Desde la oposición al oficialismo en forma abrupta, y de la misma forma abrupta creció su fortuna. ¿Quién resulta más sucio en una coima? ¿El que la da o el que la recibe? La sociedad se ensaña con el que la recibe porque es el que traiciona a su mandato, a sus compañeros y a quienes lo votaron. Es una figura que repugna. Pero el que la da, además de cometer el delito, es el que lo instiga. Es una escena sucia por donde se la mire.
El senador Edgardo Kueider ha votado a favor de las iniciativas de un gobierno aunque a él lo votaron para que se oponga. Y ahora está detenido en Paraguay con pruebas concretas de, por lo menos, contrabando de divisas y evasión. Ya es un muerto viviente de la política. Un leproso al que todos se quieren sacar de encima. Pero ensucia a todos y confirma el rechazo a la política de gran parte de la sociedad que sin la política queda inerme frente a los poderosos.
La situación se presta a la generalización fácil también. Justamente esa generalización que señala a todos los políticos como corruptos, ha sido el discurso preferido de la fuerza que aparece como instigadora de la corrupción en este caso. Parece una fábula de Esopo con moraleja y todo. A los libertarios les conviene que la gente desconfíe de la política porque sus políticas van contra la gente y de esa forma la desarman.
Al movimiento popular, por el contrario, le tiene que interesar que la política sea valorada porque es el terreno donde se defienden los intereses populares. Por eso tiene la responsabilidad de ser más riguroso con la corrupción y apartar y castigar a los corruptos. Kueider es libertario, pero proviene del peronismo y fue electo en sus listas. Nadie se puede hacer el desentendido.
En el peronismo afirman que Kueider fue propuesto para integrar la lista de senadores de Unión por la Patria por el exgobernador Gustavo Bordet. Ambos son de Concordia. Y es probable que Bordet sea nuevamente candidato a gobernador. O sea que si Kueider era el candidato de los libertarios, hubiera traicionado también a su vecino y padrino político.
Es una imagen desagradable. No es para contarle a los nietos. Quizás alguna consecuencia positiva de este escandalete, sea el repudio social que hará reflexionar a quien en el futuro sea tentado a cambiar su voto de forma abrupta. Y ojo, porque Kueider no fue el único. Aunque no son todos, son una minoría.
El bloque Unidad Federal al que pertenecía este senador quedó embarrado y tendrá un costo muy alto para permanecer como tal. El peronismo y el oficialismo se lo pasan uno al otro como pelota de ping pong. Si bien proviene de sus filas, el peronismo fue traicionado por el senador y tiene una respuesta concreta. Pide su expulsión. Es lo que cuadra. El oficialismo la tiene más difícil porque Kueider es fuerza propia. Cuando fue detenido en Paraguay, quiso amedrentar a los policías advirtiéndoles que era un senador “oficialista”. Y lo es. Kueider no tenía retorno al peronismo. Su travestismo fue total. Por lo tanto, si echan a Kueider, el oficialismo perdería un voto en el Senado y lo recuperaría Unión por la Patria, lo que sería justo porque el voto tenía ese mandato.
En los pasillos de la política se habla de conspiraciones varias. Desde la mala relación de Javier Milei con Lula, porque Kueider fue detenido en Paraguay cuando cruzaba desde Brasil, hasta la eterna disputa muy sobreactuada entre Mauricio Macri y Milei. Es posible que haya ese trasfondo. Pero lo más importante está en la exposición de un mecanismo de corrupción aplicado desde el gobierno libertario de corrupción como es la compra de votos en el Congreso.
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