Un acto tan simple como elegir siempre el mismo punto para sentarse revela mucho más de tu personalidad de lo que creías.
En la cotidianidad, todos tenemos un rincón favorito en cada lugar que habitamos. Sucede con la cama, con los sillones, con la mesa del comedor o incluso con una simple silla en la oficina. No se trata solo de comodidad, sino de una especie de anclaje personal que nos conecta con la rutina y nos da la sensación de pertenencia.
La psicología ha observado que, al elegir siempre el mismo sitio en el sofá o en cualquier otro espacio, no solo se repite un hábito: también puede estar actuando una conducta cargada de significados emocionales y cognitivos. Para algunos, se trata de una forma de ejercer control y estabilidad en un mundo cambiante.
¿Por qué te sentás siempre en el mismo lugar del sillón? La respuesta de la psicología
La psicóloga y escritora Wendy Wood explica en su libro Buenos hábitos, malos hábitos que los hábitos se construyen a través de la repetición de acciones en contextos sociales determinados. Con el tiempo, estas conductas generan respuestas automáticas que el cerebro asocia con conceptos como seguridad, confort y previsibilidad.
En este sentido, sentarse siempre en el mismo lugar del sillón no es un gesto inocente: produce una sensación de familiaridad que activa un estado de tranquilidad, reduce la intranquilidad y favorece la concentración en otras actividades. Este fenómeno se vincula con la territorialidad, un instinto primario que compartimos con otras especies animales y que tiene como finalidad asegurar un espacio propio donde nos sentimos protegidos.
Cuando las personas atraviesan momentos de estrés o inestabilidad, como cambios frecuentes en la rutina o situaciones de incertidumbre, la búsqueda de un lugar fijo cobra aún más sentido. Disponer de un rincón personal en el sofá puede reforzar la sensación de pertenencia, control y arraigo, funcionando como un pequeño refugio psicológico dentro del caos cotidiano. De esta manera, el entorno deja de percibirse como hostil y se transforma en un espacio más predecible y manejable.
Sin embargo, no siempre es necesario atribuir un trasfondo emocional complejo a este comportamiento. En muchos casos, se trata simplemente de una preferencia física o una costumbre adquirida. El cerebro, en su afán de economizar energía, evita tomar decisiones innecesarias cada día. Así, si un asiento resulta cómodo, funcional y responde bien a nuestras necesidades, lo lógico es repetir la elección una y otra vez.
Elegir siempre el mismo lugar del sillón puede responder tanto a necesidades emocionales y cognitivas profundas como a la pura practicidad. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que ese rincón elegido se convierte en un símbolo de estabilidad y en un recordatorio de que, incluso en lo más pequeño, buscamos puntos de referencia para sentirnos seguros en nuestro día a día.
Fuente: Ambito