quiénes son las oficialistas y quiénes las opositoras


Una brevísima historia

El incremento de la población, la creciente adopción de los sistemas republicanos como forma de gobierno y la alfabetización de la gente durante el siglo XIX, modificaron la función de la prensa.

Ya no eran más grupos selectos, sino grandes porciones de la sociedad los que “querían saber”… y entre esas cosas que querían saber estaba quiénes serían las personas que los conducirían cada cuatro o seis años.

Con las primeras democracias, la cosa era bastante simple y prácticamente bastaba la opinión de los “insiders” de la política para tener una idea sobre quienes tenían más o menos chances de resultar electos.

El problema se dio a partir del primer cuarto del 1800, cuando los sistemas electorales viraron hacia el “voto popular”, incrementando la incertidumbre.

los encuaestadores chica

Las caras de las encuestadoras que pululan los medios. Algunas tratan de informar, las más, de influir en favor de sus clientes.

Las caras de las encuestadoras que pululan los medios. Algunas tratan de informar, las más, de influir en favor de sus clientes.

Los periódicos no abandonaron a “los especialistas”, pero comenzaron a realizar encuestas informales entre “la gente de la calle”, que cuando más masivas parecían capaces de acertar mejor el resultado. Nacen los “Straw Polls”, las encuestas al viento.

En 1907 Francis Galton publica “Vox Populi”, dándole un basamento científico a los “Straw Polls” que alcanzan su máxima expresión con las encuestas masiva del Literary Digest entre 1916 y 1936.

El brutal fracaso en las proyecciones de la presidencial de 1936 abre la puerta a la política para las encuestas “científicas” -que venían aplicándose hace tiempo en el mundo de la publicidad y el marketing- de la mano de George H. Gallup, Archibald M. Crossley y Elmo Roper.

Tras el desastre que tuvieron en la elección de 1948, las principales encuestadoras acordaron abandonar el sistema de cuotificación para pasar a un sistema de muestreo al aza, pero no fue hasta que acertaron en la ajustadísima elección de 1960 (John F. Kennedy-Richard M. Nixon), que recuperaron la confianza del público.

En la elección 2012 varias encuestadoras, entre ellas la venerable Gallup, dieron ganador a Mitt Romney frente a Barak Obama -ya sabemos quién fue escogido presidente-, por lo que en octubre de 2015 Gallup anunció que no realizaría más encuestas acerca de la carrera presidencial, focalizando en los aspectos alternativos de los candidatos.

Breve historia del origen delas encuestas y las encuestadoras

La historia de las encuestas y las encuestadoras no las deja bajo la mejor de las luces.

Aun así, las cosas no le han ido bien. En 2024 sus principales métricas la veían a Kamala Harris con un rating de “favorability” mayor, más fortaleza en los temas claves para la sociedad y un mayor entusiasmo de “las bases” que a Donlad Trump ganó en el voto popular y arrasó en el Colegio Electoral.

Algunas de las más reputadas y supuestamente independientes, como el Pew Research, Quinnipac o YouGov, y lo que es más grave, los agregadores de encuestas RealClearPolitics y FiveThirtyEight que sintetizan el resultado general de “la industria”, la dieron ganadora a Harris (en Ámbito no fue el caso).

Algo de matemáticas

Las encuestas suelen realizarse reconociendo habitualmente un “intervalo de confianza de 95%, esto es que 95 de cada 100 son un espejo prácticamente perfecto -dentro del “margen de error”- de la población real, o dicho de otra manera, que por una cuestión puramente estadística una de cada veinte será errónea ya que no refleja adecuadamente la opinión y estructura social.

El “margen de error” nos dice cuán exacta podemos esperar que sea esa predicción. Por ejemplo, si un candidato es favorecido por el 54% de los encuestados y el margen de error de la encuesta es 5% (surge de un cálculo matemático en función del tamaño de la encuesta, suponiendo que esta es aleatoria y refleja la población, está dentro de las 19 correctas), diríamos que acertamos si finalmente saca cualquier cosa entre el 49% y el 59% de los votos y que le erramos si saca menos o más que esto.

El problema es que en la práctica no es cierto que una de cada veinte encuestas fracase, sino que más cuatro de cada seis lo hacen. Esto es para las encuestas presidenciales que se toman en la semana previa al evento. Si vamos más atrás, hasta un años, son más de seis de cada cuatro (“Election polls are 95% confident but only 60% accurate”, A Kotak & D.A. Moore).

