Una goleta científica hizo el viaje de Darwin | Estudiaron qué cambió desde el tiempo en que se gestaba la teoría de la evolución



Una expedición científica a bordo del barco Oosterschelde volvió a recorrer la ruta que hizo Charles Darwin en 1831. Tras un viaje de dos años, los científicos del proyecto Darwin200 Global Voyage regresaron este jueves a Róterdam, una ciudad portuaria de Países Bajos, con investigaciones sobre los cambios naturales desde la última expedición del naturalista británico.

El barco zarpó del puerto británico de Plymouth en agosto de 2023. El largo viaje incluyó las principales etapas de la travesía del naturalista británico a bordo del “HMS Beagle” que nutrió la teoría de la selección natural, desarrollada en “El origen de las especies”. Así, la expedición recorrió el extremo sur de África, las Islas Galápagos, Australia y las Islas Malvinas con la participación de 200 jóvenes naturalistas y conservacionistas.

“Entender el pulso del planeta”

El coordinador científico Rolf Schreuder, de 55 años, contó que en el viaje vio “cómo se degrada el mundo natural en muchos lugares” y reflexionó sobre el cambio climático. Se convocó a jóvenes para que estudien las especies a cuidar a lo largo del mundo –y vean qué tan efectivo es este trabajo–, desarrollen nuevas capacidades de investigación y colaboren para pensar estrategias para salvar la vida silvestre. Así, en cada parada clave subieron naturalistas de entre 18 y 25 años seleccionados para estudiar los espacios que observó Darwin hace dos siglos.

Algunos continuaron la investigación de los “vuelos arácnidos” del naturalista y una de las investigaciones profundizó su exploración de algunos hábitats costeros y de las cavernas para confirmar la teoría de los “insectos de canoa”, que plantea que los antiguos polinesios transportaron sin saberlo artrópodos a Rapa Nui y quizás a las Islas Pitcairn y Mangareva.

La expedición desarrolló ocho proyectos de investigación para “ganar mejor entendimiento de los desafíos ambientales más críticos”: cuatro fueron realizados mientras el barco navegaba y otros cuatro investigados en los alrededor de 35 puertos visitados. Para “entender el pulso del planeta”, primero recopilaron información de la temperatura del aire y del agua durante el viaje para compararla con los registros de viajes anteriores.

“¿Qué se puede hacer?”

La página de la ONU explicó que el proyecto “pretende impulsar acciones para la conservación, renovar la pasión de los jóvenes por el descubrimiento y el aprendizaje y, en última instancia, infundir esperanza” –aunque los resultados preliminares dieron cuenta del cambio climático— y busca “crear un futuro mejor para la increíble naturaleza que nos rodea”. Por esto, el equipo relevó sistemáticamente aves marinas, cetáceos y pinnípedos como los leones marinos y las focas para entender el movimiento de las especies en peligro de extinción en el Océano Pacífico y el Atlántico.

Uno de los proyectos se encargó de buscar soluciones a los problemas relacionados a la contaminación mientras investigaron los impactos en los ecosistemas y los procesos de recuperación llevados a cabo. En otro proyecto el equipo científico recolectó partículas plásticas en los océanos. Cada muestra se filtró y se estudió la concentración de microplásticos en cada zona para tener mapeada la concentración de este material contaminante.

Así, ambos proyectos-soluciones seguían la línea de uno de los objetivos que se preguntaba qué más se podía hacer para la conservación de hábitats y de animales. Sin embargo, el fin último de Darwin200 es “crear un legado viviente de líderes excepcionales que dirijan sus esfuerzos ambientales a lo largo de sus carreras” para formar los catalizadores del futuro del planeta.

Una foto del planeta

Una de las seleccionadas fue Lotta Baten –de 23 años–, que formó parte del proyecto que explora el impacto de la deforestación, clasificando la diversidad de comunidades de organismos clave como plantas, invertebrados, anfibios, reptiles, pájaros y mamíferos. La joven pasó una semana en el barco y realizó un estudio sobre el impacto del turismo en los bosques de Tenerife, en el archipiélago de Canarias, España. Según ella, sólo queda cerca de un 4% del bosque desde la visita de Darwin, ya que gran parte fue talado para el desarrollo de la industria turística.

“Apenas queda nada, principalmente las franjas que rodean la costa”, precisó la científica neerlandesa-alemana. Además, se desarrolló un proyecto similar mientras se navegaban las aguas tropicales: se investigó la salud de los arrecifes de coral en puntos clave a partir de su cobertura, color, sedimentación, la introducción de especies no-nativas, enfermedades y daño físico.

El barco que recorrió 74 mil kilómetros en 717 días fue una de las quinientas goletas construidas en la segunda década del siglo pasado para ser empleadas como veleros de carga y está registrado como monumento por el gobierno holandés. Desde su última restauración, dio la vuelta al mundo dos veces, incluyendo expediciones a Spitsbergen y la Antártida.

Informe: Natalia Rótolo.

Fuente: Pagina12