sino que desaparecía un punto de referencia urbano.

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Una foto de hace un par de años cuando el local gastronómico estaba en acción

Una foto de hace un par de años cuando el local gastronómico estaba en acción

El debate sobre el futuro del edificio sigue abierto. Algunos vecinos imaginan que el lugar podría transformarse en un nuevo emprendimiento gastronómico o cultural que conserve parte de la estructura original, preservando la icónica torre metálica. Otros no descartan una demolición para levantar un desarrollo inmobiliario que aproveche la ubicación privilegiada. La posibilidad de que se mantenga intacta la fachada parece, por ahora, lejana, y dependerá de decisiones privadas y permisos municipales.

Silueta conocida

La historia del Manhattan refleja cambios más amplios en Belgrano. El barrio, conocido por sus casonas y calles arboladas, vio transformarse su fisonomía con el avance de las torres y la multiplicación de comercios sobre Cabildo. A la vez, espacios que fueron centrales en la vida social barrial han ido cediendo lugar a nuevos formatos, impulsados por tendencias de consumo y por el alto valor del suelo.

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El edificio Chrysler fue inaugurado en 1930 y fue por once meses el más alto del mundo, hasta que fue destronado por el Empire State, el café que cerró remataba con una cúpula que lo imitaba

El edificio Chrysler fue inaugurado en 1930 y fue por once meses el más alto del mundo, hasta que fue destronado por el Empire State, el café que cerró remataba con una cúpula que lo imitaba

Para muchos, la esquina de Cabildo y La Pampa es inseparable de la silueta del Manhattan, igual que otras postales urbanas que, sin ser monumentos oficiales, se convierten en parte de la identidad de un lugar. Pese a que algunos nunca valoraron la estética de la réplica del Chrysler Building, el edificio se instaló en la memoria colectiva de Belgrano como un símbolo de los años 90 y de una etapa particular de la ciudad.

Hoy, la estructura se mantiene en pie, pero sin actividad. Su destino es incierto y su historia queda suspendida entre la nostalgia y la expectativa. El tiempo dirá si el Manhattan vuelve a brillar bajo otro formato o si su silueta se perderá entre nuevas construcciones. Lo cierto es que, para quienes lo vieron nacer, crecer y caer, la esquina nunca volverá a ser la misma sin su café más famoso.


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Ambito