Combina atención plena y compasión para reducir el estrés y mejorar el bienestar sin sumar exigencias a la rutina diaria.

En medio de un ritmo de vida acelerado, donde las notificaciones, la exigencia y la culpa se acumulan, muchas personas buscan formas de reconectar con algo esencial: su propio bienestar. Entre tantas prácticas, surge una que une lo simple y lo profundo. Se llama Kindfulness y su propuesta es clara: más calma, menos juicio.
Aunque suene novedoso, Kindfulness nace de dos conceptos conocidos: mindfulness y kindness. La combinación de ambos invita a estar presentes en el momento, pero con una actitud compasiva hacia uno mismo. No alcanza con estar atentos, también importa cómo nos tratamos mientras lo hacemos.
Mindfulness (o atención plena) consiste en estar en el aquí y ahora sin juzgar lo que sentimos o pensamos. Kindness (amabilidad) es tratarnos con empatía, incluso cuando las cosas no salen como planeamos. Juntas, estas dos prácticas crean un refugio interno donde, en vez de exigirnos o criticarnos, nos habilitamos a sentir y acompañar lo que nos pasa.
La idea no es forzar pensamientos positivos o fingir bienestar. Todo lo contrario: el Kindfulness propone aceptar nuestras emociones, sin añadir sufrimiento desde la autocrítica. Como explican quienes lo practican, es una forma de dejar de pelearnos con nosotros mismos.
El respaldo científico que sostiene esta práctica
Lejos de ser una moda pasajera o una frase para redes sociales, el Kindfulness tiene sustento en estudios que avalan su efectividad. Las meditaciones basadas en kindness, como loving-kindness o compasión, mostraron efectos positivos en la reducción del estrés, la ansiedad y la depresión. También ayudan a fortalecer la autocompasión.
Según instituciones como Mayo Clinic, la meditación regular puede generar beneficios físicos concretos: disminuir la presión arterial, bajar la frecuencia cardíaca y mejorar el descanso nocturno. En resumen: también mejora el funcionamiento de tu cuerpo.
Cómo incorporar el Kindfulness sin sumar exigencias
Lo más interesante de esta práctica es que no te pide más tareas: te invita a hacer lo mismo, pero con otra mirada. Por ejemplo, podés comer sin el celular, respirando con conciencia, sin criticarte por lo que elegiste. O frenar un momento antes de responder con enojo.
Se trata de revisar el diálogo interno, de regalarte amabilidad en pequeñas dosis. Podés probar con meditaciones de intención amorosa, como la práctica budista Metta Bhavana, donde se cultivan pensamientos de bienestar hacia uno mismo y hacia los demás.
A veces, basta con relajar el cuerpo, bajar el ritmo o repetirte “hoy estoy haciendo lo mejor que puedo”. Esa frase puede ser el inicio de una revolución silenciosa. Porque cuando nos hablamos con cariño, también tratamos con más cuidado a quienes nos rodean.
La práctica del Kindfulness no solo mejora el vínculo con uno mismo. La amabilidad interna tiene un efecto expansivo: mejora nuestras relaciones, reduce tensiones, promueve la empatía y puede generar un clima más armónico en los espacios que habitamos. No se trata de negar lo difícil, sino de elegir cómo lo atravesamos. Y hacerlo con presencia y amabilidad puede ser el primer paso hacia una vida más liviana.
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Ambito