Un atleta robot tuvo que abandonar la carrera de 1500 metros planos porque su cabeza salió rodando a mitad del recorrido. Otro se corrió del carril y se llevó puesto a un hombre de la organización, tumbándolo al piso. Un luchador hizo un virtuoso giro en 360° elevando la pierna para patear a su contrincante, pero embocó al aire y se cayó por su propia inercia. Otro humanoide pateó un penal y el arquero no tuvo tiempo a reaccionar: la pelota se detuvo antes de llegar a la línea por falta de fuerza. Así están las cosas en los primeros “juegos mundiales” de humanoides inaugurados el jueves en Beijing para demostrarle al mundo una “nueva era de simbiosis hombre-máquina”. De momento, podemos dormir en paz: no es por aquí que llega la amenaza del desempleo. Los Frankesteins sin alma adolecen unos niveles de torpeza y espasticidad que –si tuviesen espíritu— nos envidiarían con angustia.
La ceremonia inaugural fue en el plateado Óvalo Nacional de Patinaje de Velocidad construido para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 donde se presentaron los casi 280 equipos de 16 países y regiones con unos 500 robots que compiten en 26 eventos. Acorde a ese rasgo chino de avanzar al futuro mirando hacia atrás, 60 robots salieron a escena vistiendo trajes tradicionales con música de ópera china, exhibiendo sus dotes de coordinación en el baile y artes marciales.
Los combates cuerpo a cuerpo entre humanoides son un derroche de patadas y jabs estilizados. Pero al primer roce, caen. El público igual aplaude. Los programadores se conforman con que sus robots mantengan el equilibrio unos minutos y que las baterías no se le acaben antes del fin del combate: la limitación técnica determina las bajas expectativas. En esta categoría compiten entre sí las principales universidades tecnológicas chinas: ningún equipo internacional se atrevió a arriesgar el pellejo –o el latón– en la patria del kung-fu.
Atletismo robótico
En la carrera de 1.500 metros planos, un humanoide de la empresa china Unitree –un peso pesado del sector— se quedó con el oro gracias a un “deportista” que superó a sus rivales con facilidad, estableciendo un record de 6:29 minutos, un poco más del doble que el record mundial humano. Hoy se disputará el oro en 400 y 100 metros planos. También compiten en salto en alto, lucha libre, artes marciales y baile sincronizado. Hay categorías no tan deportivas como manejo de materiales industriales, empaquetado y desempaquetado de productos farmacéuticos, limpieza de hoteles y clasificación de materiales en almacenes, esta última una competencia que Amazon organiza por su cuenta hace años para ir suplantando a sus repositores, en paralelo a la investigación que hacen en pos del reemplazo de sus choferes de entregas, mediante vehículos autónomos: Jeff Bezos aspira no solo irse a vivir a la estratósfera en una ciudad flotante, sino anular el pago de todo salario (está lejos, pero es un horizonte verosímil).
Un fútbol “pecho frío”
El fútbol fue la gran decepción. Uno imaginaría que un robot podría parar la redonda y hacer un centro, para que un compañero la clave de palomita al ángulo. Pero eso es pura sci-fi. Por el tamaño, los jugadores serían niños de 7 años. Los niños-robot se activan en busca del balón con movimientos espásticos en cámara lenta. Y caen a cada roce. Pero se levantan con asombrosa habilidad. Se mueven bajo el concepto de IA: no son teleoperados sino programados para analizar cada situación y tomar decisiones. El nivel de desarrollo es elemental: reconocen un objeto esférico y un rectángulo blanco hacia donde patear. Y la cabeza no les da para mucho más. De hecho la tienen de adorno. De vez en cuando, un gol.
La única intervención humana directa es la del árbitro: aprieta un botón indicando a los jugadores detenerse, si el balón se va por un lateral. Salvo por esto, los robots son autónomos. En el fondo es una competencia de software en la que solo se divierten los programadores: es el fútbol como juego-ciencia. Para una persona ajena a este submundo, pocas cosas habrá tan soporíferas como mirar un partido robótico entre China y Alemania que termina 1-0 después de dos tiempos de 10 minutos. Pero su función no es entretener. Lo explicó Lyu Ming, gerente de Booster Robotics, una empresa con sede en Beijing que proporcionó los robots de un partido, para quien estos juegos tienen como objetivo avanzar en el control de los movimientos de las máquinas, agudizar su capacidad de percepción del entorno y agilizar la toma de decisiones: “La optimización de algoritmos y las lecciones aprendidas de los errores son pasos incrementales a medida que los humanoides evolucionan desde el laboratorio, al uso comercial”. Que un robot consiga el oro en estos juegos implica altas expectativas de su adaptación a un entorno real como fábricas u hogares. Lo que menos interesa es crear deportistas –aunque eso será un negocio en sí– sino trabajadores “des-salariados” que nunca descansen.
Hong Yun, ingeniero jubilado de 58 años, comentó a la prensa desde la primera fila del estadio donde observaba atletismo: “Vine por curiosidad; ver la carrera de robots fue mucho más emocionante que ver a humanos de verdad”.
Estos juegos hacen temblar a la especie humana. Pero de risa: el público ríe bastante en este tipo de competencias. Los robots solo nos ganan al ajedrez y al go por su rapidez mental y capacidad de acumular datos. Pero en juegos de manos y pies, nada que temer.
