Con el avance de la ciencia hoy es posible asegurar que ciertos ejercicios pueden yudar a preservar la memoria y mantener la agudeza mental.

La memoria es mucho más que una simple “base de datos” personal: es la herramienta que conecta pasado, presente y futuro, y que moldea nuestra identidad. A través de ella interpretamos lo que vivimos, aprendemos de la experiencia y tomamos decisiones que afectan nuestro día a día. Y aunque durante mucho tiempo se creyó que no era posible, hoy la ciencia sostiene que es posible ejercitarla. Entrenar nuestro cerebro para conservarlo sano.
Con el paso de los años, es natural que se produzca cierto desgaste en las conexiones neuronales. Sin embargo, numerosas investigaciones señalan que la ejercitación puede compensar esa pérdida y mantener la agudeza mental. Esto no significa que exista una fórmula mágica para recordar todo, pero sí que hay estrategias para mejorar la capacidad de retención y recuperación de información.
Los especialistas subrayan que entrenar la memoria no es algo exclusivo de las adultos mayores ni de quienes detectan fallos cognitivos. El estímulo constante, en cualquier edad, favorece la plasticidad cerebral, una cualidad que permite al cerebro adaptarse y generar nuevas conexiones.
Uno por uno, cada tipo de memoria
No todas las memorias funcionan igual. La memoria sensorial es la más fugaz: capta estímulos a través de los sentidos y los retiene apenas unos segundos. Luego está la memoria a corto plazo —también llamada operativa—, que mantiene durante un breve lapso una cantidad limitada de información, como un número de teléfono recién escuchado.
Dentro de esta última encontramos el bucle fonológico (información verbal), la agenda visoespacial (imágenes y ubicaciones), el almacén episódico (integración de datos visuales, verbales y temporales) y el sistema ejecutivo, que coordina todo el proceso.
La memoria a largo plazo es la que almacena recuerdos por meses o años. Puede ser explícita, cuando se trata de información consciente como reconocer un rostro; semántica, con datos y conceptos generales como saber la capital de un país; episódica, ligada a vivencias personales; o implícita, que guarda habilidades automáticas como andar en bicicleta.
Ejercicios y actividades para ejercitar tu memoria
No existe un único camino para fortalecer la memoria, pero sí prácticas con eficacia comprobada:
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Lectura diaria: estimula la atención, amplía el vocabulario y favorece la creación de nuevas conexiones neuronales.
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Juegos de estrategia como ajedrez, sudokus o crucigramas, que trabajan la memoria junto con el razonamiento y la concentración.
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Aprender algo nuevo —un idioma, un instrumento o una receta—, lo que obliga al cerebro a generar y reforzar sinapsis.
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Técnicas mnemotécnicas, como asociar palabras a imágenes, colores o melodías para facilitar el recuerdo.
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Recorridos alternativos en trayectos habituales, para desafiar la memoria espacial.
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Socializar de forma regular, ya que la interacción previene el aislamiento y estimula la comunicación.
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Actividad física para mejorar la oxigenación cerebral y reducir el estrés.
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Mantener el orden y usar recordatorios (agendas, alarmas, listas) para descargar a la memoria de trabajo y evitar olvidos.
Los especialistas también recomiendan cuidar factores indirectos que inciden en la memoria: dormir lo suficiente, mantener una dieta saludable y controlar enfermedades crónicas como hipertensión o diabetes.
Si bien el entrenamiento puede mejorar la capacidad de recordar, no existe garantía absoluta de evitar el deterioro, ya que influyen múltiples variables biológicas y ambientales. Sin embargo, sostener hábitos que estimulen el cerebro sigue siendo la mejor apuesta para que los recuerdos se mantengan vivos.
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Ambito