Esto sería fácilmente solucionable si las encuestadoras duplicasen o más su “margen de error”, pero en la práctica esto volvería inútiles a las encuestas.

Para explicar su fracaso las encuestadoras tienden a hablar de un error en el muestro, culpando a los cambios sociales, las redes, la desconfianza de la gente en los encuestadores, al ausentismo, etc. y puesto contra la pared, a su “modelo”.

Gallup Crossley y Roper copy

El fracaso en los pronósticos de la elección de 1948 llevó a las tres grandes encuestadoras norteamericanas a comenzar a trabajar mancomunadamente.  Desde entonces el “espíritu de manada”, corre por el filo de la colución en el mundo de las encuestas políticas.

El fracaso en los pronósticos de la elección de 1948 llevó a las tres grandes encuestadoras norteamericanas a comenzar a trabajar mancomunadamente. Desde entonces el “espíritu de manada”, corre por el filo de la colución en el mundo de las encuestas políticas.

Todo esto puede, y es al menos en parte, muchas veces cierto. Pero existe otro factor que pareciera ser más significativo.

Dejando de lado la cuestión de la corrupción -sí, en todos lados existen encuestadoras que son capaces de “armar” lo que les pida el cliente- por alguna razón, que puede ser desconfianza en sus propios números, colusión, autopreservación (si fracaso, no fracasé sola), las encuestadoras tienden a emparejar -más allá de lo que podría esperarse estadísticamente- sus estimaciones en función de lo que proyectan sus pares, especialmente a medida que nos acercamos al acto electoral.

La evidencia es que las elecciones presidencia de los EEUU de 1948, 1960 y más recientemente las de 2012/16/20/24 estuvieron contaminadas por eso que llamamos un “comportamiento de manada”.

La pregunta ahora es: Si esto es lo que sucede en los EEUU, el país del mundo donde nacieron y más desarrolladas están las encuestas políticas, ¿Qué nos queda a nosotros?

¿Por qué arriesgarse (o cuánto cuestan)?

Sabiendo que la chance que les vaya mal, ¿Por qué las encuestadoras “se meten en el barro” de la política?

En primer lugar, está el “vil metal”. Las encuestas políticas no son baratas.

Un Focus Group cuesta en en nuestro país de u$s600 a u$s1.500, dependiendo de la cantidad de gente, tiempo, y lugar. Una encuesta online de panel (vía Internet), de 3.500 casos, cerca de u$s10.000.

Una encuesta telefónica automática a 1.500 personas (IVR), entre u$s2.000 y u$s5.000. Si queremos que además este personalizada (CATI), que haya un humano haciendo preguntas, de u$s10.000 a u$s19.000, todo en función del tiempo (tamaño del cuestionario). Pero por lejos lo más caro es una encuesta domiciliaria, que para 1.200 personas puede ir de u$s45.000 a u$s110.000 (dependiendo de la región y el cuestionario).

Brexit

La salida británica de la UE en 2016, el Brexit, fue otro de los grandes fracasos de las encuestadoras. Menos de un tercio predijo que ganaría el “Leave” y menos del 10% el margen correcto (52 a 48%). Salvation fue la última encuestadora en hacerlo, pero una semana antes de la votación dio un giro de 180 grados dando ganador al “Stay” por 51%.

La salida británica de la UE en 2016, el Brexit, fue otro de los grandes fracasos de las encuestadoras. Menos de un tercio predijo que ganaría el “Leave” y menos del 10% el margen correcto (52 a 48%). Salvation fue la última encuestadora en hacerlo, pero una semana antes de la votación dio un giro de 180 grados dando ganador al “Stay” por 51%.

Mucha plata si consideramos que en una campaña política cualquiera los candidatos encargan decenas de encuestas. Es así como la estimación es que entre el 8% y el 10% del gasto de una campaña política en Argentina va a parar al bolsillo de los encuestadores.

Pero más que lo que pueden ganar por este lado, esta otra cuestión, el de la visibilidad que les permite hacerse conocidas y “confiables”, para conseguir negocios en el sector privado que es donde está el verdadero dinero (especialmente, en el año en que no hay elecciones).

En el ínterin, cualquier golpe a su prestigio, tienden a minimizarlo apelando a su “comportamiento de manada”.

¿Por qué contratarlas?