La mirada del filósofo
Darío Sandrone es Profesor y Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba –allí es Vicedirector de la Escuela de Filosofía— y analiza los juegos de Beijing para Página/12: “Aquí vemos el resultado de la evolución robótica: en los ´50 los robots comienzan a desarrollarse pensando en ponerle una IA que fuese la duplicación de la mente humana en sus formas de inferir y razonar a partir de formalizaciones lógicas y árboles de decisiones. Esto llevó a la solución de problemas matemáticos y el punto cúlmine fue la computadora DeepBlue derrotando a Kasparov en 1995. Pero en los ´80 eso había comenzado a cambiar: se prefigura una máquina en un entorno de objetos y estructuras que cambian. Se comienza a agregarles sensores para leer el contexto físico y evaluar una serie de microeventos impredecibles. Esta es una lógica distinta al marco predecible de un tablero de ajedrez. Si bien el modelo a imitar es el humano, ya no está circunscrito a replicar su mente, sino su organismo. Esto implica caminar, esquivar objetos, no chocarse con la pared. El robot pasa a tener un sistema senso-motriz. Estos son los robots que compiten en las olimpiadas de Beijing”.
–Es un cambio de paradigma.
–Los deportes atléticos implican otros desafíos que los mentales como el ajedrez: deben integrar a las inferencias lógicas, las habilidades sensoras y motoras. Este es un nuevo tipo de IA a partir del machine learning que debe ir captando pequeños datos del entorno y sacar patrones para armar estructuras de comportamiento e interactuar con otros robots, los adversarios y los de su mismo equipo en el caso del fútbol.
–Hay otra vertiente del cruce entre robótica e IA: emular a los insectos.
–Son los drones y China hoy es vanguardia. Son muy populares allí porque desarrollan enjambres de drones que llenan el cielo con figuras de dragones como fuegos artificiales cibernéticos. Pero lo que hacen estas olimpiadas es consolidar la antropomorfización de los robots, no solo en la forma, sino en cómo interactúan con entorno. Y en el mismo evento conviven competencias que tienen que ver con el servicio: hay una que consiste en robots que ordenen una habitación. El que lo hace más rápido y mejor, se lleva el oro. Y ordenar un cuarto, hoy, es una prueba mucho más difícil que ganarle a Kasparov.
–¡Un I-phone A17 Pro en mi bolsillo ejecutando el programa Stockfish le gana a Kasparov!
–Nos ganan al ajedrez, pero no en resolución de problemas físicos en entornos reales. Estas competencias se organizan para ir achicando esa brecha. Son competencias entre robots. Pero en un segundo plano, compiten robots y humanos. Hay cosas que no podemos hacer y ellos sí, y viceversa. La competencia explícita es robot contra robot. Y la implícita, robot contra humano. La de ordenar un cuarto es la segunda. Nosotros nos cansamos y stressamos, podemos no haber dormido bien y eso afecta nuestro rendimiento deportivo. A los robots no les pasa, pero tienen sus propias limitaciones, como que se les acabe la batería. Hay límites humanos que pueden ser sorteados por vía robótica, pero también lo robótico implica ciertos límites técnicos. Estas olimpiadas sacan a la máquina de su zona de confort –el tablero de un ajedrez— y la colocan en el entorno hostil de las cosas, cuando el ámbito “natural” de ellas era el de la mera información digitalizada.
Unos juegos muy serios
Al fin y al cabo, los Juegos Mundiales de Robots Humanoides son algo serio, más allá de que a simple vista causen gracia: no encajaría en la practicidad innata de los chinos ponerle tanto esfuerzo a algo que sea mera diversión sin rendimiento económico: lo tendrá y mucho. Hoy, en China y Corea del Sur los deportes virtuales en forma de videogames son infinitamente más populares que los robóticos y llenan estadios mucho más grandes, superando en cantidad de público a eventos deportivos de humanos. Pero los deportes robóticos están naciendo y a estos prototipos aún les falta muchísimo entrenamiento y calidad de hardware y software. A medida que avancen, eso será una especie del regreso al mundo analógico, al mundo de las cosas que se estaban descorporizando en “no-cosas”, según Byung Chul-Han. Este filósofo dice que el orden terreno está siendo sustituido por un orden digital. Y que es la información –no las cosas– la que determina el mundo: cada vez “habitamos” menos la tierra y más la nube digital, mientras la cotidianeidad se torna más intangible. Por eso producimos y consumimos más información que cosas. Las energías libidinales se apartan de las cosas y ocupan las “no-cosas”: el fetichismo de las cosas cede al fetichismo de la información y el dato binario, en una infoesfera donde la información circula sin referencia alguna a la realidad.
Las olimpiadas robóticas son, en cambio, un retorno a las cosas y a la esfera física, pero no a los seres deportivos que nacieron en los estadios de la antigua Grecia. Esto quizá preludia una vuelta deshumanizada al mundo analógico. Tarde o temprano, “ellos” correrán más rápido que nosotros, combatirán mejor, lanzarán el disco más lejos y harán todo con mayor virtud. Falta mucho, aparentemente. El día que un humanoide reemplace a Messi como en el Inter Miami FC, entonces sí, estaremos demás en la tierra. Y las generaciones siguientes quizá le den la razón al visionario Bezos y su teoría de que el único camino era huir al espacio exterior en una especie de arca galáctica. Todo esto, por suerte, es pura ciencia ficción, fantasmas hollywoodenses. Pero conviene estar atentos.
Fuente: Pagina12