Desde hace una semana, la esquina de San José y Humberto Primo dejó de ser una coordenada anodina en el barrio de Constitución. Se transformó en un punto de encuentro colectivo. Hasta allí llegan hombres y mujeres, jubilados, estudiantes, artistas, familias enteras que viajan desde el conurbano y el interior del país. Llevan banderas, flores, carteles. La previa de la movilización a Plaza de Mayo mostró un caudal creciente de adhesiones, que esta vez incluyó a varios colectivos de migrantes que se acercaron a respaldar a la expresidenta. Pero este martes, la nueva normalidad de San José 1111 se quebró pasadas las dos de la tarde: el Tribunal Oral Federal N°2 confirmó la prisión domiciliaria de Cristina Fernández de Kirchner. Esta vez, la exmandataria no pudo bailar en el balcón. Afuera, la calle contenía una mezcla de desazón y esperanza por la marcha de este miércoles. Durante la jornada, un grupo de artistas convocados bajo la consigna “La Cultura con Cristina” pasó por el lugar. También llegaron representantes de Podemos (España) y del Partido de los Trabajadores de Brasil. Todos con una misma consigna: Cristina libre.
“Mi hermana hoy está viva, hace nueve años, gracias a ella”, cuenta una mujer que se acercó hasta Constitución. A través de una carta entregada a un secretario de la expresidenta, había pedido un cardiodesfibrilador. Días después, la contactaron desde el hospital El Cruce de Varela para asistirla. Hoy, esa misma mujer relata las peripecias que debe afrontar para conseguir la batería del dispositivo que mantiene con vida a su hermana, en un sistema de salud cada vez más desfinanciado.
No es el único testimonio. Las historias de vidas transformadas que hoy vuelven a sufrir los efectos del ajuste se repiten una y otra vez en la calle. “Mis papás se jubilaron por ella, y hoy yo, que tengo 60 años, no puedo acceder a una moratoria”, cuenta otra mujer que vino desde la zona sur del conurbano con la ilusión de verla salir al balcón. “Gracias a Cristina estudié enfermería en la universidad. Hoy tengo dos trabajos y no me alcanza ni para el colectivo”, dice otra, envuelta en una bandera argentina.
“Reactivamos el consumo del barrio”, comenta a Página/12 un grupo de estudiantes de la Facultad de Sociales de la UBA, señalando los puestos de comida y de merchandising improvisados en las inmediaciones de la nueva meca del peronismo.
Durante la tarde, la concentración sumó la presencia de referentes culturales. Mirta Busnelli, Marilina Ross y Pablo Echarri se acercaron a dar su apoyo. “Estos hechos negativos, estos movimientos de la derecha, lo único que logran generalmente es hacer que el pueblo reviva”, dijo Echarri. Y agregó: “Todos nos veníamos preguntando qué pasaba, por qué el pueblo no salía a la calle, cómo había cambiado luego de la pandemia. Había una apatía bastante particular y, bueno, la derecha, una vez más con su sobreactuación, hizo que el pueblo peronista se pusiera de pie de nuevo”. Se refirió también al “trago amargo” que atraviesa el peronismo, pero se mostró optimista: “Creemos que es un extraordinario punto de partida para generar la unidad y para vernos de cara al 2027 con una opción bien competitiva para sacar a la derecha del poder”.
Esta vez, las ventanas del segundo piso de San José 1111 permanecieron cerradas. Desde el mediodía, Cristina estuvo acompañada por su hijo Máximo, la intendenta Mendoza, el ministro bonaerense, Martín Mena, y su abogado, Carlos Beraldi. La expectativa por verla salir a saludar y bailar crecía con el correr de las horas. Pero pasado el mediodía, entre los militantes empezó a circular un rumor: la justicia había confirmado la domiciliaria. Se esperaba la llegada de la policía para notificar a la expresidenta. “¿Puede salir al balcón?”, se preguntaban. El texto del fallo fue ambiguo: Cristina debe “abstenerse de adoptar comportamientos que puedan perturbar la tranquilidad del vecindario o alterar la convivencia pacífica de sus habitantes”. ¿Qué significaba eso exactamente?
La ventana no se abrió. Cristina no bailó. A última hora de la tarde se confirmó la movilización a Plaza de Mayo. “Mañana a las 10 vamos a estar acá para acompañarla, y después nos vamos a la Plaza”, anticipó un jubilado de Moreno.
Los apoyos internacionales
El martes comenzaron a llegar al país delegaciones internacionales que participarán de la marcha en respaldo a Cristina Fernández de Kirchner. Algunas pasaron antes por San José 1111 para manifestar su solidaridad ante la condena judicial que impone la prisión domiciliaria a la exmandataria.
“Desde Podemos queremos expresar nuestro apoyo a Cristina y a todo el movimiento popular argentino, que hoy está siendo atacado por el gobierno de ultraderecha liberal, pero también por el Poder Judicial —o mejor dicho, el partido judicial— y las élites que buscan desmantelar ese entramado popular”, dijo a este diario María Teresa Pérez, secretaria internacional de Podemos (España). “Es evidente que esta condena carece por completo de pruebas. Se trata de una maniobra que busca criminalizar al movimiento popular y disciplinar a la sociedad para que no se atreva a hacer política. Quieren eliminar a la principal referente del campo popular, que es Cristina Fernández de Kirchner. El mensaje es claro: Cristina no está sola”.
Desde Brasil, Pedro Duval, secretario de Juventudes del Partido de los Trabajadores (PT), trazó un paralelismo con la persecución que sufrió Lula: “Estamos ante un nuevo método político de la derecha, no solo regional, sino global. Si antes los golpes en América Latina se daban con militares en la calle, hoy se dan a través de la persecución judicial. Siempre sin pruebas. Siempre con un interés político. Y con el objetivo claro de quitarle derechos al pueblo. Son procesos prácticamente idénticos contra dos grandes figuras del campo popular latinoamericano”.
“Les molesta la sonrisa”
Al caer la tarde, la expectativa por ver a la ex presidenta se desinfló con la confirmación que nadie quería escuchar: Cristina no saldría al balcón. Lo anunciaron Mayra Mendoza y el abogado Alberto Beraldi tras reunirse con ella. La ventana del segundo piso, iluminada, permaneció cerrada.
“Cristina no va a poder saludar desde el balcón, lo que venía haciendo, tomando un mínimo contacto con tanta gente que viene a acompañarla. La Justicia dispuso que no puede hacerlo. Les molesta la sonrisa”, dijo Mendoza al salir del edificio.
“Estamos frente a una condena ilegal a una mujer inocente de este país. Y además, vivimos las consecuencias de un modelo económico que castiga al pueblo: todos los miércoles los jubilados se manifiestan, las universidades sufren un desfinanciamiento brutal, los medicamentos dejaron de ser gratuitos. Por muchas razones mañana nos movilizamos a Plaza de Mayo”, agregó.
Antes de que cayera la noche, una proyección cubrió la fachada del edificio. Sobre el muro blanco de San José 1111 apareció una imagen icónica de Cristina y una frase que selló el espíritu de la jornada —y de las que vendrán—: “Mascota de usted, nunca jamás.” La consigna está viva. La calle, también.