“Tenemos talento y pasión, pero escasean volumen y estructura”, comenta el exluchador correntino Yuri Maier, máximo medallista argentino en su deporte, quien afirma que el deporte “aparece en discursos, pero rara vez en el presupuesto” en la agenda política nacional. “Hay islas de excelencia en Córdoba, Misiones y Chubut, pero necesitamos unirlas con un programa escolar y universitario. Si logramos que la lucha esté presente en 200 escuelas para 2030, el salto cualitativo será enorme”, sostienen Maier en este diálogo con Página/12. Maier, de 33 años, quien logró, en diversas categorías, trece podios en campeonatos panamericanos y la presea de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, 2011, es el máximo medallista argentino de su deporte en la historia. Oficial de Deporte y Desarrollo de la Federación Internacional de su deporte, Líder de Educadores del programa Athlete365 Career+ del Comité Olímpico Internacional (COI), miembro de la comisión técnica de la Confederación Panamericana de Lucha, colaborador de la Comisión técnica deportiva del Comité Olímpico Argentino (COA); Coordinador Técnico Operativo de Lucha del ENARD, Maier se toma muy seriamente su rol como dirigente.
–¿Qué te impulsó a desarrollar tu experiencia deportiva en el ámbito dirigencial?
–Durante mi carrera descubrí que lo que a mí me había cambiado la vida no era sólo el combate sobre el colchón, sino el entorno, la estructura que permite que un chico del interior del país llegue a los lugares más recónditos del mundo. Quise cuidar y mejorar ese “andamiaje” para la próxima generación. Pasar al plano dirigencial fue la forma más natural de seguir sirviendo al deporte que amo y de multiplicar los beneficios que yo recibí.
–¿En cuánto afecta a la lucha nacional la desfinanciación que sufrió el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard)?
–Pega de lleno: menos giras internacionales, menos becas, escasas actividades y viajes cada vez más limitados en cuanto a la cantidad de atletas a los que se puede apoyar.
–Antes de los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, aseguraste que era “muy difícil que Argentina no gane una medalla”. Ganó dos de bronce: Agustín Destribats en 65kg estilo libre y Catriel Muriel en 125kg estilo libre. ¿Cuál es tu análisis y pronóstico para los próximos Juegos Panamericanos de Lima?
–Sostengo que la posibilidad de medalla siempre estuvo: Agustín Destribats y Catriel Muriel lo demostraron. Para Lima 2027 soy menos optimista: los procesos juveniles y de recambio se están viendo afectados por lo mencionado anteriormente, pero a un luchador argentino nunca hay que menospreciarlo y siempre pueden sorprender.
–El cordobés Destribats, flamante campeón panamericano en México el mes pasado, es la máxima figura de la lucha nacional. ¿Cómo lo definís?
–Es el mejor luchador argentino de la era moderna: competitivo, inteligente tácticamente y con un motor aeróbico poco común. ¿Está en la élite mundial? Hoy roza ese grupo; le falta alcanzar regularidad en top 8 de Mundiales y sumar una medalla en Serie Ranking para que el círculo se cierre. Lo bueno es que, con 28 años, todavía está a tiempo. ¿Pero volvemos a lo mismo, contara con el apoyo necesario para eso?
–¿Cómo evaluás el estado actual de la lucha nacional y que proyección le pronosticás?
–Tenemos talento y pasión, pero escasean volumen y estructura. Hay islas de excelencia en Córdoba, Misiones y Chubut, pero necesitamos unirlas con un programa escolar y universitario. Si logramos que la lucha esté presente en 200 escuelas para 2030, el salto cualitativo será enorme.
–¿Considerás que el deporte está en la agenda política argentina?
–Aparece en discursos, pero rara vez en el presupuesto. El deporte es una herramienta de salud pública y soft power; hasta que eso no se refleje en leyes y partidas multianuales, seguiremos dependiendo de voluntades coyunturales.
–Leí que trabajas 17 horas por día. ¿Por qué?
–Porque combino varios husos horarios y responsabilidades. No romantizo el exceso: lo administro con metodologías ágiles, microdescansos y un equipo fantástico. Y, sobre todo, porque cada proyecto me motiva genuinamente.
–”Soy una afortunado. Trabajo de y en lo que amo. ¿Cuántos tienen esa fortuna?”, dijiste hace unos años. Ampliá ese concepto, por favor.
–Lo sostengo. Hay gente brillante obligada a empleos que no la apasionan. Yo me levanto cada día sabiendo que mi agenda está alineada con mis valores y mis objetivos. Eso, para mí, es privilegio puro.
–En otros deportes la captación de talentos se da, especialmente, en los clubes y en las escuelas. La lucha no está, como el handball o el voleibol, en los colegios. Eso, ¿en cuanto lo perjudica o atrasa del crecimiento de este deporte?
–Que la lucha no esté en el currículo escolar nos quita visibilidad y la tan necesitada masa crítica de atletas. Cuando llevamos colchonetas a las escuelas, los chicos se entusiasman de inmediato. Necesitamos convenios para insertar la disciplina en la Educación Física y detectar talentos a los 10-12 años, no a los 18 o más, cuando ya es algo tarde para el alto rendimiento.
–Además, en líneas generales, la dirigencia es voluntaria. ¿A tu criterio debería profesionalizarse?
–Definitivamente. El voluntarismo fue esencial para sostener el deporte, pero hoy gestionamos presupuestos, contratos de TV y ciencia aplicada. Eso pide perfiles formados y remunerados, con métricas y responsabilidad administrativa.
–¿Qué te genera trabajar en tantas organizaciones. ¿Te cansa o satura. Algunos de estos cargos son rentados. Vivís de eso?
–La agenda es intensa, sí, pero cada rol está articulado: lo que aprendo en la UWW nutre a Panam Sports y viceversa. Algunos puestos son ad honorem y otros son remunerados. Vivo de un mix: mis honorarios dirigenciales y mi emprendimiento ganadero y de desarrollo genético bubalino. El cambio de continente constante se vuelve llevadero cuando viajás con un propósito claro… y un buen par de auriculares.
–Hablaste de tu emprendimiento ganadero. Ampliá lo de la cabaña y el laboratorio que creaste en Caa Catí, en tu provincia, de dos razas búfalos de agua, que viste y trajiste de India.
–Nació de la admiración que sentí en India. Hoy es una empresa familiar que da empleo local y diversifica mis ingresos. Más allá de lo económico, me conecta con la naturaleza y con mis raíces correntinas.
–Por último, ¿te reconocés un workaholic?
–Me apasiona trabajar, pero cuido que la balanza incluya mi pareja, familia, amigos y un día de campo. Si amar lo que hago me convierte en workaholic, acepto la etiqueta… siempre que no signifique descuidar mi bienestar ni el de los míos.
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