Una de las primeras reglas en cualquier campaña política es reducir los riesgo. Si mi contrincante apela a tal o cual instrumento, yo no puedo dejar de hacerlo.

Así que todos contratan encuestadoras, aun sabiendo que los números no son demasiado fiables. De hecho, la idea de conocer el nivel de preferencia en el electorado está lejos de ser la cuestión primordial para la realización de las encuestas.

Desde siempre los políticos vienen utilizando las encuestas y opiniones de “especialistas” como un instrumento de campaña, magnificando su propio status y rebajando el de la oposición -apelando a los medios amigos), con la idea que esto les dará más votos/disminuirá los de la oposición.

encuestas donald trump

A partir del momento en que fue nominada, Kamla Harris lideraba en prácticamente todas las encuestas del voto popular. No hace falta decir que perdió por más de un punto y medio.

A partir del momento en que fue nominada, Kamla Harris lideraba en prácticamente todas las encuestas del voto popular. No hace falta decir que perdió por más de un punto y medio.

No voy a citar “papers” pero la evidencia es que -aunque de manera marginal- el uso político de las encuestas tiene un efecto y si bien puede ser útil en el caso de elecciones muy reñidas (movilizaría a no más del 2%-5% del electorado), este efecto tiende a ser inconsistente -depende de los contextos- al punto de llegar a ser en algunos casos en un “gol en contra” (no nos sorprenda entonces la lógica de contratar y difundir encuestas “sesgadas”).

Independientemente de su uso para saber dónde “está parado un político” y tratar de influir a través de los números sobre el electorado, movilizar las bases y atraer e incentivar a los “aportantes”, las encuestas probabilísticas se usan para micro-segmentar la campaña, identificar e implementar donde y ante que grupos hay que “hacer más”, donde menos, e identificar los temas que le interesan a la gente y cuales no conviene tratar.

La paja y el trigo

“La théorie des probabilités n´est, aun fond, que le bon sens reduit au calcul”, la teoría de las probabilidades, en el fondo, no es otra cosa que el sentido común reducido a cálculos. Estas palabras de Pierre-Simon Laplace fueron tan validas en 1814 (“Essais philosphique sur les probabilités”, pag.3-4) como lo son hoy.

La realidad es que es relativamente fácil estimar cual sería el sesgo político de las encuestadoras.

Quienesquiera le den de manera persistente una mayor ventaja al oficialismo, caen de ese lado. Quienes le den una menor desventaja a la oposición -en caso de no verla ganadora-, bien pueden ser definidas de opositoras.

La persistencia la da el valor promedio de sus mediciones respecto a la mediana de todas las encuestadoras. Desagregamos, tabulamos y ya está.

Esto no significa que “realmente sean oficialistas” u “opositoras” (tal vez si, tal vez no…), sino que sus números las colocan de ese lado en la tabla. De hecho, podemos ver alguna que otra que ha sido contratada desde “la derecha” y sus números parecieran estar favoreciendo a “la izquierda”, y viceversa.

Por supuesto que no por estar en uno u otro extremo, o incluso en el medio de la lista, significa “a priori” que tal o cual encuestadora esté más cerca o lejos de la verdad.

Sesgo de las encuestadoras desde 2024 a hoy

Ahora queda para el lector comenzar a analizar las encuestas y encuestadoras desde otra óptica.

Ahora queda para el lector comenzar a analizar las encuestas y encuestadoras desde otra óptica.

Todo esto lo determinará en su momento la realidad.

Para nuestro gráfico utilizamos todas las encuestas consultando la intención de voto para las legislativas nacionales del próximo octubre, difundidas “públicamente” a lo largo del año (por supuesto que no están ni todas las encuestadoras, que ya rozan las 100, ni todos sus trabajos).

Aquí es donde llama la atención -demasiado- “el silencio de radio” que tuvimos por parte de las encuestadoras durante el último mes (veremos si se ponen a tiro durante agosto). Entre tanto, mire el grafico y saque sus propias conclusiones.

Lo más que hemos querido hacer aquí es -no con opinión sino con los fríos números- mostrar “quien es quien” entre las encuestadoras. Queda entonces a cargo del lector la tarea más importante: empezar a tomar las palabras, opiniones y “estadísticas” con las que son bombardeados, como de quienes vienen. “Quod Erat Demonstrandum”.


Fuente
Ambito