Werther en el Colón según Szuchmacher: una versión sin oropeles


“Desde que me propusieron poner en escena el ‘Werther’, se me ocurrió que la mejor época para ambientarla eran los años 30 del siglo pasado”, dice a este diario Rubén Szuchmacher, quien tendrá a cargo la régie de la famosa ópera francesa de Jules Massenet que se verá en el Teatro Colón a partir del próximo domingo 24, a las 17, en función de Abono Vespertino.

En el diálogo con Szuchmacher, quien actualmente divide su tiempo entre los últimos ensayos de “Werther” y la futura puesta de “La gaviota” de Anton Chejov en el Teatro San Martín (el mes próximo), le recordamos que, meses atrás, conversando justamente sobre esta puesta, nos había dicho que se iba a guiar por una suerte de “estética a lo Manuel Puig en ‘Boquitas pintadas’”.

Rubén Szuchmacher (Sonríe): Bueno, no, no hay referencias explícitas a esa obra en esta puesta, pero sí puedo decir que esa obra de Puig me guió para preservar lo pueblerino que hay en la novela epistolar de Goethe en la que está basada la ópera, y que suele perderse casi siempre en las versiones tradicionales.

R.S.: En principio, los personajes vestidos al estilo aristocrático de finales del siglo XVIII desvirtúan la ópera. Tengamos en cuenta que en Europa hay una tradición distinta; acá, de esa forma, dan disfrazados, es inevitable, y eso pone una barrera con el público. “Werther” es una ópera en cuya puesta, vestuario y escenografía, se suele caer en esa tentación preciosista o, para ser más claro, en el chantilly, Y lo cierto es que en Massenet no hay nada de eso. Por el contrario, esas versiones no hacen más que alejar al espectador, sobre todo al espectador contemporáneo, de lo medular del drama de “Werther” y su música.

P.: ¿Y cómo trabajó su puesta?

R.S.: Lo más cercana a una sensibilidad contemporánea, es una puesta que prescinde del oropel, de visualidad acotada, una puesta sustractiva: está sólo lo fundamental; hay mesas y sillas de metal, no hay rampas ni escaleras. No hacen falta. En el siglo pasado, inclusive a principios de los años 90, el público veía la puesta donde cantaba Alfredo Kraus, por ejemplo, y aceptaba eso. Musicalmente eran versiones gloriosas, pero la sensibilidad de los públicos contemporáneos ha cambiado, por suerte; también yo la escuché a Victoria de los Ángeles como Charlotte algunos años antes.

P.: ¿Ya Massenet estaba alejado del chantilly?

R.S.: ¡Absolutamente! La ópera fue estrenada en 1892, más de un siglo después de la aparición de la novela de Goethe. Es más: ya en el propio Goethe no era una aristocracia de salón sino pueblerina, lo cual es distinto. Pero en Massenet hay además grandes diferencias. En la novela, el joven Werther muere de amor, se suicida por amor. Estamos en pleno Romanticismo. En cambio, en Massenet ya el caso Werther está planteado como una enfermedad, es algo patológico, es un depresivo. Es mucho más moderno. Poner en escena el “Werther” me ha dado la oportunidad de volver a acercarme, y ahora más profundamente, a esta ópera extraordinaria.

P.: Freud ya publicaba libros como “Duelo y melacolía”, donde hace referencias a Werther.

R.S.: Exacto, son los albores del siglo XX, y eso no sólo se refleja en el libreto de la ópera sino también en la partitura. ‘Werther’ tiene una sonoridad inesperada, una variedad melódica riquísima. Trabaja el leitmotiv, heredado de Wagner, también el “recitativo encubierto”, y a la vez ya está bordeando el impresionismo. En el año de su estreno ya estábamos a pocos del de “Pélleas et Mélisande” de Debussy. En consecuencia, para el espectador del Siglo XXI especialmente es necesario despojar a esta ópera de toda esa visualidad molesta de torta de bodas.

P.: ¿Fue complicado trabajar con dos elencos?

R.S.: Es una labor más compleja, pero no deja de ser satisfactoria. Además, dos elencos de primer nivel, pero diferentes entre sí: el elenco francés y el elenco mexicano, como les dijimos nosotros. No hemos “cruzado” ensayos para que mantuvieran su individualidad cada uno. Y quiero agregar que fue un placer trabajar con un director de orquesta tan maravilloso como el valenciano Ramón Tebar.

Ensayos Werther 2025 2 (c) Juanjo Bruzza

Szuchmacher en uno de los ensayos de

Szuchmacher en uno de los ensayos de “Werther” en el Teatro Colón (Foto: Juanjo Bruzza – Gentileza Teatro Colón)

Elencos y fechas

“Werther” tendrá dirección musical de Ramón Tebar (quien nos visitó hace tres años para dirigir “Los pescadores de perlas”, de Georges Bizet) al frente de la Orquesta Estable y del Coro de Niños del Colón que dirige Helena Cánepa. Como se dijo, la régie es de Rubén Szuchmacher, la escenografía y el vestuario de Jorge Ferrari, la iluminación de Gonzalo Córdova, la coreografía de Marina Svartzman y las asistencias de dirección escénica de Florencia Ayos y de escenografía y vestuario de Florencia Tutusaus.

Después de la función del domingo, las siguientes serán los días martes 26, miércoles 27, jueves 28, y viernes 29 de agosto a las 20; el domingo 31 de agosto a las 17; el martes 2 de septiembre a las 20 y el miércoles 3 de septiembre a las 20, en una función especial destinada exclusivamente a menores de 30 años.

El doble elenco contará con Jean-François Borras (24, 27, 29, 2) y Arturo Chacón-Cruz (26, 28, 31, 3) como Werther; Annalisa Stroppa (24, 27, 29, 2) y María Luisa Merino Ronda en el papel de Charlotte (26, 28, 31, 3), Jaquelina Livieri (24, 27, 29, 2) y Constanza Díaz Falú (26, 28, 31, 3) como Sophie, y Alfonso Mujica (24, 27, 29, 2) y Sebastián Angulegui (26, 28, 31, 3) como Albert.

La obra de Massenet, estrenada en Viena en 1892 sobre libreto de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, está inspirada en “Las cuitas del joven Werther”, novela epistolar de Johann Wolfgang Goethe. Es uno de los títulos más personales del compositor francés, un drama lírico que conjuga la melancolía romántica con un lenguaje musical de enorme riqueza orquestal en el que se suceden arias como la célebre “Pourquoi me réveiller” y dúos de tensión dramática.

La trama centra la mirada en el amor imposible del joven Werther por Charlotte, escindida entre la correspondencia a ese amor y el deber conyugal, hasta derivar en un desenlace trágico que marcó, en Europa, lo que se conoció como “Werther Fieber”, el comportamiento imitativo de suicidios que, en los años del Romanticismo, fue conocida como el “mal del siglo”, y que en la actualidad se estudia como consecuencia de riesgo cuando se expone en los medios de comunicación los detalles de un suicidio.

En Buenos Aires, la ópera se escuchó por primera vez en 1906 en el entonces Teatro de la Ópera, y regresó al actual Teatro Colón en diferentes décadas, siendo su última presentación en 2015. Fue uno de los caballitos de batalla del célebre tenor francés Georges Thill (1897-1984), quien la cantó en el Colón en diferentes temporadas.


Fuente: Ambito

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